¡Ay de nosotros si queremos caminar solos por este mundo y cuidar la gracia de nuestra alma! Seguramente muy pronto caeremos en manos de los demonios que nos arrebatarán la gracia santificante, invalorable tesoro que vale más que todo el universo creado.
En cambio debemos ir de la mano de Jesús, que conoce cuáles son las técnicas del diablo y nos puede defender de él. Y a través de la oración, Dios nos da las gracias necesarias para que permanezcamos fieles en el camino de los Diez Mandamientos, fieles en el camino estrecho por el que pocos caminan, pero que conduce directamente al Cielo.
Y Jesús nos ayuda especialmente cuando lo recibimos en la Eucaristía. La Comunión es la Fuerza que nos ayuda a permanecer en amistad con Dios y a caminar por este valle de lágrimas sin desanimarnos. No dejemos jamás la Eucaristía, que es Jesús mismo. Si podemos, tratemos de comulgar todos los días, o la mayor cantidad de días que podamos, pues el Santísimo Sacramento es el Pan de los Fuertes y es el que sostiene a los Mártires; y nosotros, con el solo hecho de vivir los Diez Mandamientos en este mundo que va al revés, ya somos pequeños mártires que necesitan el Pan de la Vida para seguir en el combate.