Irlanda, en el nombre de la igualdad
Luis-Fernando Valdés
Irlanda se convirtió en el primer país que ha realizado un referéndum sobre el matrimonio homosexual.
Unos afirman que fue un triunfo de la igualdad; otros sostienen que fue una derrota para la religión. ¿Quién es el gran perdedor del referéndum?
El pasado 22 de mayo, la República de Irlanda celebró esta consulta popular y la afluencia de votantes fue notoriamente elevada, gracias a la participación de los jóvenes. El resultado fue un “sí” a llamar “matrimonio” a la unión legal de parejas homosexuales.
Hay dos situaciones –democracia y religión– que se prestan para una confusión. La primera es que se trata de la primera nación en la que no fueron los legisladores sino los ciudadanos, los que aprobaron esta reforma. La segunda es que se trata de un país considerado como un bastión del catolicismo. Intentaremos poner algunos aspectos en claro.
1) El objeto del referéndum NO FUE aprobar las uniones homosexuales, SINO si se les daba o no el nombre de “matrimonio”. En efecto, el Parlamento irlandés ya había promulgado en 2010 la ley de Relaciones Civiles que concedía reconocimiento legal a las parejas de hecho del mismo sexo, pero eludía calificar a esas uniones de “matrimonio” y protegerlas constitucionalmente.
Esto significa que no fueron los ciudadanos en 2015, sino los legisladores en 2010, los que reconocieron legalmente la unión entre personas homosexuales. No puede pues afirmarse que la mayoría de los ciudadanos fue la que legalizó esta uniones.
Por eso, resulta poco objetivo decir que Irlanda es el primer país en legalizar la igualdad de matrimonios “por el voto de la gente”, como afirmaron vía Twitter algunos homosexuales famosos como Ricky Martin o Ellen DeGeneres.
2) Los ciudadanos irlandeses no votaron sobre la ‘substancia’ de la ley, sino únicamente sobre el ‘nombre’ que se le daría a ese contenido legal. En realidad no les dejaron a los ciudadanos decidir sobre el contenido de la ley de convivencia (que data del 2010), sino sólo en el modo de denominar a estas uniones. De ahí que sea pretencioso anunciar que “el pueblo decidió” sobre este tema, si en realidad sólo le puso nombre.
3) ¿Fue una derrota a la religión? Otro famoso, el líder del grupo irlandés U2, Bono, dio a entender que con este referéndum quedaba atrás la religión, pues declaró que el voto a favor del “sí” al matrimonio gay era un “momento para la verdadera igualdad” en Irlanda, argumentando que el “matrimonio es ahora una idea que trasciende la religión”.
Aunque sea una creencia muy difundida, el matrimonio entre un hombre y una mujer no es una idea judeo-cristiana, sino que es una realidad natural al ser humano. El matrimonio es así no porque lo diga la Biblia, sino que la Sagrada Escritura confirma el plan natural de Dios para todos los humanos.
El matrimonio entre un hombre y una mujer no es una imposición religiosa, sino una exigencia del género humano. Por eso, como expresó el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, la reciente aprobación en Irlanda del matrimonio entre personas del mismo sexo “no es una derrota de los principios cristianos, sino una derrota para la humanidad”.
El gran derrotado del referéndum fue –paradójicamente– el principio de igualdad que pretendían defender, porque cuando la ‘igualdad’ se radicaliza, se destruyen las ‘diferencias’ reales entre el hombre y la mujer, y no se alcanza a comprender la ‘complementariedad’ entre ambos. Volvamos al fundamento: igualdad en lo esencial, diferencia en lo complementario.
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