Guión eucaristía para el Domingo segundo del tiempo ordinario – Ciclo A
¿EXISTE EL PECADO, EXISTE EL MAL EN EL MUNDO?
El pecado, sinónimo de “el mal”, es una realidad demasiado destacada en nuestro mundo y Dios nos ofrece su mano tendida, empeñado en quitarlo.
Las cosas no son malas porque Dios ha querido que «sean pecado», sino al revés: precisamente porque son malas y destruyen nuestra felicidad son pecado que Dios trata de quitar de nuestro corazón. Pecar es renunciar a ser humanos; es matar la esperanza; es dar muerte a la vida, a la paz, a la gracia.
Pecar es contaminar la vida, hacer un mundo injusto e inhumano, destruir la armonía y la fraternidad.
Por eso el evangelista Juan nos presenta a Jesús como «el Cordero que quita el pecado del mundo: que ofrece el perdón y la paz». De esta manera nos está anunciando que Dios está de nuestro lado frente al mal.
Si miramos al Señor Jesús como el «enviado de Dios que quita el pecado del mundo», experimentaremos en nosotros una gozosa liberación que cambiará nuestra existencia.
Experimentaremos el perdón que nos purifica de nuestros pecados y gozaremos del don de la paz y de la gracia que Dios concede a quienes le acogen con buena voluntad.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías 49,3. 5-6
«Tú eres mi siervo (Israel) de quien estoy orgulloso». Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-: es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Palabra de Dios.
Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9 R.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor: Él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. R:
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy -como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad». R:
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
2ª LECTURA
Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,1-3
Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo Señor nuestro y de ellos.
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, sea con vosotros. Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Pablo desea a los cristianos de Corinto y a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesús, que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre esté siempre con ellos.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,29-34
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquél de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo».
Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel. Y Juan dio testimonio diciendo: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo». Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. Palabra del Señor.
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO
El evangelista Juan presenta a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como el enviado de Dios para que todos los que crean en Él reciban el Espíritu Santo.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
LA MISIÓN DE LA IGLESIA EN EL MUNDO ACTUAL
Juan el Bautista presentó a Jesús ante los demás como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el enviado de Dios para dar su Espíritu a todos los que creyeran en Él. Juan el Bautista dio a conocer quién era realmente Jesús.
La Iglesia, y los que somos miembros de ella de pleno derecho, tenemos que presentar a Jesús como el único que quita el pecado del mundo, tenemos que hablar de Jesús con fuerza, sin miedo, con total convicción de que somos portadores de su mensaje de vida y esperanza.
La Iglesia como institución, durante largas etapas de la historia, y también hoy, ha estado preocupada por ser aceptada en la sociedad en la que se ha movido, ha estado preocupada, porque se le escuchara con la buena intención de ayudar a resolver los graves problemas de la sociedad.
La Iglesia ha hablado demasiado de sus propias opiniones, de su visión del mundo y de las cosas, pretendiendo que su criterio era el mejor porque era la Iglesia de Jesús, pero con mucha frecuencia se ha olvidado de hablar de Jesús y de su mensaje.
Por eso, ya en el s. XXI, la Iglesia, y los que seguimos a Jesús, tenemos que poner los ojos en Él, tenemos que hacer lo posible para que sea mejor conocido y más amado.
En esta misión que hemos de llevar a cabo, no podemos olvidar que nuestras palabras tienen que ir acompañadas de la coherencia de nuestra vida para hacer creíble lo que decimos de Jesús que pasó por el mundo haciendo el bien.
Guión eucaristía para el Domingo segundo del tiempo ordinario – Ciclo C
¿DÓNDE ESTÁ HOY EL JESÚS VIVO?
En el relato del milagro de las bodas de Caná lo importante es el descubrimiento de Jesús profundamente humano, cercano a las gentes con las que convive, participando plenamente en los sucesos de su vida.
La clave del relato es presentarnos al Jesús hombre en su vida social, ofrecernos un conocimiento profundo de su vivir, de su pensar, de su amor sin límites, de su contacto con pecadores, enfermos, con pobres, con amigos, de su amor apasionado por el Padre.
En este episodio podemos encontrar la respuesta a una posible pregunta muy actual: “¿Dónde está hoy el Jesús vivo?, ¿dónde se le puede encontrar?”.
