La resurrección: ¡La tumba está vacía!
(La tumba está vacía – Mt 28; Mr 16; Lc 24; Jn 20)
El día de reposo había pasado. La tumba había sido cerrada con una enorme piedra, la cual había sido sellada, y una guardia de soldados la vigilaba. A pesar de todas esas medidas de seguridad, un acontecimiento extraordinario tuvo lugar en la noche del sábado, al amanecer del domingo (primer día de la semana). Jesús pasó desapercibido para muchos, pero hubo numerosos testigos de signos visibles:
–Los soldados de la guardia, los cuales se atemorizaron por la aparición de un ángel que rodó la piedra puesta en la entrada de la tumba. Dieron la noticia a las autoridades, pero se les dio dinero para que callasen.
–Un grupo de mujeres que, al amanecer, regresaban a la tumba con la intención de embalsamar el cuerpo de Jesús con especias aromáticas. Cuando llegaron, quedaron atónitas. ¡La piedra había sido removida y la tumba estaba vacía! A ellas, que habían venido a honrar a su Señor muerto, los ángeles les declararon: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado” (Lucas 24:5-6). Las mujeres dejaron la tumba, llenas de alegría y temor, para anunciar a los discípulos esta extraordinaria noticia.
–Los discípulos Pedro y Juan, advertidos por María Magdalena: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Juan 20:2). Vinieron a la tumba: ¡Estaba vacía! Los lienzos que habían envuelto el cuerpo de Jesús estaban en el suelo, y el sudario que recubría su cabeza estaba doblado aparte.