VIII Domingo del tiempo ordinario
8º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO/CICLO C
DAR BUENOS FRUTOS
El evangelista Lucas pone en boca de Jesús una parábola con ejemplos que todos los que lo escuchaban los entendían perfectamente. Todos entendían que un árbol sano tiene que dar fruta buena y que el árbol dañado no da fruta buena.
Esta parábola nos sirve a nosotros para entender que en una sociedad dañada por tantas injusticias y abusos, donde crecen las “zarzas” y los “espinos” de los odios, las discordias y la agresividad son necesarias personas sanas que den otra clase de frutos.
Los seguidores de Jesús tenemos que esforzarnos para que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera, crear en nuestro entorno unas relaciones diferentes hechas de confianza, bondad y cordialidad.
Necesitamos ser acogedores, porque así estamos liberando de la soledad a las personas que acogemos y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir y podremos hacer que se despierte en ellos de nuevo la esperanza.
Los que queramos ser discípulos de Jesús tenemos que desarrollar mucho más la comprensión. Hemos de empezar por no despreciar a nadie, ni siquiera interiormente, no condenarla ni juzgarla precipitadamente.
El perdón puede ser otra fuente de esperanza en nuestra sociedad. Las personas que no guardan rencor ni alimentan el resentimiento, y saben perdonar de verdad, siembran esperanza a su alrededor.
No se trata de cerrar los ojos al mal y a la injusticia, se trata sencillamente de escuchar la consigna de Pablo de Tarso: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien». La manera más sana de luchar contra el mal en una sociedad tan dañada como la nuestra es hacer el bien «sin devolver a nadie mal por mal.
LECTURAS PARA LA EUCARISTÍA
Lectura del libro del Eclesiástico 27, 4-7
Cuando la criba se sacude, quedan los desechos, así en su reflexión se ven las vilezas del hombre. El horno prueba la vasija del alfarero, el hombre se prueba en su razonar. El fruto muestra el cultivo de un árbol, la palabra, la mentalidad del hombre. No alabes a nadie antes de que razone, porque ésa es la prueba del hombre. Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 1ª LECTURA
En este breve texto del Eclesiástico se dicen algunas máximas que el autor ofrece sobre la manera de conducirse con prudencia en todos los ámbitos de la vida. Es importante para la persona la reflexión, el razonamiento. Es de alabar la persona razonable.
SALMO
Sal 91, 2-3. 13-14. 15-16 (R.: cf. 2a)
R. Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad. R.
El justo crecerá como una palmera, se alzara como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios. R.
En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad. R.
2ª LECTURA
Lectura de la 1ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 54-58
Hermanos: Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Así, pues, hermanos míos queridos, manteneos firmes y constantes. Trabajad siempre por el Señor, sin reservas, convencidos de que el Señor no dejará sin recompensa vuestra fatiga. Palabra de Dios.
COMENTARIO A LA 2ª LECTURA
De nuevo el apóstol Pablo nos habla de la victoria de Jesús, por su resurrección, sobre la muerte. El pecado nos trae la muerte, la gracia que Jesús nos consiguió nos trae la vida. Tenemos que trabajar siempre por el Señor sabiendo que el Señor nos compensará.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 39-45
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.»
Palabra de Dios
COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO
Jesús vuelve a insistir en que no debemos estar juzgando siempre a los demás, sin ver primero nuestros propios defectos. Por los frutos que cada uno da se puede saber cómo es la persona.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN PERSONAL
¿PARA QUÉ UNA HIGUERA SIN HIGOS?
Jesús se esforzaba de muchas maneras por despertar en la gente la conversión a Dios. Era su verdadera pasión: ha llegado el momento de buscar el reino de Dios y su justicia, la hora de dedicarse a construir una vida más justa y humana, tal como la quiere Él.
Con la parábola sobre una «higuera estéril», Jesús quería desbloquear la actitud decepcionante de quienes le escuchaban, sin responder prácticamente a su llamada.
El dueño de la viña durante mucho tiempo ha venido a buscar fruto en ella, sin embargo, años tras año, la higuera, defraudando las esperanzas que el viñador en ella, sigue estéril sin dar el fruto que esperaba de ella y se plantea:
¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? Sin embargo, contra toda sensatez, el viñador quiere hacer todo lo posible para salvarla. La abonará y la regará con amor solícito para que dé el fruto deseado.
El relato de Jesús es una parábola abierta, contada para provocar nuestra reacción. ¿Para qué una higuera sin higos? ¿Para qué una vida estéril y sin creatividad? ¿Para qué un cristianismo sin seguimiento práctico a Cristo? ¿Para qué una Iglesia sin dedicación al reino de Dios?
¿Para qué una religión que no cambia nuestros corazones? ¿Para qué un culto sin conversión y una práctica que nos tranquiliza y confirma en nuestro bienestar? ¿Para qué hablar de las «raíces cristianas» de Europa, si no es posible ver los «frutos cristianos» de los seguidores de Jesús?