Fidelidad a DIOS y a la Tierra
Se ha dicho que la mayor tragedia de la humanidad es que «los que oran no hacen la revolución, y los que hacen la revolución no oran».
Lo cierto es que hay quienes buscan a Dios sin preocuparse de buscar un mundo mejor y más humano y hay quienes se esfuerzan por construir una tierra nueva sin Dios.
Unos buscan a Dios sin mundo, otros buscan el mundo sin Dios. Unos creen poder ser fieles a Dios sin preocuparse de la tierra, otros creen poder ser fieles a la tierra sin abrirse a Dios.
En Jesús, esta disociación no es posible. Nunca habla de Dios sin preocuparse del mundo, y nunca habla del mundo sin el horizonte de Dios.
La postura del creyente debe ser: Solo puede creer en el reino de Dios quien ama a la tierra y a Dios de igual manera.
En el pasaje de la transfiguración vemos a Pedro que ante la experiencia religiosa que lo sumerge en el misterio de Jesús quiere detener el tiempo, instalarse cómodamente en la experiencia de lo religioso y huir de la Tierra.
Jesús, sin embargo, bajará a sus discípulos de la montaña al quehacer diario de la vida para que comprendan que la apertura al Dios trascendente no puede ser nunca huida del mundo.
La fidelidad a Dios no nos ha de alejar de la lucha por una Tierra más justa, solidaria y fraterna.