Forrado de pobreza pero ceñido en riqueza divina,
sin ruidos ni trompetas triunfales,
pero codiciado por la gente sencilla.
Llorando, porque sabes que los hombres sollozamos,
y pequeño… por las veces en la que humanidad
se siente excesivamente, poderosamente grande.
¡Has venido, Señor, y eso es amor!
Alumbrado por el seno virginal de una humilde nazarena,
y vigilado, por la sobriedad del Patriarca de ese portal.
Aplaudido, hoy como entonces,
por la indiferencia de los que no saben verte,
y agasajado por el zurrón de los pastores de Belén.
¡Has venido, Señor, y eso es amor!
Acariciado por manos santas y puras de la Virgen María,
y pretendido por otras traicioneras y engañosas.
Arrullado por raspas pajas de un pesebre,
y denostado por los que quieren regir
y vivir como si Tú no existieras.
¡Has venido, Señor, y eso es amor!
Tráenos luz que encienda las oscuridades
de nuestro vivir cotidiano.
Danos aquello que, sólo Dios,
es capaz de ofrecer sin nada a cambio.
Haznos comprender el Misterio que,
en este día, se desvela.
Entresijo escondido desde siglos,
y resuelto en la frialdad de una mágica noche.
Déjanos postrarnos ante Ti para que, inclinándonos
ante Ti, adivinemos que Tú desciendes a la humanidad,
para que, nosotros, ascendamos hasta los mismos
pliegues de lo divino, ante lo que un día
nos aguarda en el cielo.
Míranos, con esos ojos de Niño,
para que nunca olvidemos que, en Belén,
nace el AMOR, y que, con ese AMOR,
venceremos a las desesperanzas e inquietudes,
dudas y lágrimas, caídas y tropiezos
Para que nunca olvidemos que, sin el AMOR de Belén,
el mundo estaría huérfano y roto por sus cuatro costados.
Para que nunca olvidemos que, si DIOS se hace pequeño,
Infante, humano, carne de nuestra carne,
es porque cree, piensa y desea la salvación del hombre.
¡Has venido, Señor, y eso es amor!
P. Javier Leoz