Guión Domingo 21 del Tiempo ordinario
DOMINGO XXI DURANTE EL AÑO
PREPARACIÓN:
Antes de la salida del celebrante
Celebramos hoy el domingo vigésimo primero del tiempo ordinario, y nos encontramos aquí reunidos en comunidad, en familia, ya que el Señor ha enviado a su Hijo para salvarnos en su Iglesia, que es la familia de los hijos de Dios.
AMBIENTACIÓN:
Luego del saludo inicial y antes del acto penitencial
El mismo Dios nos revela la divinidad de su Hijo: verdadero Dios y verdadero Hombre. Y ese misterio de Cristo se hace también presente en su Iglesia, recibiendo los Apóstoles el carisma de pastores, presidiendo la vida de la Iglesia en nombre de Cristo, quien constituye a san Pedro como cabeza visible de ella, confiándole plenos poderes y asegurándole que ratificará desde el cielo, cuanto él haga en la tierra.
1ª. LECTURA: (Is 22, 19-23) (Ver texto)
El Profeta nos muestra cómo Dios designa personalmente al que va a gobernar a su pueblo, otorgándole el poder necesario para desempeñar su tarea.
SALMO RESP.: (137, 1-3. 6. 8bc) (Ver texto)
R. Tu amor es eterno, Señor.
2ª. LECTURA: (Rm 11, 33-36) (Ver texto)
El Apóstol nos manifiesta que el amor de Dios es para nosotros como un abismo, imposible de valorar en toda su profundidad y naturaleza.
EVANGELIO:
(Mt 16, 13-20) (Ver texto)
Escuchemos ahora, al mismo Jesús, que nos manifiesta su poder, que como Hijo de Dios posee, y que Él se lo comunica a su Iglesia, en la figura de su Vicario, el Santo Padre
ORACIÓN DE LOS FIELES:
CELEBRANTE:
Queridos hermanos, en nuestro deseo de que el mundo avance más y mejor hacia el Reino de Dios, invoquemos confiadamente la luz y la fuerza del Señor, pidiéndole que escuche nuestra plegaria.
GUÍA: A cada una de las peticiones responderemos orando:
«POR TU HIJO, ESCÚCHANOS SEÑOR»
v Padre de bondad, te pedimos por la Iglesia y por el Papa Francisco, para que todos los hombres reconozcamos en su presencia, la de Jesús, que hoy también a él le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, oremos…
v Señor de la vida, te pedimos por nuestro Obispo y nuestros sacerdotes, para que ejerciendo con alegría el ministerio de pastores que les has encomendado, nos guíen en responderle comprometidamente a tu Hijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, oremos…
v Señor de la historia, te pedimos por todos los que han consagrado su vida a tu servicio, para que ella sea testimonio de entrega, fidelidad y alegría, que convoque a los jóvenes y a las jóvenes, a seguirte con esa misma disposición, oremos…
v Padre de las misericordias, te pedimos por los que sufren, por los más pobres, los sin techo, para que encuentren en nosotros a verdaderos hermanos que están realmente dispuestos a ayudarlos, oremos…
v Dios de todo consuelo, te pedimos por toda nuestra comunidad, para que viviendo con el valor y el coraje, a tiempo y a destiempo, de profesar que, Jesús es el Mesías, no existan otros dioses, ni miedos ni temblores para profesar nuestra fe, oremos…
CELEBRANTE:
Padre bueno, que eres el Señor de la historia, atiende nuestras plegarias y anhelos, y danos más esperanza para la vida. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS:
Junto al pan y el vino nos ofrecemos nosotros mismos, en una sincera disposición a ser dóciles al Espíritu de Jesús, que se nos manifiesta en nuestros Pastores y el Santo Padre.
Al término del “Lavatorio de Manos” y cuando el celebrante vuelve al centro del altar y antes de la oración siguiente, se hace poner de pie a la asamblea
DIÁLOGO DEL PREFACIO:
Al iniciarse el Prefacio (antes de «El Señor esté con vosotros»)
Iniciamos con fe nuestra acción de gracias a Dios; porque Él ha querido acoger la debilidad y pobreza de los hombres, para convertirla en vida, libertad y amor.
COMUNIÓN:
En el Evangelio hemos escuchado las palabras de Pedro reconociendo a Jesús, el Hijo de Dios; palabras que ahora hacemos nuestras, en el momento de recibirlo sacramentado, ya que nuestro Amén es precisamente un acto de fe en su presencia, en ese alimento que se nos da.
DESPEDIDA:
Retirémonos con un verdadera compromiso: que nuestra vida concuerde con lo que hoy hemos manifestado: que Jesús es realmente el Hijo de Dios y que Él mismo ha designado a quienes deben presidir la vida de la Iglesia en su nombre.