La AUTÉNTICA AUTORIDAD se manifiesta haciendo el BIEN
Jesús vivía muy atento a las personas necesitadas que encontraba en su camino. No era capaz de pasar de largo, sin hacer algo por aliviar su sufrimiento. Además, Jesús con frecuencia fijaba su mirada sobre las «muchedumbres».
Veía a las gentes con hambre o con toda clase de enfermedades y dolencias, y le sucedía siempre lo mismo: sentía compasión.
Esta compasión de Jesús era su manera de mirar a la gente y de vivir buscando su bien. Era su forma de encarnar la misericordia de Dios. De esta compasión nace su decisión de llamar a los «doce apóstoles» para enviarlos a las «ovejas perdidas de Israel».
Para ello les da «autoridad», pero no para que la utilicen según su propia voluntad, no para gobernar al pueblo como los romanos, sino un poder orientado a hacer el bien «expulsando espíritus malignos» y «curando toda enfermedad y dolencia».
Toda la autoridad que se le puede conceder a la Iglesia debe estar orientada a curar, aliviar el sufrimiento y hacer el bien y los que lo ejercen lo han de hacer «gratis», pues la Iglesia es un regalo de Jesús a las gentes.
Por eso los discípulos de Jesús, los que son su Iglesia, han de predicar lo que predicaba Él, no otra cosa. La gente debe escuchar la gran noticia de que el reino de Dios está cerca.