La Promesa de la Niña María: Un Cuento sobre la Presentación en el Templo

Cuento: “La Promesa de María”

Introducción

Hace mucho tiempo, en una pequeña ciudad de Nazaret, vivía una niña llamada María. Era una niña especial, de corazón puro y bondadoso, que desde muy pequeña mostraba un amor profundo por Dios. Sus padres, Joaquín y Ana, eran una pareja humilde y piadosa, que habían pasado muchos años rezando para tener un hijo. Dios escuchó sus plegarias y les bendijo con la llegada de María.

Un día, cuando María tenía solo tres años, sus padres le contaron sobre una promesa que habían hecho a Dios antes de que ella naciera.

—María —le dijo Ana, arrodillándose a su altura—, tu padre y yo prometimos ofrecerte a Dios en el Templo como muestra de nuestra gratitud por habernos bendecido con tu vida. Queremos que seas especial para Él, que tu vida esté llena de amor y servicio a Dios y a su pueblo.

María, aunque era muy pequeña, entendió las palabras de su madre. Sintió en su corazón una paz y una alegría tan grandes que supo que esta era la voluntad de Dios para ella. Sin dudarlo, aceptó con una sonrisa, y así comenzó su preparación para el gran día.

La Preparación

Durante los días previos a la presentación, Joaquín y Ana prepararon a María para el viaje al Templo de Jerusalén. Le enseñaron sobre las tradiciones y las oraciones que debía conocer. Le explicaron que el Templo era un lugar sagrado, el hogar de Dios en la Tierra, y que allí dedicaría su vida a Él.

María estaba emocionada y pasaba cada día rezando y ayudando a sus padres en casa, siempre con una sonrisa en el rostro. Sabía que esta era una misión especial, una oportunidad para servir a Dios desde pequeña. La gente del pueblo, al ver su devoción y dulzura, la miraba con admiración y cariño, convencidos de que había algo divino en ella.

El Camino al Templo

El día de la presentación llegó, y Joaquín y Ana tomaron a María de la mano y emprendieron el largo viaje a Jerusalén. Durante el camino, le contaron historias sobre los patriarcas y profetas que habían servido a Dios, y cómo el Templo era un lugar donde muchas personas iban a orar y buscar la presencia de Dios.

María escuchaba atenta y, en su corazón, sentía cada vez más fuerte el deseo de dedicar su vida a Dios. Mientras caminaban, miraba el cielo y veía cómo el sol brillaba con una luz especial, como si Dios le estuviera sonriendo. A su alrededor, la naturaleza parecía estar en paz: los pájaros cantaban, las flores florecían, y el viento susurraba suavemente, como una bendición para el viaje.

La Presentación en el Templo

Cuando finalmente llegaron al Templo de Jerusalén, María se sintió sobrecogida por la belleza y la santidad del lugar. El Templo era majestuoso, con sus grandes columnas y altares, y el aroma del incienso llenaba el aire. Joaquín y Ana la condujeron hasta el sacerdote, quien los recibió con una sonrisa y bendijo a María con palabras de cariño y admiración.

—Dios ha bendecido a esta niña con un corazón puro —dijo el sacerdote—. Que su vida sea un ejemplo de fe y amor para todos nosotros.

Con una sonrisa, María soltó la mano de su madre y dio unos pasos hacia el altar. Su pequeña figura irradiaba una luz especial, y todos los presentes sintieron que algo sagrado estaba ocurriendo. Con un corazón lleno de amor y devoción, María se arrodilló y oró en silencio, ofreciendo su vida a Dios. En ese momento, sintió una paz profunda, como si Dios mismo la estuviera abrazando.

La Vida en el Templo

A partir de ese día, María permaneció en el Templo, donde fue cuidada y educada por las mujeres piadosas que vivían allí. Aprendió a rezar, a leer las Escrituras y a servir a los demás con amor y humildad. Cada día, su amor por Dios crecía más y más, y los sacerdotes y cuidadores del Templo quedaban maravillados por su devoción y pureza.

A pesar de su juventud, María era un ejemplo para todos. Siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás, a consolar a quien lo necesitara y a ofrecer palabras de aliento. Su vida en el Templo fue de entrega total, y aquellos que la conocieron nunca olvidaron su dulzura y bondad.

Un Destino Especial

Con el tiempo, las personas en el Templo comenzaron a sentir que María tenía un destino especial, un propósito único en el plan de Dios. Su corazón, lleno de amor y pureza, parecía preparado para algo grandioso. María no lo sabía, pero Dios la estaba preparando para ser la madre de su Hijo, Jesús.

Años después, cuando María dejó el Templo y regresó a su hogar, su vida continuó siendo un ejemplo de amor y servicio a Dios. Y cuando el ángel Gabriel se le apareció para anunciarle que sería la madre del Salvador, María aceptó con el mismo amor y fe con los que, años atrás, había dado sus primeros pasos hacia el altar del Templo.

Reflexión Final

La fiesta de la Presentación de la Virgen María nos recuerda la pureza y devoción de María desde su infancia, y cómo su vida fue un acto de amor y entrega total a Dios. Como ella, todos estamos llamados a dedicar nuestras vidas al servicio de Dios, a vivir con fe y a confiar en Su plan para nosotros.

Que esta fiesta sea una oportunidad para reflexionar sobre nuestra propia entrega a Dios y sobre cómo, como María, podemos vivir con un corazón puro y lleno de amor.