Si estamos en gracia de Dios, tenemos a Jesús habitando en nuestra alma, y no solo a Jesús sino a toda la Santísima Trinidad. Pero a veces nos sucede que estando en gracia de Dios, nos parece que Dios se ha ido, que estamos solos y abandonados por Él. Pero esto no es así, porque el Señor procede como cuando se quedó en el Templo a la edad de doce años. Cuando su Madre lo encontró y le preguntó por qué les había hecho eso, Él sencillamente le respondió que se había estado ocupando de las cosas de su Padre.
Ahora también Jesús a veces parece que nos deja, pero en realidad se está ocupando de las cosas de su Padre, y con esa aparente ausencia nos atrae muchas gracias a nuestras almas y con nuestro sufrimiento por su ausencia, merecemos gracias también para los hermanos más necesitados.
Y si en realidad lo hemos ofendido, pidámosle perdón y digámosle con todo el corazón que vuelva a nosotros, que no podemos vivir sin Él, y hagamos una sincera confesión con un sacerdote.
Y en cualquier circunstancia de estas en que nos encontremos, tengamos confianza en su Bondad e infinita Misericordia y amémoslo mucho, pues Él mucho perdona a quien mucho ama.