Jesús no es un extraño en nuestra vida, está presente en el amor de unos novios al casarse, en el de unos amigos e invitados que les acompañan en su boda. Dios está siempre especialmente presente donde hay amor, en todo nuestro vivir, especialmente cuando amamos.
Cuando amamos podremos llegar a descubrir a Dios dentro de nosotros, identificado con nuestro ser, y llegar a ser capaces de vivir la inmensa alegría que nace al descubrir esta presencia suya en nuestra persona. Dios es amor, gozo compartido.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
1ª LECTURA
Lectura del libro de Isaías 62,1-5
Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
El profeta alienta a los desterrados y a los desanimados con la visión de una maravillosa Jerusalén y el resurgimiento del templo.
La nueva Jerusalén, por la que suspiraban todos los judíos, será una ciudad llena de paz, de vida y salvación, porque Dios la va a considerar con la atención que el novio cuida a su novia.
SALMO
2ª LECTURA
Lectura de la 1ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,4-11
Hermanos:
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu.
Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar.
A éste le han concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus.
A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.
Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
El apóstol Pablo en su carta a los cristianos de Corinto les manifiesta que los dones y gracias que reciben de Dios están ordenados al bien común de todos, que no son dones particulares o privados.
Dios los ofrece para que cada uno los ponga al servicio de la comunidad de creyentes. Esos dones proceden de un mismo Espíritu y están ordenados a fortalecer la unidad de los creyentes y nunca para la discordia.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 2,1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo:
No les queda vino.
Jesús le contestó:
Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los sirvientes:
Haced lo que él diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó:
Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.
Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
Palabra de Dios
COMENTARIO AL EVANGELIO
El Evangelio de hoy nos ofrece la oportunidad de pensar que la alegría es un don de Dios y el que tiene a Dios como amigo debe vivir gozoso y manifestar y compartir su alegría con los demás.
La presencia de Jesús en la boda es origen y fuente de alegría y paz, puesto que donde está Jesús no puede haber tristeza. La presencia de Jesús, ya sea en nuestra vida personal o en nuestra vida comunitaria, realiza siempre el milagro de la conversión del corazón para alegría y gozo de todos.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
LA ALEGRÍA DE VIVIR
El pasaje del evangelio de las bodas de Caná nos ofrece diversos aspectos sobre los que reflexionar.
En primer lugar contemplamos a un Jesús cercano, que quiere compartir todos los momentos de la vida humana, que está disfrutando de la fiesta de la boda, de estar con sus amigos y con su familia. Verlo en la fiesta junto a su familia y a sus amigos es una llamada a hacer nosotros lo mismo.
A menudo andamos agobiados por los quehaceres diarios y descuidamos lo más importante: dedicar tiempo a nuestros seres queridos, disfrutar de las pequeñas o grandes cosas de la vida, cuidar a los amigos, alegrarnos y compartir las alegrías con los demás.
En 2º lugar en la boda de Caná el vino está presente. Vino que simboliza la alegría, la armonía, el entusiasmo, la unidad.
A veces a nuestra vida le falta fuerza, ilusión, entusiasmo, intensidad, calidad, llenándola de amargura, de quejas, de malestar, y amargamos la vida de los demás con nuestras palabras, nuestras acciones, nuestras actitudes.
Necesitamos que Jesús saque lo mejor de nosotros, como sacó lo mejor del vino de la boda, que nos haga vivir con entusiasmo y alegría, disfrutando de todo, incluso de las cosas pequeñas y contagiando la alegría a los demás.
En 3º lugar el milagro de la boda se produce por intercesión de María. Ella hizo cambiar la actitud y la decisión de su Hijo.
Quizá la tenemos poco en cuenta en nuestra vida cristiana. Quizá deberíamos procurar que María recuperara el lugar que le corresponde en nuestra relación con Dios, que su intercesión nos ayudara a descubrir al Jesús cercano, y que nos ayudara a poder vivir la vida con el mejor de los vinos que hay en nuestro corazón.
Guión eucaristía para el Domingo segundo del tiempo ordinario
Domingo, 17 de Enero de 2021
DOMINGO 2º DURANTE EL AÑO
Feria – Verde
1 Samuel 3, 3b-10. 19 / 1 Corintios 6, l3c-15a. 17-20 / Juan 1, 35-42
Salmo Responsorial Sal 39, 2. 4ab. 7-10
R/. «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»
Santoral:
Santa Prisca (Priscila) y San Liberto
LECTURAS DEL DOMINGO 18 DE ENERO DE 2015
DOMINGO 2º DURANTE EL AÑO
Habla, Señor, porque tu servidor escucha
Lectura del primer libro de Samuel
3, 3b-10. 19
Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy». Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Pero Elí le dijo: «Yo no te llamé; vuelve a acostarte». Y él se fue a acostar.
