LA BANCA ETICA, SEMILLA DE UNA NUEVA ECONOMÍA

BENJAMÍN FORCANO, sacerdote y teólogo, bforcanoc@telefonica.net
MADRID.

ECLESALIA, 07/06/10.- Deseo presentar las interesantes ideas que sustentan la posición de Joan Antoni Melé*, acerca de un cambio radical sobre nuestro modelo económico actual. En su experiencia siempre abrigó el sentimiento de que el intrincado mundo de la economía iba mal, pues acababa por apoderarse de la mayoría, como si el objetivo prioritario de la existencia fuera ganar dinero. En su actividad de enseñante y de conferenciante encuentra acuerdo en la mayoría, aun cuando declara sin rodeos que estamos equivocados y nos manipulan indebidamente.

Voy a referirme a tres aspectos suyos fundamentales: La crisis que estamos sufriendo, la responsabilidad personal frente al dinero y el compromiso de todos por preservar el sentido de la vida.

1. LA CRISIS

Es lo primero, porque a todos nos afecta. ¿Cómo es posible que, hoy, disponiendo de tanta riqueza, tengamos que padecer tantos conflictos a nivel individual y colectivo?

1.1 Crisis del modelo económico

Técnica y científicamente hemos avanzado tanto que mucha gente apenas puede entender ese avance. Pero lo que sí entendemos todos es que la situación medioambiental es insostenible: al aire, las aguas, el suelo están contaminados, de modo que nos parece cierto lo que muchos biólogos afirman: la tierra está enferma y, si no reaccionamos a tiempo, la situación puede ser irreversible.

Reaccionar a tiempo significa admitir que las cosas las hemos hecho mal y que en ellas todos tenemos una parte de responsabilidad. Hemos avanzado mucho en el campo de la medicina, en el campo de lo social y hemos gritado que la guerra es una barbarie y, sin embargo, nos toca hoy vivir conflictos armados absolutamente crueles.

Sufrimos la enorme crisis económica actual y, sin embargo, jamás como ahora, ha habido tanto dinero sobre la tierra. Y, paradójicamente, no hemos tenido dinero para erradicar el hambre y sí lo hemos tenido para cubrir el déficit de entidades bancarias que han perpetrado barbaridades con el dinero de sus ahorradores.

La globalización ha flexibilizado las fronteras, haciendo posible la circulación de las mercancías y ha provocado un crecimiento económico especulativo irreal. No es justo que teniendo más riqueza que nunca, haya más pobreza que nunca. No es justo que miles de personas lleguen en pateras a nuestras playas jugándose la vida.

Las desigualdades y la pobreza han hecho que existan mil millones de personas analfabetas, que mil millones de niños vivan en la pobreza, que cuatrocientos millones no tengan acceso al agua potable, que unos 29.000 niños hayan muerto cada día en el 2003 antes de alcanzar los cinco años de edad. Y, sin embargo, con un uno por ciento de lo que el mundo invierte cada año en armas, se podría poner a cada niño en una escuela.

Contamos con el hecho de que los bancos, a partir del 1989, perdiendo su relación con la economía productiva real, impulsaron la circulación del dinero de forma ficticia y virtual, sin correspondencia con una verdadera creación de riqueza. El dinero se hinchó como un globo multiplicando su valor hasta que reventó: sobraba el dinero falso y faltaba el dinero verdadero. Se hacía patente una conclusión: la codicia de los individuos es la que produce el dinero especulativo y lo que estalla es simplemente una dirección falsa dada al dinero: una crisis de conciencia y de valores.

La economía especulativa trata de estrangular nuestra conciencia y de que le entreguemos a ojos ciegas nuestra vida. Ella asegura nuestra felicidad: “Tráigame todo su dinero y le ‘regalaremos’ cosas que le harán acreedor a la envidia de todos sus invitados”.

Y no debemos preocuparnos. Ella negocia con nuestro dinero, sin nosotros saberlo, metiéndolo en energía nuclear, tabaco, industria armamentística,… Increíble: protestamos contra la guerra del Irak y, al mismo tiempo, la financiamos con nuestro dinero.

La economía especulativa es una mentira si su funcionamiento no atiende al impacto y consecuencias que produce en todos los seres humanos y en el medio ambiente. El beneficio es bueno, pero a condición de que no se pervierta. Y se pervierte cuando se busca por sí mismo y para sí solo. El beneficio no causa la riqueza, deriva de ella. Si el beneficio se convierte en fin de sí mismo, entonces ya no importa el modo como se logra: contaminando, esclavizando,…

Se trata, por tanto, de dar una nueva dirección a nuestro modelo económico, el cual depende de cada uno de nosotros. Pero esto no es posible sin un cambio radical en nuestra manera de pensar y de actuar sobre el dinero. ¿Qué dirección debiéramos darle a nuestro dinero?

1.2 La Banca ética independiente

Todos en la vida nos guiamos por unos valores que mueven nuestra voluntad y acción, nuestros beneficios. Pero si queremos llegar a una convivencia en paz debemos regirnos por el principio: “Lo tuyo me interesa tanto como lo mío.”

