II Domingo del tiempo ordinario – CICLO B
IR DETRÁS DE JESÚS
Jesús comenzó a «proclamar la Buena Noticia de Dios» en Galilea. Jesús no enseña propiamente una doctrina para ser aprendida y difundida sino que anuncia un acontecimiento que está ya ocurriendo. El evangelista Marcos resume así su mensaje: «Se ha cumplido el plazo»: ya no hay que mirar hacia atrás. «Convertíos»: no podéis seguir como si nada estuviera ocurriendo; cambiad vuestra manera de pensar y de actuar. «Creed en esta Buena Noticia». Este proyecto de Dios es la mejor noticia que podéis escuchar.
Ser cristiano no es aprender doctrinas, sino seguir a Jesús en su proyecto de vida. El que toma la iniciativa es siempre Jesús, Él es quien nos llama para dar una orientación nueva a nuestras vidas.
Los creyentes hemos de vivir con más fe la presencia viva de Cristo en cada uno de nosotros. Él es quien puede dar una nueva orientación a nuestras vidas. Tenemos que escuchar desde dentro su llamada que nos dice: «Venid detrás de mí». Escuchar esta llamada significa despertar la confianza en Jesús, reavivar nuestra adhesión personal a Él, tener fe en su proyecto, identificarnos con su programa, reproducir en nosotros sus actitudes.
Si los creyentes lo centráramos todo en seguir más de cerca a Jesucristo nuestras comunidades cristianas se transformarían, la Iglesia sería diferente.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del primer libro de Samuel 3,3b-10. 19
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel y él respondió:
– Aquí estoy.
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo:
– Aquí estoy; vengo porque me has llamado.
Respondió Elí:
– No te he llamado; vuelve a acostarte.
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo:
– Aquí estoy; vengo porque me has llamado.
Respondió Elí:
– No te he llamado; vuelve a acostarte.
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel y él se fue a donde estaba Elí y le dijo:
– Aquí estoy; vengo porque me has llamado.
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho y dijo a Samuel:
– Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha».
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes:
– ¡Samuel, Samuel!
Él respondió:
– Habla, Señor, que tu siervo te escucha.
Samuel crecía, Dios estaba con él, y ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
El texto del primer libro de Samuel nos ofrece el ejemplo de una «llamada» de Dios y de una acogida, por parte del joven Samuel, sin reservas ni condiciones de ninguna clase. Samuel es el ejemplo típico para el creyente: dispuesto a escuchar con prontitud la Palabra de Dios y hacer caso a lo que dice el Señor: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”
Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
- Yo esperaba con ansia al Señor: Él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. R: - Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy
-como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad». R: - Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R:
2ª LECTURA
Lectura 1ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios 6,13c-15a. 17-20
Hermanos:
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo.
Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros.
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre, queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Palabra de Dios
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Pablo decía a los cristianos de Corintio que de la misma manera que Dios resucitó a Jesús, el Señor, también nos resucitará a nosotros. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, porque habita en nosotros. Nuestro cuerpo nos tiene que servir para glorificar al Señor.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,35-42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
– Éste es el cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
– ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
– Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
– Venid y lo veréis.
Entonces fueron; vieron dónde vivía, y se quedaron con Él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
– Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
– Tú eres Simón el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).
Palabra de Dios
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO
En este pasaje el evangelista Juan nos cuenta el encuentro de Jesús con Juan el Bautista del que dijo de Jesús que era el Cordero de Dios. También el seguimiento de Andrés y de su hermano Simón Pedro, al que desde aquel momento Jesús le llamó Cefas, que significa Pedro
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO ESCUCHA
Aunque no nos demos cuenta el Señor nos llama a nosotros y lo hace por nuestro nombre, pero la mayoría de las veces no oímos su voz, porque nuestra fe está dormida.
Aunque estamos rodeados de muchos ruidos, de muchas voces que nos hablan de muchas cosas distintas de Dios, que nos resultan con frecuencia apetecibles y atractivas y nos hablan a gritos, como pretendiendo que no oigamos otras cosas, sin embargo, en nuestro interior se instala un silencio de Dios tan espeso que nos cuesta reconocer la voz del Señor y prestarle atención.