El Señor llamó a Samuel una vez más. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Elí le respondió: «Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte». Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada. El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven, y dijo a Samuel: «Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha». y Samuel fue a acostarse en su sitio.
Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» Él respondió: «Habla, porque tu servidor escucha» .
Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 39, 2. 4ab. 7-10
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy». R.
«En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón». R.
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor. R.
Los cuerpos de ustedes son miembros de Cristo
Lectura de la primera carta del Apóstol
san Pablo a los cristianos de Corinto
6, l3c-15a. 17-20
Hermanos:
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros con su poder.
¿No saben acaso que sus cuerpos son miembros de Cristo?
El que se une al Señor se hace un solo espíritu con Él.
Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo.
¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios?
Por lo tanto, ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡Y a qué precio!
Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Vieron dónde vivía y se quedaron con Él
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
1, 35-42
Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Éste es el Cordero de Dios».
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?»
Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?»
«Vengan y lo verán», les dijo.
Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.
Palabra del Señor.
Reflexión
JESÚS SIGUE LLAMANDO
1.- Llamada. Decimos que la vocación es la respuesta a una llamada, que el hombre recibe de parte de Dios. Quien toma la iniciativa es el que llama, el Señor. Esto se observa claramente en la primera lectura donde el «convocado» es un adolescente inexperto que vive en una época en que «era rara la palabra de Yahvé». Dios se fijó en un muchacho, no en el sacerdote Elí, porque Dios prefiere a los pequeños tal como había cantado Ana, madre de Samuel.
La llamada es pura gracia, don que Dios da. Él se fija en ti y te llama por tu nombre como a Samuel. Te está diciendo primero que te ama; después, que cuenta contigo; al fin, pide tu colaboración para que trabajes por el Reino, que ayudes al hermano necesitado, que compartas el dolor del que está enfermo o excluido, que seas instrumento de paz, que hagas de tu profesión un servicio, que proclames con tu vida la Buena Noticia e incluso que lo dejes todo por El. Es hermoso saber que Dios «te ha soñado» desde el principio de una manera, que espera mucho de ti, pero que respeta tu libertad. El sólo quiere que seas feliz haciendo felices a los demás.
Dios no llama sólo una vez en la vida. Su llamada se mantiene a lo largo de toda tu vida. Te puede llamar también a través de los hermanos. Son las mediaciones que Dios utiliza para darnos a conocer su sueño. Hay vocaciones que han nacido y se han desarrollado a la luz de la realidad que nos interpela y del ejemplo de personas cercanas cuya vida «nos edifica». Ese, al menos, fue mi caso. Pero sólo oye la voz aquel que está atento, o que busca como los dos discípulos. Es entonces cuando Dios te dice «Ven y verás». Ellos fueron y vieron donde vivía y se quedaron con él. Fueron unos privilegiados. San Agustín sospecha que la experiencia tuvo que ser maravillosa: «¡Qué día tan feliz y qué noche deliciosa pasaron!, ¿quién podrá decirnos lo que oyeron de boca del Señor? Edifiquemos y levantemos también nosotros una casa en nuestro corazón a donde venga él a hablar con nosotros y a enseñarnos».
2.- Discernimiento. Tras la llamada hay un discernimiento para aclarar mejor por dónde tenemos que ir. No es fácil, por eso necesitamos como Samuel alguien que nos acompañe. Samuel fue a ver a Elí. Los dos discípulos acudieron a Juan, que les mostró a Jesús «que pasaba». El paso de Jesús por nuestra propia historia personal no es fácil de apreciar. Muchos como Herodes y el joven rico también se cruzaron con él, pero no fueron capaces de escucharle y de seguirle.
Hoy decimos que hay menos vocaciones para la vida religiosa o el sacerdocio. Yo creo que Dios sigue llamando, pero no sabemos escucharle porque hay mucho ruido a nuestro alrededor. Todo lo relacionado con la vocación necesita de mucha oración, reflexión y consejo. No siempre percibimos la Palabra con claridad. En toda vocación hay mucho de búsqueda, pero en muchas ocasiones Dios nos da la luz a través de experiencias y de personas que nos iluminan.
