Hoy, 12 de agosto, recodamos a los mártires del holocausto nazi Carlos (Karl) Leisner y Florián Stepniak. Los dos víctimas del campo de concentración de Dachau
(Desde El Cañamelar, Valencia, Jose Angel Crespo Flor) Tras haber recordado el pasado 9 de agosto a Santa Teresa Benedicta de la Cruz, de judia Edith Stein, la Iglesia nos presenta hoy la memoria de dos beatos, mártires también en los campos de concentración y, por lo tanto, testigos de la Cruz de Cristo.
Nos referimos a Carlos (Karl) Leisner, sacerdote y a Florian Stepniak, presbítero capuchino. Los dos murieron en Dachau, uno de los terribles campos de concentración de la sinrazón humana y los dos supieron en sus propias carnes lo que es un auténtico calvario. Un calvario que les llevaría finalmente a la muerte pues prefirieron morir por Cristo que no negar su existencia.
Hoy, 12 de agosto, cerca de la gran fiesta mariana de la Asunción de la Virgen a los Cielos, es el día elegido por la Iglesia para recordar a estos dos gigantes de la fe. Una semana pues donde contemplamos a tres mártires de la sinrazón humana que fue el holocausto nazi. Comenzamos el pasado 9 con la Fiesta de la carmelita Santa Teresa Benedicta de la Cruz, continuamos hoy con la memoria de estos dos sacerdotes, arrestados en Dachau, condenados a muerte y finalmente asesinados por no negar de su fe, mañana, 13 de agosto, celebraremos otra fiesta, la del mártir marianista austriaco Santiago Gapp arrestado por la Gestapo cuando daba clases de alemán en el Colegio El Pilar de Valencia y el 14 la memoria de otro mártir San Maximiliano María Kolbe.
Pero antes hay que hacerse eco de la detención tal día como hoy pero de 1940 de la religiosa trinitaria, víctima de Auschwitz (como Maximiliano María Kolbe), Sor Angela Austch que encontró la paz y su particular resurrección el 23 de diciembre de 1944.
Los seis fueron beatificados por quien ya, desde el pasado 1 de mayo, es nuevo beato de la Iglesia, el papa Juan Pablo II. Un momento oportuno pues para fijar nuestra mirada en aquel horror nazi y pedir que no vuelva a reproducirse nunca jamás.
Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Carlos (Karl) Leisner, Florián Stepniak, Santiago Gapp, Maximiliano María Kolbe y sor Angela Austch son seis buenos ejemplos que han de alentarnos en la fe y en la importancia del seguimiento a Cristo. Seis testigos del siglo XX y seis glorias de la Iglesia Católica Universal
Carlos (Karl) Leisner, Beato Sacerdote y Mártir, 12 de agosto
Martirologio Romano: En la localidad de Planegg, cerca de Munich, en Baviera, de Alemania, beato Carlos Leisner, presbítero y mártir, que encarcelado, cuando todavía era diácono, por la proclamación pública de su fe y el constante servicio en favor de las almas, fue ordenado sacerdote en el campo de concentración de Dachau. Puesto en libertad, murió a causa de los sufrimientos soportados durante su cautividad (1945).
Nació en Rees/Niederrhein (Alemania) el 28 de febrero de 1915, se crió en Kleve y de estudiante de bachillerato ingresó en el Movimiento Juvenil Católico de Schonstatt.
En dicho Movimiento, además de disfrutar de la comunidad con los jóvenes y de poder realizar largos viajes, adquiere conocimientos de las Sagradas Escrituras y sobre todo de la Eucaristía. En su diario escribe: „Cristo – Tú eres mi pasión!“.
Karl Leisner desea ser sacerdote. El obispo de Münster le asigna el cargo de director de la juventud diocesana. La Gestapo le observa. Durante el año de estancia en Friburgo le conmueven duras luchas interiores: ¿sacerdocio o matrimonio y familia? El 25 de marzo de 1939 es ordenado diácono. En pocos meses debería recibir las sagradas órdenes.
