Lectura del día: Cada mañana es un regalo – 27 de Mayo
Un ángel ofreció a dos hombres la felicidad,
pero al modo en que ellos la entendían.
Primero pidió que, en el futuro, se cumplieran
todas sus ambiciones y proyectos.
El segundo pidió encontrar la felicidad
en sus condiciones presentes.
El primero nunca fue feliz, porque sus proyectos
cambiaban y sus ambiciones crecían,
y tenía que aplazar su cumplimiento indefinidamente.
El segundo hombre, el ángel le concedió un corazón
libre, para descubrir, en sus realidades presentes,
un regalo de Dios, y fue feliz.
Necesitamos un corazón libre para poder descubrir
en la realidad de cada día un regalo de Dios.
Cuando nuestros ojos están limpios, percibimos todo
lo que nos rodea de luz, alegría y felicidad.
Todo sonríe, cuando nosotros estamos alegres.
“En verdad os digo que si no cambian y se hacen
como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mt 18, 3).
El hace nuevas todas las cosas, cuando somos capaces
de ver en un poco de agua todo el azul del firmamento.
“Cada mañana de Dios es una nueva sorpresa para
Él mismo” (R.Tagore) y para los que tienen el corazón
de Dios: sus hijos.
Felices, pues, aquellos que encuentran sentido a cada minuto.
Felices aquellos que son capaces de asombrarse ante una flor.
Felices los que arriesgan todo y se quedan con el amor.
Felices los que se mantienen alegres con lo que tienen.
Felices los que luchan por la paz, la justicia y la fraternidad.
Feliz aquel que posee un corazón libre para poder ver a Dios
y a los hermanos cada mañana.
En la libertad de espíritu se halla toda la felicidad
que en esta vida se puede desear. Dice Santa Teresa
de las personas que han alcanzado esta libertad:
“Ninguna cosa temen ni desean de la tierra,
ni los trabajos las turban, ni los contentos las hacen
movimiento; en fin, nadie las puede quitar la paz,
porque ésta de sólo Dios depende” (Fundaciones 5.7).
P. Eusebio Gómez Navarro OCD
Evangelio del día 27 de mayo con el Padre Guillermo Serra
Evangelio según San Lucas 22, 14-20
En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios».
Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios».
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes.
Hagan esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes.