Lectura del día 16 de mayo – ciclo A
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Martes de la quinta semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,19-28.
Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad.
Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad. Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe.
Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia.
Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído.
Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia.
Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía.
Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir.
A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.
Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.
Salmo 145(144),10-11.12-13ab.21.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde ahora y para siempre.
Evangelio según San Juan 14,27-31a.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,
pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
Lectura del día 16 de mayo – Ciclo A
Cuarta Semana de Pascua
Feria – Blanco
Hechos 13, 26-33 / Juan 14, 1-6
Salmo responsorial Sal 2, 6-12a
R/. «¡Tú eres mi hijo, Yo te he engendrado hoy!”
Santoral:
San Juan Nepomuceno, San Andrés Bóbola,
San Simón Stock, San Ubaldo,
Santos Alipio y Posidio
Un nuevo día
Cada nuevo día es un regalo y una oportunidad
para superarse, para recomenzar nuestra lucha,
para rectificar, para ser felices.
Junto al sol las esperanzas de un nuevo día
brillan al amanecer; un nuevo día, una nueva
oportunidad para hacer historia.
Escribe la historia de tu vida con palabras de amor.
Un nuevo día, hoy tienes la oportunidad de ser mejor.
Lo que hoy hagas que sea mejor de lo que ayer hiciste,
pero no tan bueno como lo que realices mañana.
Un nuevo día, para olvidarse del conformismo
y no pensar que ya lo hemos dado todo en la vida.
Si piensas que ya lo has dado todo, solamente
te estás negando la oportunidad de ser mejor.
Piensa a cada momento que todo lo que hagas
puede ser aún mejor, y tu espíritu de lucha
te impulsará en este nuevo día por el sendero
del éxito y la felicidad.
Un nuevo día, donde el éxito toca a tu puerta.
No olvides que el éxito no es una casualidad
sino la recompensa para quien lo buscó y luchó por él,
para quien al caer supo levantarse,
para quien necesitó ayuda y supo pedirla,
para quien cuando se sintió solo buscó compañía,
para quien cuando tuvo duda buscó a un consejero,
para quien antes de buscar ser entendido pudo entender,
para quien estuvo dispuesto a empezar en cualquier momento,
para quien comprendió que el amor es la fiel recompensa de amar.
Liturgia – Lecturas del día
Viernes, 16 de Mayo de 2014
CUARTA SEMANA DE PASCUA
Dios cumplió la promesa resucitando a Jesús
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
13, 26-33
Habiendo llegado Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga:
«Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios. En efecto, la gente de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, ni entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado, pero las cumplieron sin saberlo, condenando a Jesús.
Aunque no encontraron nada en Él que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo condenara. Después de cumplir todo lo que estaba escrito de Él, lo bajaron del patíbulo y lo pusieron en el sepulcro.
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos y durante un tiempo se apareció a los que habían subido con Él de Galilea a Jerusalén, los mismos que ahora son sus testigos delante del pueblo.
Y nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres, fue cumplida por Él en favor de sus hijos, que somos nosotros, resucitando a Jesús, como está escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi Hijo; Yo te he engendrado hoy»».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 2, 6-12a
R. ¡Tú eres mi hijo, Yo te he engendrado hoy!
«Yo mismo establecí a mi Rey en Sión, mi santa Montaña».
Voy a proclamar el decreto del Señor:
Él me ha dicho: «Tú eres mi hijo,
Yo te he engendrado hoy». R.
«Pídeme, y te daré las naciones como herencia,
y como propiedad, los confines de la tierra.
Los quebrarás con un cetro de hierro,
los destrozarás como a un vaso de arcilla». R.
Por eso, reyes, sean prudentes;
aprendan, gobernantes de la tierra.
Sirvan al Señor con temor;
temblando, ríndanle homenaje. R.
EVANGELIO
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
14, 1-6
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
«No se inquieten.
Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones;
si no fuera así, ¿les habría dicho a ustedes
que voy a prepararles un lugar?
y cuando haya ido y les haya preparado un lugar,
volveré otra vez para llevarlos conmigo,
a fin de que donde Yo esté,
estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy».
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?»
Jesús le respondió:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por mí».
Palabra del Señor.
Reflexión
Hech. 13, 26-33. A pesar de que muchos trataron de acabar con Jesús, condenándolo a una muerte ignominiosa, clavándolo en una cruz, y poniéndolo en el sepulcro, Dios lo resucitó de entre los muertos y lo convirtió en causa de salvación para todos los que crean en Él.