3.- Respuesta. Una vez que sentimos con cierta seguridad que Dios nos llama entra en juego la respuesta por parte del hombre/mujer. Las respuestas de Samuel y de los dos discípulos fueron modélicas: «Habla, Señor, que tu siervo escucha», «Fueron, vieron y se quedaron».
¡Qué generosidad y que amor demostraron! No sabían bien lo que implicaba su decisión, pero se han dejado seducir, se han enamorado de Dios. Andrés, uno de los discípulos comunica su alegría a su hermano Simón: «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús.
La felicidad que da el sentir la gracia de la llamada y el vivir de cerca la experiencia de Jesucristo te lleva a comunicarlo. Nosotros, que seguimos a Jesús, también debemos mostrarlo a los demás, debemos ser «andreses». No tengamos miedo el Señor nos dará a conocer la misión que nos encomienda, como a Pedro, y nos dará la fuerza para realizarla.
José María Martín OSA
www.betania.es
LA LLAMADA DE DIOS Y LA RESPUESTA DE LOS HOMBRES
1.- Él les dijo: venid y lo veréis. Dios nos está llamando siempre, a todos y a cada una de las personas, sin distinción de razas, lenguas, o credos religiosos. A los que conocemos a Cristo nos llama directamente al seguimiento de su Hijo, principalmente a través de la lectura de los evangelios, o de alguna otra forma. A los que, sin culpa propia, no conocen a Cristo les llama siempre a la santidad, de múltiples maneras, a través de la propia conciencia, o de algún buen libro, o de otra persona, o de la naturaleza, o de cualquier otra forma que él crea conveniente. La llamada de Dios al seguimiento de su Hijo y a la santidad es una llamada universal, porque Dios nos considera a todos hijos suyos y quiere que todos nos salvemos. Cristo vino para salvarnos a todos; la redención de Cristo tiene un valor universal. Lo que, desgraciadamente, no es universal es la respuesta de las personas al seguimiento de su Hijo, y a la santidad en general. Son nuestras pasiones, nuestros vicios y pecados, nuestros egoísmos, los que nos hacen sordos a la llamada de Dios. Para seguir a Cristo, para alcanzar la santidad, tenemos que luchar contra múltiples tentaciones, tenemos que vencer las tendencias pecaminosas de la naturaleza, tenemos que nacer de nuevo, como le dijo el mismo Cristo a Nicodemo. Andrés y el otro discípulo que oyeron a Juan siguieron al Cordero de Dios, vieron donde vivía y se quedaron con él. También Pedro, a través de su hermano Andrés, conoció a Cristo y le siguió. A todos y a cada uno de nosotros nos está llamando Dios todos los días al seguimiento de su Hijo y a la santidad. Sigámosle y quedémonos con él para siempre.
2.- Habla, Señor, que tu siervo escucha. También al profeta Samuel era Dios el que le llamaba, cuando el niño dormía en el templo junto al arca de Dios, y la respuesta del niño Samuel, tal como le indica el sacerdote Elí, es un modelo de la respuesta que nosotros debemos dar a Dios cuando él nos llama. Ante la llamada de Dios nuestra respuesta debe ser siempre afirmativa; lo importante es no confundir la voz de Dios con otras voces que no son de Dios, sino que proceden de otras fuentes. Más de una vez pueden ser nuestros egoísmos y nuestros humanos intereses los que nos llamen, tratando de imitar muy bien, eso sí, la voz de Dios. La voz de Dios quiere siempre respuestas que expresen el bien más puro y el amor más generoso de la persona a la vocación de Dios. No debemos entender la vocación de Dios como referida únicamente al sacerdocio, o a los ministerios sagrados; Dios llama siempre a la santidad en cualquier profesión lícita y digna que realicemos. También “entre los pucheros anda Dios”, y debe andar Dios en la educación de los hijos, y en el discurso político, y en la fábrica, y en la casa, y en la calle… Lo importante, como hemos dicho, es tener los oídos del alma bien atentos para saber distinguir la voz de Dios y para responderle siempre con decisión y valentía: “habla, Señor, que tu siervo escucha”
3.- ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? San Pablo les dice a los cristianos de Corinto que no deben emplear el cuerpo para fines que no son de Dios, es decir, que ¡deben glorificar a Dios con su cuerpo! Si somos verdaderos cristianos, es decir, si estamos llenos del espíritu de Cristo, todo lo que somos y tenemos es de Cristo. No podemos pretender que nuestro espíritu sea de Dios, si entregamos nuestro cuerpo a los ídolos. Somos cristianos en cuerpo y alma y es el alma, el espíritu, el que debe dirigir al cuerpo, no al revés. Y si queremos que nuestro espíritu sea de Cristo, también nuestro cuerpo debe ser de Cristo. Cuerpo y alma forman en el ser humano una sola unidad sustancial, por tanto si queremos que nuestro ser sustancial sea cristiano, también nuestro cuerpo debe ser un cuerpo cristiano. “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo”. Es decir, que debemos ser cristianos en cuerpo y alma.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¿BUSCAMOS ALGO?