Sólo el Espíritu puede iluminarnos y abrir nuestros oídos para que reconozcamos la voz del Señor que nos habla al oído, y casi siempre lo hace sin gritar, casi en un susurro. Tenemos dificultades para escuchar al Señor, porque tal vez pensemos que nos bastamos a nosotros mismos, y por eso ni necesitamos ni buscamos al Señor. Nuestra actitud debe ser la de Samuel: Habla, Señor, que tu siervo escucha
II Domingo del tiempo ordinario – Ciclo A
Isaías 49, 3-6 / 1 Corintios 1, 1-3
/ Juan 1, 29-34
Salmo Responsorial, Sal 39, 2. 4ab. 7-10
R/. «El Señor bendice a su pueblo con la paz»
Santoral:
San Alejandro el Acemeta, San Mauro,
San Pablo de Tebas y San Remigio
LECTURAS DEL DOMINGO 15 DE ENERO DE 2017
DOMINGO 2º DEL TIEMPO ORDINARIO
Yo te destino a ser la luz de las naciones
Lectura del libro de Isaías
49, 3-6
El Señor me dijo:
«Tú eres mi Servidor, Israel,
por ti Yo me glorificaré».
Pero yo dije: «En vano me fatigué,
para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza».
Sin embargo, mi derecho está junto al Señor
y mi retribución, junto a mi Dios.
Y ahora, habla el Señor,
el que me formó desde el vientre materno
para que Yo sea su Servidor,
para hacer que Jacob vuelva a Él
y se le reúna Israel.
Yo soy valioso a los ojos del Señor
y mi Dios ha sido mi fortaleza.
Él dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor
para restaurar a las tribus de Jacob
y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;
Yo te destino a ser la luz de las naciones,
para que llegue mi salvación
hasta los confines de la tierra».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 39, 2. 4ab. 7-10
- Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy». R.
«En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón». R.
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor. R.
Llegue a ustedes la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
y del Señor Jesucristo
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
1, 1-3
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquéllos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
1, 29-34
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A El me refería, cuando dije:
Después de mí viene un hombre que me precede,
porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo».
Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
Reflexión
LO DISTINTIVO Y SIGNIFICATIVO DE JESÚS NO FUE CUERPO, SINO SU ESPÍRITU
1.- Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Es algo evidente: si de Cristo se nos dice que adoptó una forma plenamente humana, como un hombre cualquiera, pasando por uno de tantos, es porque, corporalmente, fue en todo semejante a cualquiera de nosotros, menos en el pecado. Lo distintivo y significativo de Jesús de Nazaret no fue tanto lo que hizo y dijo, sino el Espíritu con el hizo lo que hizo y dijo lo que dijo. Tener muchos conocimientos sobre lo que Jesús hizo y dijo es ser un buen Jesusólogo, en cambio, saber mucho sobre el Espíritu con el que Jesús hizo lo que hizo y dijo lo que dijo es ser un buen Neumatólogo. La sociedad cristiana necesita más buenos Neumatólogos, que buenos Jesusúlogos. Y, por supuesto, los cristianos, en general, lo que necesitamos es hacer lo que hacemos y decir lo que decimos con el espíritu con el que actuó y hablo Cristo. Por supuesto, que a una persona se la conoce por lo que hace y dice, pero no sabremos toda la verdad sobre una persona hasta que no sepamos por qué y con qué espíritu hizo lo que hizo y dijo lo que dijo. Con una mala intención, con un mal espíritu, se pueden hacer obras muy buenas. Una misma acción se puede hacer por motivos puramente egoístas, o por motivos altruistas. En nuestras catequesis actuales a los niños y, con mayor razón, a personas mayores, no debemos insistir tanto en detalles históricos sobre lo que Jesús hizo y dijo, porque eso dependió en gran parte del tiempo en el que lo hizo y dijo, y eso no es imitable para nosotros, en cambio debemos hablar más del Espíritu con el que hizo lo que hizo y dijo lo dijo, porque sí podemos en gran parte tratar de imitarlo. Debemos procurar que la vida y el Evangelio de Jesús puedan ser entendidos por la sociedad en la que nosotros vivimos. Las circunstancias de tiempo y lugar son fundamentales para entender lo que una persona hizo, o dijo. Estas circunstancias cambian, lo que no cambia para entender a una persona es entender su espíritu
2.- Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Estas palabras del profeta Isaías se refieren al siervo de Yahvé. Son muchos los comentaristas que piensan que el Siervo de Yahvé se refería al verdadero pueblo de Israel, aunque nosotros, los cristianos, siempre hemos visto prefigurado en el siervo de Yahvé a Jesús de Nazaret, a nuestro Mesías. Pues bien, el Mesías debe ser para todos nosotros la luz principal que guíe nuestro caminar en este mundo. Es decir, que Jesús debe ser nuestro camino para llegar al Padre, Dios, y la Luz que nos ilumine durante el camino. Esto, en nuestra sociedad no es algo fácil, ya que los valores que se viven en la sociedad actual son valores económicos, o políticos, o deportivos, pero casi nunca religiosos. Hacer que sea el Espíritu de Jesús el que guíe nuestro caminar nos exigirá vivir en muchos momentos en contra de los valores que actualmente se predican y de los que se habla constantemente. Por eso, los cristianos tenemos que acostumbrarnos a vivir hoy en minoría respecto a la mayoría de los ciudadanos. Respetando siempre a los demás, pero no aceptando todo lo que dicen y de lo que hablan constantemente. Que el Espíritu de Jesús sea nuestra verdadera luz, la luz que nos guíe a nosotros y la luz con la que nosotros intentemos guiar a los demás.
