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Guión para el 3er Domingo del tiempo ordinario – Ciclo A

III Domingo del Tiempo ordinario

III Domingo del Tiempo ordinario

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO

Del propio – Verde
Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10 / 1 Corintios 12, 12-30
/ Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
Salmo Responsorial Sal 18, 8-10. 15
R/. «Tus palabras, Señor; son Espíritu y Vida»

Santoral:
María, Reina de la Paz,
San Francisco de Sales

LECTURAS DEL DOMINGO
DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO

Leían el libro de la Ley, interpretando el sentido

Lectura del libro de Nehemías
8, 2-4a. 5-6. 8-10

El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes.
Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera, que habían hecho para esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo -porque estaba más alto que todos- y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie.
Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!» Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra.
Los levitas leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura.
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: «Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren». Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.
Después añadió: «Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque éste es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
18, 8-10. 15

R. Tus palabras, Señor; son Espíritu y Vida.

La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple. R.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos. R.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos. R.

¡Ojalá sean de tu agrado
las palabras de mi boca,
y lleguen hasta ti mis pensamientos,
Señor, mi Roca y mi redentor! R.

Ustedes son el Cuerpo de Cristo,
y cada uno es miembro de ese Cuerpo

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
12, 12-30

Hermanos:
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? y si el oído dijera: «Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato?
Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito», ni la cabeza, a los pies: «No tengo necesidad de ustedes». Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera.
Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría.
Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.
En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de sanar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de sanar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
1, 1-4; 4, 14-21

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquéllos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción.
Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres,
a anunciar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor».
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».

Palabra del Señor.

Reflexión

PALABRA DE VIDA
1.- Celebrar y vivir la Palabra de Dios. Llama la atención la forma en que el pueblo celebra la presentación del Libro de la Ley en tiempos del profeta-sacerdote Esdras y del gobernador Nehemías. Esdras concluye la proclamación de la Ley con una alabanza al Señor, y todo el pueblo responde con una aclamación y un asentimiento a la voluntad del Señor, alzando las manos y diciendo amén, amén. Es la renovación de la Alianza: Dios da su palabra y el pueblo se compromete a cumplirla. Su futuro depende de que así sea. Esdras y Nehemías animan al pueblo para que no se aflija y se alegre en el Señor. Porque el Señor es la fortaleza de Israel. La palabra proclamada ante el pueblo y aceptada por el pueblo, comentada después e interiorizada por cada uno, lleva a la responsabilidad y a la conversión de todos. Los que han participado de una misma palabra, tomarán parte también en un mismo banquete para celebra la fiesta de la reconciliación. Nadie debe quedar al margen de esta fiesta, y menos aquellos que no tienen nada que llevarse a la boca, los pobres de Yavé. La reconciliación con Dios y la aceptación de su voluntad implica necesariamente la reconciliación entre los hombres y la acogida a los pobres a los que ama el Señor. Cada domingo lo que escuchamos en las lecturas debería ser «palabra de vida», de tal manera que, al escuchar lo que Dios nos dice, intentemos llevarlo a la práctica durante toda la semana.
2.- «Destinados a proclamar las grandezas del Señor» (1 Pe 2,9). La pluralidad de miembros en la Iglesia es la pluralidad de miembros incorporados a Cristo. La Iglesia sólo es cuerpo en la medida que es cuerpo de Cristo. De él recibe la Iglesia su unidad y su pluralidad. Porque él es el principio rector y organizador, la plenitud de la que participan todos los miembros, cada uno según su carisma. Por lo tanto, la unidad de la Iglesia no es el resultado de un convenio entre sus miembros, sino más bien la consecuencia de la incorporación de estos miembros a Cristo y por Cristo. De ahí se sigue el imperativo ético de permanecer unidos cuantos se confiesan cristianos. Si todos los cristianos son miembros de un mismo cuerpo, esto significa: que en la Iglesia no hay miembros pasivos, que en la Iglesia cada uno tiene su función y su carisma; que todos son solidarios y nadie puede ser cristiano individualmente; que las diferencias que nos separan en el mundo quedan superadas en Cristo.
4.- Como cada mes de enero, entre los días 18 y 25, se desarrolla en todas las iglesias cristianas la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que en esta ocasión tiene por lema «Destinados a proclamar las grandezas del Señor» (1 Pe 2,9). El Papa Francisco ha hablado frecuentemente sobre el ecumenismo de la sangre que une hoy a los cristianos, del sufrimiento que nos une “contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre” (cfr. Hch 5,41). El que persigue hoy día a los cristianos, el que nos unge con el martirio, sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le interesa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos, apostólicos… ¡no le interesa! Son cristianos.
4.- Hoy y no mañana. Dice el Evangelio de Lucas: “Hoy se cumple esta Escritura”. Jesús volvió a su pueblo, Nazaret, enseñaba en la sinagoga y aquel día abrió el libro e hizo la lectura del profeta Isaías. Todos tenían los ojos fijos en él. Terminada la lectura dijo: «Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar». Jesús no vino a leer la Biblia. Vino a cumplirla. Un hoy que hace referencia a la actualidad, a nuestra situación personal y comunitaria: «hoy se cumple esta Escritura»; “hoy ha nacido el salvador»; “hoy estarás conmigo en el paraíso». Hoy debe cumplirse lo que es la Buena Noticia. El cristiano vive siempre en el hoy de Dios siempre presente, siempre buscándonos, siempre amnistiándonos. La palabra y los actos no deben presentar ruptura. Este hoy del que nos habla el Evangelio, nos sigue cuestionando. Si bien es cierto que la liberación de Jesús tiene un matiz de interioridad y afecta al corazón mismo de la persona, también es cierto que esa liberación tiene un marcado acento social, que realiza y quiere hacer presente el Reino de Dios; negarlo sería negar prácticamente todo el Evangelio. Hoy, también para nosotros, puede ser ese gran día si la Palabra de Dios que has escuchado comienza a ser viva y eficaz, porque es espíritu y vida.

