Van a cumplirse por ahora la poco despreciable cifra de 1.697 años, que fuera cuando el emperador Constantino, ante la batalla del Ponte Milvio tuvo una aparición en el cielo, o puede que lo soñara, no sé, el caso es que en el mismísimo cielo romano hubo una cruz brillante con la inscripción “In hoc signus vinces”. Venció, claro, y esto le hizo pensar que debería convertirse al cristianismo y además poner en sus estandartes una cruz como emblema.
Pues todos esos años hace que en casi todos los países europeos estemos acostumbrados a ver una cruz desde niños. Pero parece ser que ahora sobran de los colegios públicos de Éste País, llamado anteriormente España. Si, los van a quitar. No vaya a ser que los tiernos infantes se traumaticen al ver algo que no les es común. Bueno, a lo mejor si los cambian por la silueta de una Play Station, puede que sus cerebros no sufran tanto, y lo asimilen.
Pudiera ocurrir también, que debido a la globalización que padecemos, nuestros pensantes dirigentes, que lo que hacen siempre es eso, pensar lo mejor para el país, hayan discernido lo que ocurriría si algún niño de distinta confesión, fuera con el cuento a su padre, y éste a su vez a otras jerarquías más elevadas, haciéndoles saber que aquí se les obliga a practicar la religión que no es la suya. Por eso, es mejor quitarlos. También se quitaron el año pasado algunos belenes—ya instalados—de algunos centros docentes. A los niños más pequeños no se les pueden eliminar esas ilusiones, a menos que pongan bonitos dioramas con luces laser y muñecos de Pin y Pon, Barbis o Poco Yos. También podrían de un plumazo, eliminar la Navidad, o puede que la lotería del Niño. ¿Y qué ocurre entonces con los consabidos villancicos, de tan larga tradición? Ya los peces no podrán beber, beber y volver a beber en el rio. Ni aquella Mireille Mathieu, que nos alegraba las fiestas con su “Hacia Belén va una buga, guin, guin, caggada de shocolaate” Los ensayos de los pasos para Semana Santa, también molestan a algunos vecinos cuya paz se ve interrumpida por algo que no son los habituales botellones juveniles. En mi barrio, hay quien protesta por el tañido de las campanas eléctricas de una nueva iglesia, cuando a cincuenta metros de ella pasa una autopista. Decía el otro día Antonio Burgos, en su intervención en Onda Cero, que ya no van a castigar a los chicos con los brazos en cruz. Ni sus madres harán primores a punto de cruz, tampoco se picarán los toros hasta la cruz. Y yo digo: ¿Qué va a ser de nuestra Penélope Cruz? O ¿qué haremos con los vídeos de Cruz y Raya? ¿Nos colocarán unos contenedores para reciclar palabras y apellidos?
Podría ocurrir que nuestros bien pensantes dirigentes, estén preocupados con ésta u otras más triviales discusiones y no vean el resto de los árboles que están talando del bosque nacional. Algo así ocurriera cuando los teólogos de la Iglesia, discutían acaloradamente intentando discernir cuál era el sexo de los ángeles, mientras a las puertas de Constantinopla estaban los otomanos a punto de cambiar la historia de occidente
Recuerdo que cuando el viejo profesor E.Tierno, tomó posesión de su despacho en la alcaldía de Madrid, le dijeron de quitar el crucifijo que llevaba allí desde siempre, y él se opuso, puesto que si había estado tantos años en la pared, debería seguir en su sitio. Puede que si lo hubieran quitado, habría quedado su silueta en el entelado de la pared, y por eso se quedó. Ojalá y esto ocurra en todas las aulas, y así, como recordatorio indeleble, jamás se borre de las paredes. Ahora bien, yo no quitaría las alcayatas. Es posible que dentro de poco se tengan que volver a poner. Se han dado casos.
Petrus dixit.