Esta manera de negociar nuestro dinero y beneficios dio origen a la banca ética independiente. Con el capital de sus clientes, la banca ética promueve la agricultura ecológica, el comercio justo, la cooperación al desarrollo, la tecnología medioambiental, etc. Y, como consecuencia, no conoce la “crisis” especulativa. Da opción a que los consumidores conscientes, que se mueven por valores como la solidaridad, la integridad, la paz, la justicia y la sostenibilidad, puedan poner su dinero allí donde se protegen y potencian esos valores. Es la semilla de la “nueva economía” que pretende ser verdaderamente útil para los seres humanos y que comienza inevitablemente con la conquista de la responsabilidad individual. “Hay que comprender que es posible cambiar el mundo con el dinero de uno, por poco que sea, si este “uno” somos todos” (Joan A. Melé, Dinero y conciencia. ¿A quién sirve mi dinero?, Plataforma Editorial, 2009, p, 47).

2.EL PASO DECISIVO

2.1 ¿Quién sino todos nosotros?

Los problemas del mundo son nuestros problemas. Si aceptamos nuestra propia autonomía y responsabilidad, veremos que no se conquistan huyendo hacia fuera o esperando que los problemas nos los resuelvan los Gobiernos. Las cosas cambiarán si cambiamos nosotros. El problema verdadero reside esencialmente en lo siguiente: estamos siguiendo las consignas de un modelo económico-social que nos implica a todos, sin darnos cuenta de que nos hacemos esclavos de él. Ese modelo no es neutro, sino que configura nuestra existencia y relaciones, de manera tal que no hace sino crear división, desigualdad, hambre, miseria y guerra. Ese modelo actúa de patrón y nos esclaviza. O lo cambiamos o nos lleva a una destrucción masiva.

Los puntos básicos a cambiar de ese modelo son:

– Es falso el dogma capitalista de que la persona es esencialmente egoísta.

– Es falsa esta condición egoísta que se organiza y actúa darwinísticamente como “mercado libre”, competitividad, ley de la oferta y demanda, etc. Tú mira por lo tuyo y que cada cual se espabile como pueda. Esa es, según Adam Smitch, la ley que regula equilibradamente la convivencia.

En contra, debemos afirmar que: el mercado no regula nada, eres tú quien actúa. Las consecuencias van a depender de lo que tú hagas con tu dinero y actuación en el mercado.

2.2 Dar sentido a la vida, no equivale a ganar dinero

Hay que comenzar por fijar que el objetivo no es ganar dinero sino conocer y decidir bien lo que eres y lo que quieres hacer con tu vida. Dar sentido a la vida no equivale a ganar dinero y emplearlo en necesidades puramente artificiales. Frente a una economía sin sentido, hay que crear otra con sentido, que le permita ver a la gente que lo que hace es bueno y, además, genera beneficio. Por ejemplo: yo fabrico vasos que no perjudican al medio ambiente y que, además, son baratos y bellos.

Es obvio que debemos resolver nuestras necesidades de comida, vestido, vivienda, transporte, relación, cultura… y debemos hacerlo sin perder de vista que en todo eso está como centro el ser humano. El beneficio debe existir y él mismo nos debe indicar cuándo la riqueza que creamos es correcta y beneficiosa para todos.

Ahora, el modelo económico vigente nos lleva por otro camino. El dinero establece una relación inconsciente con nosotros mismos, con fuerzas internas nuestras poderosas: el miedo, la codicia, el poder, el éxito. ¿Qué hago con tanto dinero? ¿Y qué debo hacer para no perderlo?

Cuando compramos (alimento, ropa, muebles) debiéramos preguntarnos si lo hacemos de manera ética y responsable. Consumir ecológicamente es lo único que debiera permitirse. No lo harán los Gobiernos, pero podemos hacerlo nosotros. En cuanto se incremente el consumo ecológico, aumentará la distribución y se abaratará. Conviene saber que España es uno de los países del mundo con mayor producción de agricultura ecológica. Sólo en Andalucía hay ocho mil agricultores ecológicos.

El trabajo es la dignidad del ser humano, y el salario su reconocimiento, y es una infamia tratar el trabajo como una mercancía. A cada uno hay que pagar lo que le toque para que todos podamos vivir: esto es dignidad.

La idea de banco no es mala en sí. El banco puede prestar un dinero con interés, pues es justo que quien crea riqueza prestando su dinero la pueda compartir, siempre que el interés, dominado por la avaricia, no se convierta en usura. Hay razones para admitir que los ahorradores lleven su dinero al banco y se fíen más de él que de individuos particulares. El banco siempre dispone de mejores condiciones para devolver el dinero a quien se lo ha entregado que un particular. Sin embargo, esto no deja de convertirse en una tentación, pues “sin hacer nada” mi dinero me da más dinero y así se alienta el deseo de vivir sin hacer nada.