José María Martín OSA
www.betania.es

EL ESPÍRITU Y LA LEY
1.- Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Hoy comenzamos nuestro comentario con las palabras del salmo responsorial, con el salmo 18, porque son un buen resumen del mensaje que nos trasmiten las lecturas de este domingo y porque es algo que debemos tener en cuenta nosotros en nuestra vida habitual cristiana. La palabra de Dios sólo es eficaz para nosotros cuando se hace vida en nosotros, cuando en la palabra de Dios vemos y sentimos el Espíritu de Dios que quiere encarnarse en nosotros, como se encarnó en Jesús de Nazaret y como, muchos siglos antes, se hizo vida en el pueblo de Israel en tiempos del sacerdote Esdras y del gobernador Nehemías. Se nos dice en este salmo que la palabra de Dios, la ley del Señor, es descanso del alma, instruye al ignorante, alegra el corazón, da luz a los ojos, es verdadera y eternamente estable. Por eso, el salmista reconoce al Señor como su redentor y le pide que llegue hasta él el meditar de su corazón. Pidamos nosotros al Señor hoy que sus palabras, la palabra de Dios, sea para nosotros siempre espíritu y vida y que hagamos de la palabra de Dios el meditar de nuestro corazón, la vida que nos alimente, la luz que nos guíe y la paz que dé descanso a nuestra alma.
2.- Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. ¿A qué escritura se refiere Jesús? Al pasaje del profeta Isaías, en el capítulo 61, cuando, refiriéndose al Mesías que había de venir, dice que “el Espíritu del Señor se había posado sobre él, porque el Señor le había ungido para… anunciar el año de gracia del Señor”. Tuvo que ser este un momento desconcertante para los vecinos de Nazaret, cuando Jesús, el hijo del carpintero del pueblo, se atreve a decir que las palabras que el profeta Isaías atribuye al Mesías que había de venir se las aplica él a sí mismo. Algo inaudito para ellos, algo que ningún profeta jamás había osado hacer. Y, dejando otras muchas cosas aparte, si leemos nosotros con atención el pasaje del texto de Isaías que se cita, veremos, también con asombro, que Jesús se atreve a modificar, breve pero sustancialmente, el pasaje del texto que cita. Ciertamente, porque Jesús no lee la última frase de este texto: “el día de venganza de nuestro Dios”. Es decir, Jesús les dice a los de su pueblo que el Señor le ha ungido a él para que predique el año de gracia del Señor, pero no el día de su venganza. Y este detalle nos debe hacer comprender a nosotros que Jesús, nuestro Mesías, no vino a predicar la venganza, sino la gracia de Dios. Yo creo que, en este año del jubileo de la misericordia, también nosotros, los cristianos, los discípulos de Jesús de Nazaret, debemos hacer el propósito de predicar con nuestras palabras y con nuestras obras la gracia y la paz de Dios, su misericordia, antes que su ira o su castigo. Durante este año de la misericordia seamos nosotros predicadores de la paz y de la misericordia de Dios, como el Papa Francisco nos recuerda y nos recomienda todos los días.
3.- Esdras, el escriba…, abrió el libro de la ley ante la asamblea y… todo el pueblo, levantando las manos, respondió: amén, amén. ¡Qué tiempos aquellos!, podemos decir nosotros ahora, en este siglo XXI. En tiempos del sacerdote Esdras y del gobernador Nehemías, todo el pueblo aclamaba con emoción y profundo respeto la ley del Señor, la ley religiosa. Acababan de venir del destierro y ahora por primera vez podían libremente volver a ser judíos. Un judío entonces no era judío sólo y principalmente por haber nacido en Judea, sino por practicar la ley religiosa judía. La religión judía era algo constituyente del pueblo judío. Hoy, entre nosotros todo es distinto. Pero no lloremos por eso; es así y es así. Intentemos ganar en calidad, lo que hemos perdido en cantidad. Cada uno de nosotros hagamos, libremente, de la religión nuestra forma de vida. Y que nuestra forma de vida y nuestra práctica religiosa sean para los que nos rodean un ejemplo de vida digno de ser vivido y admirado.
4.- Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de que son muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Es la doctrina paulina sobre el cuerpo místico de Cristo, según la cual Cristo es la cabeza de toda la Iglesia cristiana y de cada uno de sus miembros. Como esta doctrina ya la hemos comentado en varias ocasiones, me limito ahora a sugerir la pregunta que cada uno de nosotros debemos hacernos: ¿soy yo un miembro vivo, que vive en comunión viva con Cristo y con su Iglesia? ¿Tengo yo el Espíritu de Cristo? Ojalá que cada uno de nosotros podamos responder: sí.

Gabriel González del Estal
www.betania.es

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