Estuvo presente nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga, para la Eucaristía del día 27, junto con los Padres José Luis De Fina, Hugo Sosa y Bruno Tonelli (este último en las confesiones) los tres sacerdotes de la Congregación de la Misión (Lazaristas) presente desde antaño en Escobar.
La Casa religiosa de la Congregación, de presencia muy antigua en la actual diócesis de Zárate-Campana, se encuentra en Belén de Escobar, en calle Los Lazaristas 893, en predio del gran colegio “San Vicente de Paúl” y el espacioso templo, de hechura moderna de los años ’70, al lado del colegio. El templo cuenta con una hermosa imagen de la Virgen en la advocación de la Medalla Milagrosa hecha en azulejos.
El día 27 de noviembre se celebró por la tarde la festividad de la Medalla Milagrosa, la cual comenzó con la nutrida procesión por las calles del barrio circundante a la iglesia a Ella titularizada, de los Padres Lazaristas, cuya presencia es tradicional en Escobar. La misa, con la iglesia repleta de fieles, entre los cuales muchas familias y niños, contó con la presencia del Obispo diocesano, Mons. Oscar Sarlinga, quien presidió la eucaristía, acompañado por los sacerdotes José Luis De Fina y Hugo Sosa, de la Congregación de la Misión o Lazaristas, y los sacerdotes Albino Cabral, cura párroco de la Natividad del Señor, y Agustín Arévalo. Ya antes, como todos los años, la iglesia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa de Belén de Escobar había invitado a la comunidad católica de la ciudad de Escobar, a instituciones y peregrinos a los solemnes cultos a la Santísima Virgen, en su advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, con la novena, desde el 18 hasta el 27. Los horarios de Misas y Novenas tuvieron lugar todos los días, entre el 18 y el 27, a las 7:00 con el rezo del Santo Rosario, a las 7:30 con la Santa Misa y las oraciones de la Novena a las 18:30, seguida del Santo Rosario y nuevamente la Misa. El Viernes 26 se tuvo a las 20:30 la Cantata a la Virgen, luego a las 21:30 la Cena comunitaria compartida y a las 24:00 los Honores a María, Nuestra Madre.
El obispo Mons. Sarlinga comenzó su homilía introduciendo al ya cercano tiempo de Adviento, “advenimiento o llegada de Jesucristo a nuestras vidas, en un tiempo litúrgico que expresa la gracia viviente que el Espíritu Santo confiere” –dijo- y explicó el sentido de “estar prevenidos”, del Evangelio del día.
Luego hizo mención a la pena en el corazón por la ausencia del P. Rafael Carli, quien partiera a la Casa del Padre el viernes 24 de noviembre de 2011, justo antes de las celebraciones de la Medalla Milagrosa, pero a la vez mencionó que, ante la partida de un sacerdote tan querido, habiéndolo visitado varias veces antes durante ese año (y el año anterior se le había concedido la medalla “pro Ecclesia et Pontifice”) no vio en el rostro de ningún fiel amargura o desolación, sino esperanza, alegría y fe en la vida eterna.
Dijo el Obispo que el P. Carli murió mientras estaba rezando el rosario, y que era un sacerdote para quien, con espíritu de fe, “podríamos decir, creía cordial y produndamente en Cristo y la Iglesia, pues no hay Iglesia sin Cristo y tampoco hay Cristo sin Iglesia, que es su Cuerpo Místico y su Pueblo en camino a la Pascua Eterna, y esto con la devoción que lo distinguía a la Santísima Virgen, que es Madre de Dios y Madre de la Iglesia”.
Luego de hacer una serie de consideraciones sobre los frutos de la vida espiritual, a raíz de la imitación de Cristo en nuestra vida, y de hablar de los frutos del Espíritu Santo en nuestras familias y en nuestras comunidades, pidió en el adviento pusiéramos todo nuestro ser para derribar barreras de enemistad, para perdonar, para dejarnos hacer creaturas nuevas en el Señor, y que ofreciéramos en la intención de la misa a todos nuestros fieles difuntos, nuestras buenas intenciones y proyectos y todas nuestras necesidades y acciones de gracias.
Explicó brevemente a continuación Mons. Sarlinga lo esencial del mensaje que la Virgen transmitió a Santa Catalina Labouré (“bastante poco conocido y poco leído”, dijo), y mencionó que de los cinco puntos principales que podrían resumirse, cuatro se han cumplido y uno no se ha manifestado con tanta evidencia todavía, al menos en plenitud, pero reafirmó también que la oración, el ofrecimiento, la penitencia, la conversión, la alegría testimoniada, el amor ferviente a Jesús, puede iluminar la vida y la historia de los seres humanos, venciendo la oscuridad que tantas veces se cierne, cambiando incluso el curso de la historia si de verdad nos convertimos a Dios, y que lo que nos transmite sobre todo la Virgen es esa necesidad de acercarnos al Señor y a su Amor, pues Ella es Esposa del Espíritu Santo, la creatura más excelsa donde el Espíritu mora con mayor plenitud, así como también toda la palabra de María, que significa toda su profecía, que se ve como concentrada en el “Magnificat”, y esta palabra es para nuestra salvación, y que en este sentido los cristianos tenemos que ponernos más a disposición para ser “luz y sal” para el mundo, a comenzar por la fe, la esperanza y la caridad, y esta última también en su dimensión social de la solidaridad, la realización del Evangelio del Amor.
Al término de la misa el Obispo permaneció para saludar y escuchar a todos y cada uno de los feligreses asistentes al oficio religioso.
Dióc. de Zárate-Campana