3.- La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con vosotros. Estas palabras que san Pablo dirige a la primera comunidad cristiana de Corinto, son muy apropiadas para que las dirijamos hoy nosotros a todas las personas de nuestra comunidad cristiana. La gracia de Dios y la paz de Dios son de verdad lo que más nos hace falta hoy a todas las personas del mundo. Una gracia y una paz que son fraternidad, ejemplaridad, amor incondicional a todos. Aquí, desde Betania, queremos esta gracia y esta paz para todos los habitantes del mundo y, especialmente, para todos aquellos que se acerquen hasta nosotros de la manera que consideren más oportuna.
Gabriel González del Estal
EL ES EL QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO
1.- Vocación y misión. En el segundo canto del «Siervo de Yahvé» es él mismo quien toma la palabra y define su misión: “ser luz de las naciones para que la salvación de Dios llegue hasta el confín de la tierra”. Todo hombre tiene una vocación y una misión, que nace de la llamada que recibe de Dios. Pablo descubre su vocación y su misión, Juan también es consciente de cuál es su misión y la asume. Jesús, el auténtico «siervo de Yahvé», será presentado por Juan para llevar a cabo la misión que el Padre le encomienda: “es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Jesús carga con los pecados de sus hermanos, los hombres y se ofrece, aunque es inocente, para expiar por ellos. Él es quien restablece la relación del hombre con Dios, haciendo que el hombre y la mujer se reconozcan de nuevo como hijos suyos. Vocación y misión, ¿te has preguntado cuál es la tuya?
2.- Hacen falta testigos vivos del Evangelio. Reiniciamos de nuevo el año litúrgico con un evangelio que está en continuidad con la última fiesta del Bautismo de Jesús. Aparece Juan Bautista dando testimonio del Señor y señalándolo como el Mesías de Dios, como el Predilecto del Padre. Para el evangelio, la fe es ante todo experiencia viva y testimonio de esa experiencia, antes que doctrina o que dogmas o ritos o moral. Juan Bautista insiste en que él ha visto al Mesías y que de eso da fe. Desgraciadamente, muchos cristianos no han hecho esa experiencia de Cristo, no han “visto” al Señor, y sin “ver” es muy difícil hablar ni convencer a nadie. La crisis religiosa que vivimos hoy tiene mucho que ver con esta falta de “testigos” vivos del Evangelio. Y por eso, entre otros muchos factores, mucha gente ha dejado de creer en la Iglesia. Hay muchos cristianos bautizados, pero muy pocos convencidos y convertidos, muy pocos que hayan tenido experiencia de Jesucristo. Más que nunca hoy necesitamos ser “testigos” de Cristo, contagiar el amor que ha transformado nuestras vidas. Es fundamental formar comunidades cristianas acogedoras donde sea posible vivir experiencias profundas de oración, de meditación de la Palabra de Dios, que estén cerca de los pobres, que vivan de verdad la Eucaristía. Que puedan decir de nosotros: he ahí un cristiano al que se le nota que Cristo está en su vida, porque irradia su amor, su paz, su alegría, su bondad.
