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LA MEJOR DE LAS DROGAS

MÁS O MENOS a mitad del embarazo soñé con ella por primera vez. Era pequeñita, dulce, suave. Y sonreía. Sonreía todo el rato. Tuve el mejor de los despertares en años, de un buen humor con el que me habría comido el mundo. Días después, en una de esas ecografías maravillosas que nos regala la técnica, la vi y estaba como en mi sueño, sonriendo. Encogida en mi útero, nadaba feliz en líquido amniótico. Y sonreía. Mi pequeña ensayaba lo que iba a ser una de las armas más poderosas en su vida.

HOY LA TENGO, la veo, la toco, la huelo, la oigo, pero sobre todo la siento en mi corazón: la sonrisa que desarma mi mundo, la que hace que todo lo demás me dé igual. Por eso llevo un par de días escudriñando a mi alrededor. Mirando caras. Buscando otras sonrisas. Pero no encuentro apenas. Si a un bebé sonreír le da superpoderes, ¿ por qué los adultos parecemos reacios a utilizar una de las expresiones humanas más básicas y efectivas? Ron Gutman estudia las sonrisas como manera de vivir más, mejor y con buena salud. Por ejemplo: sonreír alarga la vida. Estudiando cromos de jugadores de béisbol estadounidenses de los años 50, investigadores de la Universidad de Wayne State descubrieron que los que no sonreían vivieron una media de 73 años. Sin embargo, los que salieron en los cromos con sonrisas de oreja a oreja tuvieron una vida de casi 80.

SONREÍR MEJORA la calidad de la vida. En la Universidad de Berkeley compararon las fotos de un viejo anuario de una escuela femenina con la vida, 30 años después, de sus protagonistas. Las mujeres más sonrientes en la foto del instituto sacaron puntuaciones más altas en los tests de felicidad. Sonreír cambia nuestro humor y el de los que nos rodean. Es muy difícil estar (o seguir) de mal humor cuando tienes a tu lado a alguien que sonríe. Porque sonreír es como bostezar: muy, muy contagioso. Sonreímos porque estamos bien, pero también funciona a la inversa: la sonrisa ayuda al cuerpo a cambiar su estado de ánimo. A mejor, claro. Sonreír adelgaza. Investigadores británicos han descubierto que una sonrisa, una buena sonrisa, estimula nuestro cerebro igual que ¡ 2.000 barritas de chocolate! O que sonreír puede ser tan estimulante como recibir 16.000 libras en efectivo (18.000 €). Ya sabe, si este año, otra vez, no le toca el Gordo de Navidad… ¡sonría!

SONREÍR NOS HACE más competentes. Un estudio de la Universidad Penn State concluye que las personas con sonrisas más sinceras son percibidas como más capacitadas para su trabajo. Sonreír también nos da valor. Pruebe a cruzar una multitud con una sonrisa en los labios. Y además baja nuestra presión sanguínea. Y provoca un lifting natural en la cara que nos hace parecer más jóvenes. Y mejora nuestro sistema inmune, que trabaja mejor cuando estamos relajados y felices. Y aumenta las endorfinas, la serotonina y las hormonas «aniquiladoras» del dolor. Así que sonreír es, quizá, la mejor de las drogas naturales.

P. D.: Con la que está cayendo, sonreír puede no apetecer mucho. Pero imaginen que es una tabla de gimnasia: para fruncir la frente usamos 32 músculos. Para sonreír, solo 28. Prueben, porque una vez que dejamos de ser niños, pasamos de 400 sonrisas diarias a apenas 20. Quizá algo arreglaríamos.

Carmen Chaparro (periodista)

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