Dios, el Dios de la Vida, engendra hoy a su Hijo dándole la misma Vida que Él posee como Dios.
Meditando en la vida y en la obra de Jesús constatamos cómo Dios nos ha cumplido en Él sus promesas, las que hizo a nuestros antiguos padres y de las que nos hablaron los profetas.
En Jesús Dios nos llama a participar de su Vida divina. Unirnos a Jesús con una fe auténtica nos hace ser portadores de la verdad, del bien, de la vida, del amor, de la bondad y de la misericordia del mismo Dios.
Si todo esto sólo lo vemos como una buena reflexión pero no ponemos nuestra voluntad para que esa vida divina dé fruto en nosotros, podemos convertirnos en enemigos del Evangelio, no porque lo rechacemos abiertamente, sino porque no le daríamos la suficiente importancia y trascendencia en nuestra vida.
Sal. 2. Jesús es el Hijo de Dios a quien el Padre engendra en un continuo presente. El Padre Dios puso todo en sus manos, y Él no va a perder a ninguno de los que le han sido confiados. Podría gobernarlos con cetro de hierro, y ante sus pecado despedazarlos como vasijas de barro. Sin embargo Él no ha venido a condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
Nosotros, unidos a Cristo, hechos uno con Él por medio de la fe y el Bautismo, hemos de seguir sus huellas en el servicio a nuestros hermanos.
Ser hijos de Dios no es para nosotros sólo una dignidad, sino un compromiso de amar y de servir a nuestro prójimo como Dios lo ha hecho con nosotros; es convertirnos en testigos de la vida y no de la destrucción ni de la muerte.
Jn. 14, 1-6. Dios ha constituido a su Hijo Jesús en Señor y Mesías; y no hay en el cielo ni en la tierra, otro nombre en el cual podamos salvarnos. Si alguien quiere llegar a la perfección del Padre recibiendo de Él la vida en plenitud, no hay otro camino sino Cristo.
Cristo ha llegado al Padre y participa de su gloria. Su camino no fue nada sencillo, pues, cargando con nuestros pecados, aprendió a obedecer padeciendo y, llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen. Así, a través de su muerte en cruz nos ha abierto el camino hacia la Patria definitiva; Él mismo se ha convertido para nosotros en Camino, Verdad y Vida.
A través de su resurrección Él ha vuelto para llevarnos consigo, para que donde Él esté, estemos también nosotros. El camino ya lo sabemos: entrar en comunión de vida y de misión con Él.
La Eucaristía nos hace apropiarnos de la Salvación que Dios nos ha ofrecido en Cristo Jesús. Dios nos quiere con Él en casa, en la patria eterna. La Eucaristía inicia ya esa comunión con Dios haciéndonos partícipes de la vida que Dios ofrece a toda la humanidad.
El Nombre de Dios no sólo ha sido proclamado y pronunciado sobre nosotros, sino que, por medio de la fe, Dios ha hecho su morada en nuestros corazones. Él habita en nosotros y nos conduce hacia el encuentro definitivo con Él ahí donde, en Cristo, seremos engendrados como hijos suyos eternamente.
Por habernos encontrado con Dios nos convertimos, por nuestra unión con Cristo, en lugar de encuentro con el Señor; la Iglesia tiene esa misión.
Jesucristo es el único mediador entre Dios y la humanidad; por eso Él no es un camino, sino el Camino que nos lleva al Padre.
Quienes vivimos unidos a Él hacemos visible ese camino para nuestros hermanos, a través de la historia. Tratemos de no oscurecer ese camino, ni de poner en él tropiezos con actitudes que, en lugar de ayudar, estorbarían el camino de nuestros hermanos hacia su encuentro con Dios.
Cristo nos ha enseñado a amar, a dar nuestra vida por nuestros hermanos, a fortalecer su esperanza y su fe, a levantar a los decaídos y socorrer a los necesitados; es decir: a ser un signo vivo y creíble del amor misericordioso que Dios tiene a todos. Que no sean otros caminos los que queramos manifestar desde una fe, que falta de compromiso, se convertiría en una manipulación del mismo Dios a favor de nuestros intereses mezquinos y equivocados.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir en comunión con Cristo y de que, tomando nuestra cruz de cada día, sigamos el Camino del amor que Él nos ha manifestado con su propia vida. Entonces seremos dignos de habitar eternamente en las moradas que Él ha abierto y preparado con su propia entrega para que, donde Él está, estemos también nosotros. Amén.