KENIA, la naturaleza es sabia – Cuaresma, 40 últimos

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La naturaleza es sabia

36 PollueloEl último día del safari fotográfico, la agencia de viajes había organizado una visita a un “centro de recuperación de especies animales”, situado en un pintoresco rincón del Parque Nacional. Juanjo se dejaba llevar por el guía con una cierta desgana, pues realmente prefería ver a los animales en su entorno natural. ¡Y ese sitio se le hacía tan artificial! Allí había crías de leones, macacos, iguanas y un sin número de aves de nombres irrecordables, todos en sus preciosas jaulas a cargo de sus diligentes cuidadores. «En casi todos los casos –explicaba el guía– se trata de crías que por algún motivo han perdido a sus padres o no pueden alimentarse por sí mismos. Aquí los criamos hasta que son capaces de valerse; entonces los devolvemos a su hábitat».
¡Qué pérdida de tiempo, trabajo y dinero!, pensó Juanjo. Salvo para entretener a los turistas, este centro no tiene sentido. Y reparó en un polluelo de plumas irregulares que correteaba perdido entre sus pies. Juanjo lo tomó en las manos. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, empeñarse en salvar a este pajarito cuando habrá miles como él por ahí fuera? Además, al criarlo así, en realidad se le está malcriando, pues de esta manera nunca podrá ser capaz de conseguirse el alimento por sí mismo. La naturaleza es sabia. Los individuos más fuertes sobreviven; los débiles deben esforzarse por competir. Si ayudamos a los débiles, no les fomentamos que ellos mismos se procuren el sustento. ¿No ocurre lo mismo con las personas? –y pensó en su país–. Siempre he pensado que los subsidios son contraproducentes, porque lo que provocan es que la gente no tenga interés en resolverse los problemas y acaba fomentando la pereza y la indolencia. Y lo mismo con la tan manida ayuda al desarrollo. Si los países pobres se acostumbran a nuestra ayuda nunca se esforzarán por salir adelante por ellos mismos. Sí, la naturaleza es sabia…
Tan concentrado estaba Juanjo en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que el polluelo se había acurrucado en el calor de sus manos, ajeno a todo razonamiento.

José Eizaguirre
Ilustración: José Manuel Eizaguirre Granados

 

Darwinismo social
La naturaleza es sabia, descubrió Charles Darwin hace 150 años cuando publicó El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Los individuos más capaces sobreviven; los más débiles desaparecen.
Para quien piensa que el hombre es un animal, “la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida” es un principio de organización social, tanto al interior de las sociedades como en la relación de unas con otras. Algunos llaman a este principio “darwinismo social”.
Estemos de acuerdo o no, está claro que las sociedades nos organizamos de acuerdo a unos principios culturales, muchas veces inconscientes. Mientras todo va más o menos bien, no se ponen en cuestión. Pero cuando la sociedad entra en crisis –como la que estamos viviendo–, reparamos en los principios que hasta ahora nos han dado sentido. ¿Es deseable el Estado del Bienestar? ¿Acaso no acaba fomentando la pereza y la indolencia? ¿Es conveniente la Ayuda al Desarrollo? ¿Acaso no genera dependencia? Preguntas simples de respuesta no tan simple.

 

Para ayudarnos a pensar (y a pensar de otra manera)
Continuemos con algunas de esas “preguntas simples de respuesta no tan simple”:
• ¿El hombre es un animal?
• ¿Contra quién (o entre quiénes) es la “lucha por la vida”?
• ¿Pueden aplicarse al ámbito social las leyes biológicas?
• Y por último: ¿qué hacer cuando un polluelo indefenso se acurruca en nuestras manos?

 

«Los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Y dichoso el que no se siente escandalizado por mí» (Mt 11, 4-6)
Señor Jesús, tú tienes palabras de vida eterna. Dichosos quienes no se sienten escandalizados por ti.

 

Para profundizar:
Darwinismo social en Wikipedia
Un Vídeo sobre darwinismo social (8 min)
En el libro El pingüino y el leviatán. Por qué la cooperación es nuestra arma más valiosa para mejorar el bienestar de la sociedad, Yochai Benkler, revoca el mito de que los humanos somos criaturas inherentemente egoístas cuyo único propósito es tratar de satisfacer el interés propio.

 

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