3.- Jesús es quien quita el pecado del mundo. No habla el evangelio de hoy del pecado de cada ser humano sino del pecado del mundo. Jesús, figura de “el siervo” en la primera lectura, se hace “luz de las naciones” para que la salvación que Él trae y que Él mismo es, llegue a todos los rincones de la tierra. Al quitar el pecado del mundo nos libera de la fuerza de la fatalidad, desdramatiza la historia humana. ¿Qué es este pecado del mundo? Este pecado justifica estructuras que hacen perdurable y eficaz la realidad del mal. En el mundo hay una realidad que llamamos mal y que va más allá de lo que cada uno de nosotros hacemos. Sin embargo, es el resultado del egoísmo humano y de la ausencia de fraternidad. Pero el cristianismo dice que el mal no forma parte ni del proyecto creador, ni del ser de las cosas, ni de una especie de fatalidad con la que hubiera que pactar. Que Jesús sea quien quita el pecado del mundo quiere decir que nunca hay nada definitivamente perdido… que todo puede ser salvado, que tiene sentido nuestro esfuerzo por recuperarnos, por responsabilizarnos ante la acción del mal que daña al inocente. Este es el regalo de Jesús, su misión. Alguien espera, necesita que también sea la nuestra.
José María Martín OSA
PARA SER CONOCIDO
No ha nacido Jesús para permanecer indefinidamente en el frío pesebre. Mucho menos para quedarse entre los aromas del incienso, en la debilidad simbolizada en la mirra o la realeza que resplandece en el oro. No ha descendido, Dios en nuestra carne, para contentarse con los agasajos de los humildes pastores, la visita regia de los Magos o el destello de la estrella que guía a los que buscan.
1.- El Dios desconocido, en las lecturas de hoy, comienza a revelarse y a dejarse conocer. ¿Realizamos algún esfuerzo por llegarnos hasta el corazón de Dios? ¿Podemos decir que “hemos conocido al Señor en Navidad” o, por el contrario, “ha pasado desapercibido en medio de tantas luces”? ¿Dónde ha quedado Dios en estos días santos que hemos celebrado? ¿Dónde hemos dejado a Dios?
Ha venido el Señor para acampanar junto a nosotros. Para recordarnos que, en el camino del amor, es donde mejor le podemos encontrar, conocer y servir.
Y es que, a veces, nos puede ocurrir como aquel funcionario que –aun teniendo datos de las personas a las que atiende– no conoce nada de lo que acontece en el interior de esas personas. ¿Y nosotros? Sí; tal vez de lejos o de cerca poseamos algunas reseñas o antecedentes sobre el Señor (se hizo hombre por salvarnos, nació en Belén, padeció, murió, resucitó….) ¿Pero sabemos de verdad quién es Jesús?
2.- Conocer a Dios es sumergirnos en sus entrañas. Tener experiencia de su presencia y, por lo tanto, fecundar toda nuestra vida con su Palabra y su soplo divino. ¿Qué ocurre entonces? Pues que, tal vez, tenemos conceptos de Dios y, tal vez, no poseemos a Dios.
En cuántas ocasiones, ante un amigo, hemos exclamado: ¡Cuánto me alegra el haberte conocido! ¡Qué fortuna tengo al tenerte como amigo! Esa es, entre otras por supuesto, la asignatura pendiente de todos los cristianos: conocer, sentir y amar a Dios con todas nuestras fuerzas y sin medida. Y, a continuación, tenerlo como el mayor capital en nuestro vivir.
Cuando nos avergonzamos de ciertas actitudes personales o amorales que se dan en nuestra vida, en el fondo, es porque no hemos conocido totalmente al Señor. Porque, Dios, no es el centro de nuestro vivir y de nuestro pensar. Dios, que se nos ha revelado humildemente en Belén, está al alcance de todos aquellos que intentan (que intentamos) buscarlo con toda sinceridad desde el corazón y con el corazón.
3.- Es en la intimidad y en la oración donde el Señor se nos muestra tal y como es: con amor. Es en la búsqueda, como lo hicieron los Magos, donde encontramos un sendero marcado por la luz de la estrella para dar con Jesús. Es, en el desprendimiento –como lo hicieron los pastores– donde damos muestras de que, el Señor, ha tocado lo más hondo de nuestras entrañas y lo ponemos en el lugar que le corresponde: en el todo de nuestro existir. Es en la tiniebla y en el poder, como aconteció en el pensamiento de Herodes, donde se encuentran los mayores escollos para no arrodillarnos ante el Señor.
Para ello ha venido: para amar y ser amado. Para conducirnos y seducirnos con palabras de ternura y de comprensión. Acompañemos ahora a Aquel que, más que hablar, nos mostrará con su ofrecimiento personal y radical lo que vale el amor de Dios. Para eso… ha venido y para eso ha nacido. ¡Conozcámoslo!
Javier Leoz