Fundados en el ministerio del apóstol Pedro
En el Día del Papa
Cada año la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo nos hace volver al origen de la predicación apostólica. Es una nueva oportunidad para acercarnos a los orígenes de nuestra fe y volver a escuchar la palabra de aquellos que fueron testigos de la resurrección del Señor.
De diversos orígenes, por caminos distintos, Pedro y Pablo se convirtieron en pilares de la Iglesia. La experiencia del encuentro con Jesús, la comunión en su Pascua, la entrega de la propia vida los unirá para ser columnas de una fe que se extiende por todo el mundo, confesando que Jesús de Nazaret es el Señor.
Pedro, el pescador de Galilea y cabeza del grupo apostólico, y Pablo, el fanático de la ley, tomado por Cristo para ser apóstol de las gentes, son necesaria referencia para vivir la fe cristiana en cualquier lugar y en cualquier momento de la historia.
Roma recibió el testimonio de su sangre y se convirtió en centro que irradia la fe cristiana a todo el mundo. Dos mil años después el testimonio de esta sangre sigue siendo semilla de nuevos cristianos. La predicación de estos apóstoles no se ha interrumpido nunca. Los sucesores de los apóstoles, en Roma el sucesor de Pedro, el Papa, sigue anunciando el Evangelio de Jesucristo y entregando su vida día tras día.
La ciudad que fue testigo del martirio de los apóstoles, con el sucesor de Pedro, sigue siendo centro de fe y unidad para una Iglesia que se extiende hasta los confines de la tierra. Su servicio es un servicio en la caridad de Cristo para iluminar el camino de la fe de muchos hombres y mujeres, y para decir en cada época de la historia la verdad del Evangelio.
El Papa Benedicto XVI nos preside en el nombre del Señor y con su palabra siempre cargada de sabiduría, profundidad, sencillez y espíritu de fe, ilumina este momento tan delicado de la historia que nos ha tocado vivir.
A nadie se le oculta que el Papa Benedicto es un sabio, uno de los grandes sabios con los que hoy cuenta el mundo. Y es un hombre de fe, basta asomarse a sus escritos o escuchar sus palabras para darse cuenta que habla un creyente. Es hermoso ver unida la profundidad, la humildad y la fe, lo que nos proporcionan una experiencia de belleza impresionante. Escuchar o leer al Papa es gozar de la belleza de la fe que contagia la alegría de creer.
Desde el comienzo de su pontificado, Benedicto XVI nos ha ido mostrando la respuesta de la fe a una cultura que ha decido prescindir de Dios como si se tratara de algo insignificante. Para esto utiliza el método de la disolución de todo lo trascendente, hasta el concepto mismo de Dios se disuelve en la sociedad actual. Dios se presenta como algo obsoleto que no tiene cabida en la vida del hombre de hoy. La voz del Papa se levanta, aunque su tono sea suave, para desenmascarar la trama que aboca al hombre al fracaso. Sin Dios no hay libertad, porque sin Dios se oscurece la verdad, entonces el hombre vive en la mentira.
El Dios que el Papa anuncia es el Dios que en Cristo ha tomado nuestra carne y nuestra historia. Y la fe cristiana es el encuentro con Jesucristo. La fe cristiana es un acontecimiento que crea experiencia, experiencia que transforma la vida del hombre, haciendo que viva en el amor y por el amor.
Esta es la misión del sucesor de Pedro -ser testigo de la verdad- a la que Benedicto XVI ha consagrado toda su vida. Sin embargo, existe hoy una fuerte corriente de opinión pública, también dentro de la Iglesia, que parece querer centrar la vida de este pontificado en cuestiones que no son esenciales, oscureciendo el valor de la predicación del Papa.
Pedro nunca estará solo porque con Él está el Señor que cada día lo confirma en su misión. Pedro no está solo porque con él está toda la Iglesia que en cualquier lugar de mundo reza por el Papa y por sus intenciones.
En este día, os invito a todos a rezar por el Papa, a hacerlo cada día. Su presencia es signo y garantía de la fidelidad al Señor. Su enseñanza es faro que ilumina tantos momentos de confusión. Leer a Benedicto XVI es un descanso para el alma y una invitación a ponernos en camino en la senda de la nueva evangelización.
Desde esta Iglesia de Guadix, que se remonta al tiempo apostólico, quiero renovar nuestra adhesión al Sucesor de Pedro y nuestra fidelidad a sus enseñanzas, además de nuestro afecto y veneración. Con la oración de la Misa de la fiesta de los apóstoles le decimos al Señor: “haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de aquellos que fueron fundamento de nuestra fe cristiana”
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix
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