(Desde El Cañamelar, Valencia, José Angel Crespo Flor).- La Hermandad del Cristo de los Afligidos, que este año conmemora el centenario del fallecimiento de quien fuera el primer párroco del Rosario, el pare Lluis Navarro, tendrá muy presente hoy, Lunes de los Afligidos, la beatificación del sacerdote alemán Alois Andritzki asesinado en Dachau, en Alemania, en 1943, y la intención del Santo Rosario, que se rezará antes de la Misa, será precisamente por el nuevo beato tal y como ha señalado la propia Hermandad que quiere así testimoniar su alegría por este nuevo beato que desde hoy, 13 de junio, ‘Lunes de los Afligidos’ y ‘Lunes de Pentecostés’, tiene la Iglesia.
Con este gesto la Hermandad del Cristo de los Afligidos quiere sumarse a las muestras de agradecimiento que, desde todo el mundo, está recibiendo el nuevo beato y es que si en vida fue un ‘afligido’ al morir en la cámara de gas del campo de concentración nazi de Dachau, ahora, palpa, siente y vive la gloria celestial al ser considerado ya de manera oficial, nuevo beato de la Iglesia Católica.
Sin duda alguna un bonito gesto el de la Hermandad que aúna de una manera muy simple pero muy eficaz el rezo del Santo Rosario, sin duda alguna la ‘oración que marca o debe de marcar la religiosidad del Cañamelar’ con la Acción de Gracias por esta alegría que tiene desde hoy la Iglesia Católica al elevar a los altares a un beato más, al sacerdote, compatriota del actual papa Benedicto XVI, Alois Andritzki
Será beatificado mañana el padre Alois Andritzki, mártir en Dachau
Asesinado en 1943 por la Gestapo
(ZENIT.org, domingo 12 de junio de 2011) Ser sacerdote católico fue lo que llevó al padre Alois Andritzki de sólo 28 años a ser arrestado y luego asesinado en el campo de concentración de Dachau en Alemania, en 1943.
Este sacerdote será beatificado mañana en la diócesis de Dresden-Meissen Alemania, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos, en representación del Papa Benedicto XVI.
El propio Papa se refirió hoy, domingo de Pentecostés, al testimonio del padre Andritzki, al concluir el rezo del Regina Caeli en el Vaticano. El Papa quiso mostrar su propia alegría por la beatificación, mañana, en la diócesis de Dresde, de un compatriota suyo, el joven sacerdote Alois Andritzki, que fue martirizado en Dachau en 1943.
El joven presbítero, que tenía sólo 28 años, fue arrestado y asesinado con una inyección letal por sus “opiniones contrarias” al régimen nazi, y por su apostolado con los jóvenes.
Benedicto XVI quiso reconocer a “este heroico testigo de la fe, que se añade a las filas de cuantos dieron la vida en el nombre de Cristo en los campos de concentración”.
Asimismo, confió a la intercesión de estos mártires, “hoy que es Pentecostés, la causa de la paz en el mundo”.
“Sus compañeros de prisión han testimoniado que pasó entre ellos como un santo y que murió con esta fama”, dijo a ZENIT el postulador para su causa de beatificación, el abogado Andrea Ambrosi. “Su actitud fue la de cimentar su fe en una actitud siempre alegre. Por esto todos lo amaban y seguían prontamente”, asegura el abogado.
Su vida
El padre Alois nació en 1914 en Radibor, una pequeña población ubicada al oriente de Alemania limitando con Polonia. Su familia parte de un pequeño porcentaje de católicos que vivía en ese lugar compuesto por inmigrantes de los países eslavos.
A los 20 años ingresó a la facultad de teología de la academia arzobispal de Paderborn. Allí mostró sus intereses por la filosofía y la pedagogía.
Luego ingresó al seminario de Meißen a Schmochtitz en Bautzen. En 1938 se ordenó como diácono y un año más tarde, como sacerdote. Trabajó como capellán en la parroquia Hofkirchede Dresda. Allí se encargaba especialmente del apostolado con los jóvenes.
“Fue un sacerdote humilde, simple y siempre disponible a ayudar al prójimo”, cuenta el abogado Ambrosi. “Además amaba el deporte, y decía constantemente que un espíritu sano habita en un cuerpo vigoroso”, dice.
Pero en invierno de 1941 llegó una orden de arresto, luego de que él promoviera una representación teatral donde mostraba cómo iban a terminar los cristianos en la Segunda Guerra Mundial.
“Por un testigo ocular se sabe que al terminar la representación llegó la Gestapo, y él tuvo que anotar los nombres de todos los presentes. El capellánAndritzki estaba ya siendo particularmente vigilado, tanto que a la amenaza siguió la convocatoria en el cuartel y después el arresto”,anota el abogado Ambrosi.
“El texto demuestra que la causa fue su fe y el peligro que su ministerio sacerdotal representaba para el nazismo”, dice.
Después del arresto el padre Alois permaneció bajo custodia cautelar.
“Sin embargo considera que Andritzki rindió declaraciones hostiles contra el Estado infringiendo de esta manera el 2 capítulo de la Ley contra la perfidia. Desde este momento este crimen no podía permanecer en la impunidad, y era necesario disponer para el acusado una acción penal”, cuenta el postulador.
“La acusación del procudador se basó en pruebas inexitentes” dice el abogado Ambrosi. “Pero en las cuales él hizo de todo por construir una especie de castillo acusador que silenciara un sacerdote que testimoniaba con muchísimo ardor su fe, y esto era intolerable para el régimen nacional socialista”.
Así fue remitido por la Gestapo a la carcel política de Dresde, donde permaneció dos meses. Supuestamente ya había pagado su condena pero en lugar de salir, fue llevado al campo de concentración de Dachau.
La familia mandó apelar a la justicia. Su padre Johann Andritzki escribió una conmovedora carta a la oficina de alta seguridad de Reich de Berlín, en la que pedía que su hijo fuese liberado porque ya no había más cargos contra él. Pero el esfuerzo fue en vano.
Así fue asesinado el 3 de febrero de 1943. La causa de la muerte, según los informes de la Gestapo fue el tifus abdominal, pero en realidad después de que se recuperó en la enfermería le pusieron una inyección letal.
Un testigo ocular dijo que el joven sacerdote estaba moribundo, dos camas más allá de la suya “por ello dio fe del hecho que el capellán de Dresda era un chico muy dotado, además de ser un buen deportista”, dice el abogado Ambrosi. Su cuerpo fue arrastrado y después incinerado.
Su testimonio parecía un bálsamo para los que estaban en el campo de concentración: “En el terror en el cual todos vivían en el campo de concentración de Dachau se decía de Alois que quien lo veía en la mañana, permanecía lleno de alegría toda la jornada”, concluye el abogado Ambrosi.