¿Qué buscáis? Es la pregunta que Jesús, una vez bautizado por Juan en el río Jordán, nos realiza a cada uno de nosotros.
1. El Señor necesita de nuestras manos para llevar adelante su misión. Pero ¿buscamos el bien de Dios? ¿Anhelamos el futuro y la propagación del evangelio? ¿No nos habremos quedado con la silueta, tierna e infante, de Jesús en Belén? ¿Somos conscientes de que, como creyentes, no nos hemos de cansar de investigar y escudriñar en la dirección adecuada?
El Señor, en este día, nos busca a nosotros. Sale a nuestro encuentro. Nos llama, con nombre y apellidos, para secundar o colaborar con su causa. Nos invita a morar en El. El Señor exige respuestas. ¿Seremos capaces de responderle con generosidad?
Responder al Señor no es fácil. Algunos incluso dicen que no merece la pena hacerlo. Que es arrojarse al vacío y sin sentido. Que no está de moda y que, para buscar esforzándose, mejor es hacerlo en el escaparate ruidoso del mundo que en el invisible campo de la fe.
2. Hoy, pero como siempre, existen diversos perfiles de personas que pueden responder a los siguientes parámetros:
-Las que no desean más ocupación que el propio yo
-Los que, cansados de buscar, prefieren afirmar un “Dios no existe”
-Los que, en una desenfrenada lucha por el bienestar, olvidan que hay muchas personas que también tienen derecho a no ser olvidados
-Los que, bajo el paraguas del “Dios no existe” creen que, en la vida, todo vale con tal de alcanzar la felicidad suprema a costa de quien sea y de lo que sea.
-Los que no esperan ni desean más horizontes que sus propios ideales
-Los que están convencidos de que, Dios, es un aguafiestas o alguien empeñado en reventar la felicidad de la humanidad.
¿Qué busca el hombre de hoy? ¿Hacia dónde camina? ¿Busca a Dios o se busca a sí mismo? ¿Quiere algo más o hace tiempo que dejó de esforzarse en el recto camino?
Pidamos al Señor, en este domingo, que no dejemos de ser aventureros. Que le busquemos con todo nuestro corazón, con todo nuestro entendimiento y con todas nuestras fuerzas.
Todos hemos tenido y sentido “esa hora cuarta”, ese momento personal con el Señor. Ese instante en el que dijimos “estar en el mismo cielo”. Ese minuto en el que, Jesús, se convirtió en ese Alguien insustituible e imprescindible para entender nuestra existencia y nuestro modo de vivir. Que no nos cansemos de buscar a ese Señor que, siempre y en toda circunstancia, sale a nuestro encuentro.
A raíz de los últimos atentados islamistas (ocurridos en Europa) recordamos a tanta gente que, por buscar y creer en el Dios de Jesucristo, son masacrados por la barbarie terrorista en tantos lugares del mundo. Una realidad que, sistemáticamente, es silenciada por los medios de comunicación y que se lleva por delante la vida de miles y miles de hermanos nuestros. ¿Su delito? ¡Buscar a Cristo! ¿Su grandeza? ¡Permanecen fieles hasta la muerte!
Pedimos por la paz, por supuesto, por el cese del terrorismo que desestabiliza todo sistema democrático. Pero no es menos cierto que, como creyentes, hemos de exigir que nuestras convicciones religiosas (junto con las de los demás) no sean motivo de mofa, humor satírico y escarnio público. Eso lejos de ser libertad de expresión se convierte en zafiedad poco profesional.
Javier Leoz