La Divina Providencia designa otra cosa: Una repentina tuberculosis le obliga a permanecer en St. Blasien en la Selva Negra. Allá, el 8 de noviembre de 1939, es detenido por la Gestapo a causa de un comentario hecho en relación con el atentado contra Hitler: cárcel en Friburgo.
Internamiento en el campo de concentración de Sachsenhausen y de allá, en 1940, traslado al campo de concentración de Dachau en el que sucede lo inesperado: el 17 de diciembre de 1944, en el bloque 26, y con gran peligro para todos los participantes, el moribundo diácono, Karl Leisner, es ordenado sacerdote por el obispo Gabriel Piguet, recluso francés.
El nuevo sacerdote celebra su primera y única Santa Misa el día de San Esteban, en el año 1944. El 4 de mayo de 1945 es puesto en libertad.
Pasa sus últimas semanas en el sanatorio antituberculoso de Planegg en Munich. Sólo dos pensamientos absorben su mente: el amor y la penitencia. Entregado al amor de Dios, a ese amor en el que él creyó y que deseó transmitir a los hombres, fallece el 12 de agosto. La última inscripción de su diario reza: «Bendice, Oh Altísimo también a mis enemigos!“.
Sus restos mortales reposan en la cripta de la Catedral de Xanten.
El 23 de junio de 1996 Karl Leisner fue beatificado por el Papa Juan Pablo II, quién en parte de su homilía señaló: “La prueba de un seguimiento auténtico de Cristo no consiste en las lisonjas del mundo, sino en dar testimonio fiel de Cristo Jesús. El Señor no pide a sus discípulos una confesión de compromiso con el mundo, sino una confesión de fe, que esté dispuesta incluso a ofrecerse en sacrificio.
Karl Leisner dio testimonio de esto no sólo con palabras, sino también con su vida y su muerte: en un mundo que se había vuelto inhumano.
(…) Cristo es la vida: ésta fue la convicción por la que vivió y por la que, finalmente, murió Karl Leisner. Apóstol de una profunda devoción mariana, a la que lo impulsó el padre Kentenich y el movimiento de Schoenstatt”
Florián Stepniak, Beato Presbítero y Mártir, 12 de agosto
Martirologio Romano: En Dachau, cerca de Munich, de Baviera, en Alemania, beatos Floriano Stepniak, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y José Stras zewski, presbíteros y mártires, que, invadida Polonia en el tiempo de guerra, murieron en la cámara de gas en el campo de concentración (1942).
El padre Florián Stepniak nació en Zdzary, pueblo cercano a Nowe Miasto, el 3 de enero de 1912, de familia campesina, recibiendo en el bautismo el nombre de José. Terminada la escuela primaria, sintió deseos de estudiar y hacerse capuchino. Gracias a los capuchinos de Nowe Miasto, cursó la escuela secundaria superior y, sucesivamente, en 1927, los estudios en el Colegio de San Fidel de los Capuchinos de Lomza.
Aunque no poseía gran capacidad intelectual, supo siempre suplir esa carencia con la diligencia y la laboriosidad. Su compañero de estudios, padre Cayetano Ambrozkiewicz, lo describe así: «Un alma santa. Solidario, franco, alegre, y sin embargo ya entonces un poco diverso de nosotros, muchachos juguetones y con la cabeza un poco a pájaros». Se adscribió a la Orden Tercera de San Francisco cuando era todavía alumno de la escuela secundaria.
El 14 de agosto de 1931 ingresó en el noviciado capuchino de Nowe Miasto, recibiendo el nombre religioso de Florián. En el noviciado se señaló por su celo, generosidad y devoción. Después de profesar temporalmente y cursar la filosofía, profesó solemnemente el 15 de agosto de 1935. Continuó los estudios teológicos en Lublin y recibió la ordenación sacerdotal el 24 de junio de 1938.
