Llámame porque es mi hora, Señor
Que, ahora más que nunca, tengo ganas de conocerte
y, siguiéndote como lo bueno y noble,
arrojar tantas redes que me convierten en esclavo.
¡Deseo tanto el encontrarte, Señor!
No pases de largo de la orilla de mi vida,
y si por lo que sea no te respondo,
no dejes de insistir, Señor.
Tal vez, el ruido de la comodidad,
me impide salir o saltar con rapidez a tu camino.
Tal vez, la seducción de lo fácil,
no me deja escuchar la dulzura de tu voz.
Tal vez, mi mundo y mis caprichos,
me confunden y me mantienen en un mar sin fondo,
en una habitación sin más vida que lo efímero,
en una realidad que, mañana, ya no existirá.
¡Llámame porque es mi hora, Señor!
Porque tengo miedo de que pases de largo,
de que, viéndome tan ocupado en lo mío,
no quieras contar conmigo.
Porque tengo miedo de que ilusionado por lo que veo,
no distinga lo grande que es tu Reino.
Porque tengo miedo de que amarrado en mis redes,
no pueda soltarme a tiempo de ellas,
y ser libre contigo para siempre.
¡Llámame porque es mi hora, Señor!
Que, hoy más que nunca, me siento Iglesia.
Que, hoy más que nunca, creo y espero en Ti.
Que, hoy más que nunca, quiero dejar algo por Ti.
Que, hoy más que nunca, deseo ser pescador
de otros mares y en otros puertos.
Como padre o madre, sacerdote o labriego,
profesor o anciano, niño o joven,
estudiante o contemplativo, arquitecto o religiosa,
obrero o empresario…..
Pero siempre contigo, Señor.
¡Contigo y por tus mares!
P. Javier Leoz