La entrega de JESÚS por AMOR
1- Signo de liberación
La cruz en el Imperio Romano era un signo de tortura reservado a los peores malhechores. Jesús, que no había cometido ningún delito, murió en la cruz por nosotros.
El Evangelio predicado por El es una Buena Noticia liberadora para los oprimidos, pero ponía en tela de juicio el poder establecido. La cruz fue la consecuencia de la vida de Jesús. Fue consecuente, y por eso le mataron.
Ahora este instrumento de tortura se ha convertido para nosotros en signo de amor y liberación.
Por eso hoy celebramos su “Exaltación”. Glorificación y levantamiento frente a la humillación y abajamiento. En las tres lecturas subyacen dos adverbios que resumen el itinerario seguido por Jesús: abajo-arriba.
2- Signo de salvación
La primera lectura, del libro de los Números, nos sitúa junto al pueblo de Israel en el camino hacia la tierra prometida.
El pueblo, que tiene hambre y sed en el desierto, murmura contra Dios y contra Moisés. La murmuración es su gran pecado, pues expresa la desconfianza en el amor y el poder de Dios para cumplir lo que ha prometido: sacarles de la esclavitud y llevarles a una tierra fecunda, que mana leche y miel.
Entonces le sobreviene al pueblo un castigo: serpientes venenosas provocan la muerte de muchos.
El pueblo reconoce su pecado y pide a Moisés que interceda ante Dios por ellos. Dios les da la curación a través de un signo: una serpiente de bronce elevada sobre un mástil, a la que todos los mordidos debían mirar para vivir.
El evangelista Juan vio en esta serpiente alzada una figura de Cristo levantado en la Cruz y Resucitado. El verbo «levantar» es sinónimo de «resucitar»
Fijémonos en el dinamismo de vida de Jesús: Él es «el que bajó del cielo», «se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz».
En la concepción de Juan, Jesús preexiste en la intimidad del Padre y es igual a Él, uno con Él y Dios como Él. Del seno del Padre baja y se hace carne, por amor a nosotros, para darnos la vida abundante.
3.- Abajamiento y exaltación
La cruz es, en esa historia de amor, el mayor abajamiento y despojamiento del Hijo (kénosis) y su mayor exaltación, pues es ahí donde nos mostró que su amor no tenía límites y que ni siquiera el miedo a la muerte podía hacerle retroceder en su compromiso por la salvación de todos.
Esa humillación de morir en cruz, como un maldito, siendo el Hijo amado del Padre, fue el comienzo de su glorificación, pues el Padre mismo lo «levantó» de entre los muertos y lo resucitó como primicia de nuestra propia resurrección.
4.- Proclamación del amor de Dios
La fiesta de la exaltación de la cruz no significa que el cristianismo proclame una exaltación del sufrimiento, del dolor o del sacrificio por el sacrificio.
Si así fuera, el Dios que pide esto de nosotros sería un Dios sádico que no merecería nuestro amor. Lo que exaltamos en esta fiesta no es la cruz (un instrumento más de tortura y ejecución como el cadalso o la silla eléctrica).
Lo que exaltamos es el amor incondicional de un Dios que compartió nuestra condición humana y se comprometió con la realización del Reino hasta el final. Exaltamos al Crucificado que, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.
Y exaltamos al Dios que, como Abrahán, entregó a su Hijo Único, a su amado, para que todos tengamos vida en su nombre.
José María Martín OSA