Evangelio del día 19 de Enero
Evangelio según Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba.
Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.
En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.
Reflexión del Evangelio por el Papa Francisco
La esperanza es un regalo, es un regalo del Espíritu Santo y por esta razón Pablo dirá: «Nunca decepciona».
La esperanza nunca decepciona, ¿por qué? Porque es un regalo que nos ha sido dado por el Espíritu Santo.
Pero Pablo nos dice que la esperanza tiene un nombre. La esperanza es Jesús. Jesús-la-Esperanza lo rehace todo.
Es un milagro constante. No sólo hizo milagros de curación, sino muchas cosas que eran sólo señales, señales de lo que está haciendo ahora en la Iglesia.
El milagro de rehacerlo todo: lo que hace en mi vida, en la tuya, en la nuestra. Para reconstruirnos.
Y lo que Él reconstruye es precisamente la razón de nuestra esperanza. Y como Cristo es quien recrea todas las cosas más maravillosamente que la Creación, por eso es la razón de nuestra esperanza.
Y esta esperanza no decepciona, porque Él es fiel. No puede renegarse a sí mismo. Esta es la virtud de la esperanza. (Santa Marta – 9 de septiembre de 2013)