A continuación siguió con estudios de Sagrada Escritura en la Universidad Católica del mismo Lublin y allí se encontraba al estallar la Guerra el 1 septiembre 1939. En aquellos meses cruciales no abandonó el convento, lo mismo que los demás religiosos compañeros, y continuó sin miedo dedicado a confesar a los fieles. A causa de la persecución muchos eclesiásticos se escondieron, de manera que no se encontraba apenas quien enterrara a los muertos.
El padre Florián se encargó de suplir en este servicio con gran valentía y generosidad. No hizo otra cosa, en realidad, que poner en práctica la frase programática de la vida religiosa que había escrito de su puño y letra en la estampa recuerdo de su ordenación sacerdotal: Estamos dispuestos a daros no sólo el Evangelio, sino nuestra misma vida. Una frase en que se condensaba la esencia de su vida.
No pudo trabajar mucho tiempo en Lublin. El 25 de enero de 1940, junto con todos los sacerdotes y clérigos del convento, fue arrestado por la Gestapo y encarcelado en el Castillo de la ciudad. El padre Enrique no perdió entonces el optimismo y la alegría que le eran innatos.
El 18 de junio de 1940, al igual que los demás compañeros religiosos, fue trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen, junto a Berlín. Tampoco allí perdió su buen humor, por más que la vida del campamento fuera espantosa. El 14 de diciembre de 1940 fue transferido al campo de concentración de Dachau, donde le asignaron el número de matrícula 22.7388.
El frío le afectó terriblemente hasta minar su organismo. Era hombre de constitución fuerte y robusta, por lo que necesitaba mucho alimento. A la debilidad del hambre se le unió la enfermedad. En el verano de 1942 enfermó y tuvo que ser hospitalizado en la enfermería del campo. En aquel período todos los inútiles para el trabajo y los enfermos eran instalados a un barracón donde las condiciones eran menos malas.
Allá fue trasladado el padre Florián. Después de algunas semanas, aunque las raciones de comida eran de hambre, mejoró y fue dado de alta. Pero no fue devuelto a su bloque. Como convaleciente lo pusieron en el bloque para los inválidos. Así recuerda el comportamiento del Siervo de Dios su compañero de desventuras en el campo, padre Cayetano Ambrozkiewicz: «Algunos amigos sacerdotes, que lograron escapar del bloque de los inválidos, contaron que el padre Florián Stepniak había llevado la luz a aquella infeliz barraca».
Los allí encerrados estaban destinados a morir. Morían a decenas extenuados, y muchísimos eran llevados en grupos no se sabía adónde. Sólo posteriormente se supo que eran eliminados en las cámaras de gas, en los alrededores de Munich.
Quien no ha experimentado el campo de concentración no puede hacerse idea de lo que significaba para aquella gente del bloque de los inválidos, que no eran más que huesos y piel, inmersos en una atmósfera de muerte, oír una palabra de consuelo y ver la sonrisa de un capuchino reducido a la misma situación que ellos.
Cuando llegó la vez a la letra «S» (el apellido era Stepniak), el padre Florián fue llevado a la muerte. El gas lo asfixió el 12 de agosto de 1942. Su cuerpo, con toda probabilidad, fue quemado en los hornos. Las autoridades del campo, hipócritamente, comunicaron a sus padres que su hijo José había muerto de una angina de pecho.
El 13 de junio de 1999 fueron beatificados por Juan Pablo II en Varsovia 108 mártires del nazismo. Entre ellos el padre Florián.
Los tres fueron beatificados por quien ya, desde el pasado 1 de mayo, es nuevo beato de la Iglesia, el papa Juan Pablo II. Un momento oportuno pues para fijar nuestra mirada en aquel horror nazi y pedir que no vuelva a reproducirse nunca jamás.
Carlos (Karl) Leisner y Florián Stepniak son dos buenos ejemplos que han de alentarnos en la fe y en la importancia del seguimiento a Cristo. Dos testigos del siglo XX y dos goriaa de la Iglesia Católica Universal