Hace dos años que se escribió pero tiene la misma vigencia hoy, dos años después de aquel horroroso accidente ocurrido en Haití. Aprovechamos este triste aniversario para recordar aquella oración y para hacer ver que la esperanza, por mal que se encuentren las cosas no hay que perderla nunca, nunca, nunca. Les dejo pues con esta Oración. Oración que nos va a hacer pensar, refrescar la memoria del horror, estar más si cabe al lado de las víctimas y querer más a Jesús que es al único que nos podemos acoger sin temor a equivocarnos y con la completa seguridad de que no nos va a fallar (Jose Angel Crespo)
Oración Esperanzada ante el terremoto de Haití
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-Periodista-Poeta
Señor:
¿Dónde estabas?
¿Y dónde estás ahora?
¿Dónde te podemos encontrar?
¿Dónde estabas cuando la gente sufría?
¿Dónde estabas cuando sucedió el terremoto?
Son las preguntas que te hago, Señor,
cuando mis pensamientos se ofuscan
al contemplar tanto dolor y tanta tragedia;
tanto edificio derrumbado y tantos muertos por las calles.
Ante el terremoto,
no solo ha temblado la tierra sino también los corazones.
Señor:
No estabas lejos de tantos hermanos nuestros;
estabas en cada persona
y morías cuando moría un hermano nuestro
aplastado por los escombros
o por el vaivén de la tierra movediza.
Y siempre, Señor, sufren las catástrofes los mismos,
y siempre sufren las destrucciones los mismos,
y siempre mueren los mismos.
Miles de heridos,
miles de muertos
y muchísimos más los damnificados.
Y en el horizonte:
Un futuro incierto.
Las escenas son aterradoras:
Dolor y llanto sin consuelo por los muertos,
familias enteras que han desaparecido.
Basta lo dicho para poner en palabra una gran tragedia
y un gran sufrimiento
El terremoto no es, pues,
Señor, sólo una tragedia,
sino que es también una radiografía del país.
Muy mayoritariamente mueren los pobres,
quedan soterrados los pobres,
tienen que salir corriendo
con las cuatro cosas que les quedan los pobres,
duermen a la intemperie los pobres,
se angustian por el futuro los pobres,
encuentran inmensos escollos
para rehacer sus vidas los pobres.
Señor:
La tragedia ha sido grande para los pobres.
Y en medio de la tragedia la vida sigue pujando,
atrayendo y moviendo con fuerza.
Y junto al impulso del propio vivir,
surge también la fuerza de la solidaridad
Es la santidad del sufrimiento.
Puede sonar exagerado,
pero ante estos pobres,
quizás podamos repetir lo que dijo el centurión ante Jesús crucificado:
“Verdaderamente éstos son hijos e hijas de Dios”.
En los pueblos sufrientes, crucificados
Señor:
¿Dónde estabas?
¿Y dónde estás ahora?
¿Dónde te podemos encontrar?
¿Dónde estabas cuando la gente sufría?
¿Dónde estabas cuando sucedió el terremoto?
Las preguntas siguen resonando:
También las hizo Jesús,
y Pablo tuvo la audacia de responder: En la Cruz.
Dios está en entre los escombros de las ciudades rotas,
refugio de damnificados sin nada.
Dios está entre los muertos y destruidos
por la rabia de la tierra que se balancea a su antojo.
Señor:
La mayor esperanza es seguir caminando,
practicando la justicia y amando con ternura.
En este sentido,
ojalá la solidaridad ayude a reconstruir una nueva historia
pero sobre todo personas y pueblos;
ayude a reparar caminos,
pero sobre todo modos de caminar en la vida;
ayude a construir templos, pero sobre todo pueblo de Dios.
Ojalá la solidaridad dé esperanza a este pueblo que sufre y muere
Con ella ya encontrará la gente modos de valerse por sí misma.
Ayúdanos, Señor.
Amén.