Cada vez es más frecuente aprovechar los espacios exteriores de las viviendas urbanas para disponer, no las típicas macetas con flores, sino cajoneras con plantas comestibles. Terrazas y azoteas se están convirtiendo así en minihuertos urbanos en la propia casa. Es el caso, entre otros, de Josep Maria, quien ha convertido la terraza de su casa de La Barceloneta en un lugar de ocio, aprendizaje y producción de alimentos. «Es una manera de estar en contacto con la tierra, algo que en una ciudad como Barcelona no siempre es fácil», explica. «Como todo, supone tiempo y dedicación, pero es algo perfectamente compatible con una vida normal y merece la pena». Entre las ventajas, menciona el compostaje de las basuras orgánicas de la vivienda. «Ahora generamos mucha menos basura, porque la aprovechamos para hacer que se convierta en abono», dice orgulloso mientras muestra la compostera organizada en capas donde una buena cantidad de lombrices americanas está haciendo su trabajo. «Y no solo es algo bueno para los de casa; también lo es para la ciudad y el medio ambiente».
Para los que no tienen terraza en su vivienda existe la opción de utilizar la azotea del edificio vecinal. Es lo que han hecho en la comunidad de vecinos de Olof Palme 12, en Valencia. Luis, Reme, Amparo, Santiago,Chema y Ester nos lo cuentan así:
En Vitoria, Uxue solicitó una pequeña parcela de las que el ayuntamiento pone a disposición de los ciudadanos para cultivarla con criterios de agricultura ecológica y sea para autoconsumo. “me pidieron hacer un cursillo, que hice encantada”, comenta. “Para mí es una actividad muy gratificante de contacto con la tierra, además de una fuente de alimentación sana y ecológica”.
«Los centros que están introduciendo huertos escolares se están dando cuenta de que junto con la nueva responsabilidad que entraña la experiencia, es enorme la motivación e interés que se despierta en el alumnado. Es una lástima que haya colegios que tengan todo su suelo asfaltado y no sea posible hacer un huerto escolar. Pero todo llegará» –comenta convencida.
Algunos comedores escolares ya han dado el salto a la alimentación ecológica, como los del C.E.P. Serantes(Santurtzi. Bizkaia), el colegio público Gómez Moreno (Granada) o el colegio público Virgen de los Desamparados de Oliva (Valencia). Los procesos de cambio no han sido, por lo general, fáciles y han debido contar con la participación de toda la comunidad educativa (dirección, profesorado, padres, proveedores). En algunos casos, el paso a la alimentación ecológica ha supuesto renunciar a subvenciones públicas condicionadas al suministro por parte de grandes empresas de hostelería. Pero los resultados finales están a la vista: una dieta más sana para los alumnos y más respetuosa con el medio ambiente y con otras sociedades.
Ciertamente, aprender a alimentarse de forma saludable, sostenible y solidaria lleva tiempo. Por eso es bueno aprovechar todas las oportunidades. También en Valladolid vive Mirentxu, quien el año pasado se apuntó a un curso de “Alimentación consciente y responsable”, que durante cuatro fines de semana, entre septiembre de 2012 y enero de 2013, ha impartido el Dr. Gustavo de Teresa en el colegio de La Enseñanza de Valladolid. «¡Ni de lejos me imaginaba que iba a aprender tanto!», dice con emoción. «Realmente es toda una ciencia ¡y una conciencia!» Y es buena señal que cada vez sean más las personas interesadas en aprender a alimentarse de otra manera. Como todo, lleva tiempo, pero poco a poco vamos así dando pasos hacia otra forma de vida más plenificante para nosotros, para todos y para la Creación entera.
¡Gracias, Señor! Por tantas personas que están poniendo en práctica otra forma de vida posible.
Gracias también por todas las oportunidades que nos brindas de ir transformando el mundo
mediante la pequeñez de nuestros gestos y hábitos cotidianos.
Gracias porque, aunque no veamos que el mundo cambia, al menos nosotros estamos cambiando.
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