LA GRACIA VALE MÁS QUE LA VIDA por Manuel Amezcua
Con gran alegría formo parte de la Comisión Histórica para la causa de Beatificación de los mártires de la persecución religiosa en España en los años treinta del siglo XX.
Nuestra diócesis cuenta ya con un elenco prodigioso de personas beatificadas durante aquellos humanamente tristes acontecimientos y, sobrenaturalmente hablando, verdaderos milagros de misericordia, perdón, tolerancia y perfecta caridad, de los que murieron perdonando a sus verdugos.
Por ejemplo: Sor Isabel de San José en Huéscar, es una monja dominica de clausura, ya muy mayor y queridísima por su inmensa amabilidad y su poderosa caridad. Apresada y torturada en un huevo de escalera donde no podía estirar las piernas ni ponerse de pie, es violada y se le cortan los pezones de sus pechos, haciéndoselos comer, sin conseguir que blasfemara de Jesucristo, su Divino Salvador.
Si te cuentan esta historia como un martirio de los tiempos de Nerón o de Diocleciano, fácilmente podríamos adherirnos a la opinión de que estas cosas no dejan de ser exageraciones hagiográficas; pues bien, estamos ante hechos reales acaecidos ahora hace 88 años.
Veníos conmigo al entrañable martirio de Fortunato Arias, cura de nuestra parroquia de Almaciles. Cuando lo iban a matar, pregunta a sus verdugos quién le dará el tiro de gracia; un miliciano da el paso al frente y se encuentra con la sonrisa del sacerdote que le ofrece un reloj: «mira, este reloj me lo regaló mi padre el día de mi primera Misa, es lo único que tengo, te lo regalo porque me vas a abrir las puertas del cielo de par en par… «.
Cuando visitéis el coro de la Catedral de Guadix, sobre una de las puertas laterales, encontraréis la imagen de un cura joven que os ofrece un reloj: es Fortunato Arias.
En este momento, cincuenta y una persona más, religiosos y seglares, algunos de ellos muy jóvenes, se abren camino en nuestra comisión para que, con las aportaciones de historiadores de raza, puedan salir adelante sus procesos de beatificación.
A todos alcanza honra por la vida y la muerte de todos estos héroes y a los que formamos parte de la ardua tramitación de sus procesos, jurídica y canónicamente preciosistas y rigurosos, nos alcanza de manera particular el honor de estar cerca de lo mejor y lo peor de la humanidad.
Con una diferencia: los mejores perdonaron de corazón la crueldad infinita de su muerte inocente y a los verdugos que les ejecutaban. Christus dixit: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Las palabras del Redentor estuvieron presentes en los calvarios de 1936 y lo están ahora en Sudán del Sur o en Afganistán o Kazakistán… por ejemplo. No en balde la era de los mártires está siendo superada con creces durante el siglo XX y XXI.
«La Gracia vale más que la vida.» Salmo 62.