Evangelio según San Lucas 2,41-51.
Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Reflexión Católica: Cumplir la Ley y los Profetas según Jesús
En este pasaje del Evangelio, Jesús se dirige a sus discípulos con una afirmación crucial para entender su misión y la relación con la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento. «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.» Esta declaración es fundamental para comprender cómo Jesús ve la continuidad y el cumplimiento de la Revelación de Dios en la historia.
La Ley y los Profetas: Fundamentos de la Fe
La Ley y los Profetas representan la esencia de la Revelación de Dios al pueblo de Israel. La Ley, especialmente los Diez Mandamientos, es el conjunto de normas y directrices que Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí. Los Profetas, por su parte, fueron los mensajeros de Dios que, a lo largo de la historia, recordaron al pueblo la importancia de vivir conforme a la Ley y les anunciaron la venida del Mesías.
Jesús, al decir que no ha venido a abolir la Ley o los Profetas, nos muestra que su misión no es la de romper con el pasado, sino la de llevar a plenitud todo lo que ellos anunciaron. La Ley y los Profetas no quedan obsoletos con la llegada de Cristo; al contrario, encuentran en Él su realización y perfección.
Cumplir la Ley en el Amor
Jesús es el cumplimiento de la Ley porque en su vida, muerte y resurrección, Él encarna el amor perfecto y la obediencia total a la voluntad del Padre. Toda la Ley se resume en el mandamiento del amor: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22, 37-39). Jesús vivió este amor de manera perfecta, y nos invita a hacer lo mismo.
La afirmación de Jesús de que «no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice» subraya la permanencia y la validez eterna de la Palabra de Dios. Cumplir la Ley no se trata de una mera observancia externa, sino de vivir según el espíritu de amor y justicia que Dios ha revelado.
Ser Grande en el Reino de los Cielos
Jesús también nos advierte sobre la importancia de enseñar y cumplir la Ley de Dios: «El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.» Aquí, Jesús nos llama a ser coherentes en nuestra vida y en nuestro testimonio.
Cumplir y enseñar la Ley de Dios no es una cuestión de legalismo, sino de vivir conforme a los principios del Reino de los Cielos. Ser grande en el Reino significa vivir en una íntima relación con Dios, obedeciendo su Palabra y guiando a otros en el mismo camino de fidelidad y amor.
Conclusión
El mensaje de Jesús sobre la Ley y los Profetas nos invita a una reflexión profunda sobre cómo vivimos nuestra fe. No se trata solo de cumplir normas, sino de interiorizar y vivir el espíritu de la Ley, que es el amor. Jesús, como el cumplimiento perfecto de la Ley, nos muestra el camino para vivir una vida plena en Dios. A través de su ejemplo, somos llamados a cumplir y enseñar los mandamientos con un corazón lleno de amor y misericordia, asegurando así nuestro lugar en el Reino de los Cielos.
Vivamos, entonces, en la certeza de que la Palabra de Dios es eterna y que en Cristo encontramos su plena realización. Que nuestra vida refleje esa fidelidad y que, a través de nuestras acciones y enseñanzas, podamos guiar a otros hacia la verdad y el amor de Dios.