La alegría del Cristiano
La alegría es un sentimiento profundo, no es solo una risa pasajera, es el estado que más puede manifestar la felicidad; que siempre se sienta en una silla de tres pies: del pasado, el presente y el futuro; de una paz de vivir conforme con tu pasado, de gastar el presente en lo que más rinde, y de contar con un futuro garantizado.
Empezando por el final, nuestro futuro es el cielo, la vida eterna con Dios, y el que vive la fe confía en Dios, que es fuerte y nos puede ofrecer un futuro de plenitud. Pero nuestro futuro no es ajeno, no es independiente de nuestro presente, de nuestra vida actual. Nuestra historia la vamos a llevar al cielo, nuestras obras, nuestros amigos, nuestras habilidades.
Es verdad que todo purificado, blanqueado, pero sin perder nada de todo lo que el Espíritu Santo haya realizado en ti, en tu vida, respondiendo a tu deseo hecho oración y a tu voluntad de secundar sus mociones. Por eso tu vestido celestial será nuevo pero tendrá algo de tu presente de hoy.
El presente de hoy es muy variado, como dice la Escritura, tiempo de tantas cosas, de comer, de construir, de destruir, de…(Eclesiastés 3) pero para el cristiano toda actividad, incluso cada latido del corazón, no es absurdo, o gratuito, sino que hay un propósito en el que queremos permanecer como si fuera el camino de casa. En esa senda se realizan muchos sueños que fueron y ya son realidad, muchos más que están por realizar, en nuestras manos, es como un camino, pero con muchas trayectorias y entre ellas hay una tarea, un recorrido constante, inexcusable, el más grande el que Dios hizo en Cristo movido por el Espíritu Santo: venir al mundo y anunciar el Evangelio. Es lo que más está de moda en el cielo, lo que más rinde para la vida eterna, la más pura voluntad de Dios, la mayor razón de luchar en la vida, de trabajar, de pensar; la vida no es para guardarla, sino para gastarla, invertirla y hay que afinar para el máximo rendimiento, no para el mundo pasajero, sino para lo que perdura en los siglos.
Jesús dice que el que mira atrás no vale para esta tarea, para seguir a Cristo, para ser evangelizador, misionero, cristiano en definitiva. Para servir en el Reino todo futuro puede ser purificado, los que sí acudieron al banquete eran malos y buenos, y el buen ladrón mereció el paraíso. Solo en Cristo encontramos el perdón sin lastre, un perdón que nos integra en su compañía, en su plan, a su lado en la tarea de construir el Reino de Dios.
No podemos vivir la alegría sin paz y unidad, pero sólo Cristo puede darla al mundo. Por eso nuestro seguir a Cristo y en nuestra parroquia, en nuestra familia, en el trabajo, trabajar por la Misión y los misioneros, es lo mejor que podemos hacer por este mundo dividido donde surgen guerras. La fe en Jesucristo es el único cauce para la paz entre todos los pueblos, para la unidad entre todos los hombres, para la dignificación de todo ser humano. No hay que elegir nunca entre Dios y el hombre, poner a Dios en el mundo es la más eficaz manera de amar a todo ser humano