Recientemente, los bancos, guiados por la ley de la competitividad, se lanzaron a campañas de oferta de interés y unos a otros se pisan los talones para lograr que los clientes lleven el dinero a su propio banco: “Doy el nueve”. “Doy el diez”. “Doy el doce y añado regalos magníficos”. Nadie necesita esos regalos, pero allí están las colas para meter el dinero. Y es que el dinero no tiene amigos y el cero con veinte es el cero con veinte.

La clave del problema está en preguntarse qué se va a hacer con el dinero confiado al banco. Es evidente que el dinero no se queda congelado en el Banco, circula repartido entre bastantes empresas. ¿Cuánto nos ha costado la guerra del Irak hasta el año 2008? Tres billones de euros. ¿Y de dónde sale tanto dinero? De los bancos, que lo guardan. Y nosotros nos hemos limitado a llevar nuestro dinero con la esperanza de que nos den el máximo de interés posible. Y el banco es objeto de nuestra felicitación porque lo han invertido allí donde los negocios son más rentables (armas, petróleo, alimentación transgénica…). La culpa de que se estén financiando actividades ilegales es de todos porque metemos el dinero en los bancos.

Somos la primera generación planetaria, que descubre el valor de la ciudadanía universal como valor y derecho de todos, que nos lleva a incluir y no excluir, a conjugar el binomio individuo-comunidad en relación armónica. En esa relación es básico el papel de la economía. Por ella nos relacionamos los unos con los otros y con la Casa Tierra. Todo lo que hacemos (amor/egoísmo; libertad/esclavitud) repercute en ella.

La distorsión de la relación individuo-comunidad alcanza su máxima perversión en las guerras, que parten del supuesto falso de que el hombre es lobo para el hombre y no hermano y de que los conflictos deben resolverse con el derecho de la fuerza y no con la fuerza del derecho. La solución existe: la que considera que todos poseemos una misma dignidad y valores, unos mismos derechos y obligaciones, vinculantes para todos desde una ética de responsabilidad y libertad.

3. UNA SOLUCIÓN ALTERNATIVA

3.1 El caso del Triodos Bank

Estamos palpando las consecuencias de un error histórico: el haber pasado de una conciencia de grupo a otra de individualidad egoísta. Somos seres comunitarios dentro de una historia y cultura que nos transmite el sentido de la vida. Estamos vinculados al pasado y a las generaciones anteriores, de las cuales nos llega el legado de que la vida humana por su razón y libertad se trasciende así misma y no le basta una explicación mecanicista. La herencia cultural recibida nos hace ver nuestra religación de unos con otros, con el cosmos, con la naturaleza, con Dios. Y para explicar esta religación sagrada no basta la ciencia ni una religión ritualista.

El momento actual nos está invitando a entender que, por encima de los conceptos de patria, nación, religión, sexo, etc. está el concepto esencial de la dignidad humana que confiere a todos categoría y condición de ciudadanos universales.

Siendo esto así, un sistema bancario ético es el que utiliza el dinero de sus clientes para mejorar el mundo, para mejorar la concordia entre las personas y pueblos.

Nuestro dinero no debe ir a parar a entidades financieras que destruyen el medio ambiente, no respeta los derechos humanos, etc. La paz sólo se puede construir si la apoyamos con una banca ética.

Tridos Bank representa, desde 1968, la creación de un banco diferente, implantado en varios países, también España. Ha ido creciendo cada vez más y ha demostrado dejar de ser un sueño. Dicha Banca está financiando actividades a las que no llega la banca convencional: escuela, arte, proyectos de cooperación al desarrollo, actividades religiosas, etc. El banco, tras cuidadoso examen, presta el dinero y con la condición de que pueda ser recuperado, incluso a largo plazo. El capital está en manos de unos 12.000 accionistas, ninguno de los cuales puede poseer más del 10 %. Está regulado por el Banco de España (país de acogida) y por el Banco Central Holandés (país de origen).

3.2 Una banca con valores

En el 2009, se produce la alianza de once Bancos (entre ellos el Triodos Bank), especializados en “bancas éticas”, sumando sus activos fundacionales más de 10.000 millones de dólares. Su objetivo es contribuir a crear una alernativa positiva a un sistema financiero global en crisis, con la seguridad de poseer el potencial necesario para introducir mejoras innovadoras. El modelo combina la rentabilidad social y medio ambiental.

Dar el dinero para que otros se realicen es la antítesis del egoísmo. Cuando damos, obramos en coherencia con lo más puro de nuestro ser y nos liberamos: contribuimos al bien, desarrollo y felicidad de la humanidad y del planeta. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

* Joan Antoni Melé Cartaña, estudió Ciencias Exactas y Ciencias Físicas en la UB, y más tarde Ciencias Económicas. Durante treinta años de profesión bancaria ha tenido la oportunidad de observar y conocer de primera mano la relación de las personas con el dinero y la consecuencias que se derivan. Desde 2006, trabaja en la banca ética de Triodos Bank como Director Territorial de Cataluña y Baleares, actividad que compagina con la de conferenciante de temas soiceconómicos y de humanidades.

http://www.eclesalia.net

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