Evangelio del día 12 de Junio – Sagrado Corazón de Jesús
Te adoramos, Señor y te bendecimos.
Ensalzamos tu nombre, Señor y pregonamos tu grandeza.
Nada ni nadie como Tú, Señor.
Al llegar un año más la fiesta de tu Corazón Sagrado,
queremos consagrarnos, de palabra y obra,
a la causa de tu Evangelio.
No permitas, Señor, que el latido de nuestros corazones
se agiten sin el impulso de tu amor.
No dejes, Señor, que la sangre que corre por nuestras venas,
se enfríe por la ausencia del perdón y de la fraternidad.
Son muchos, Señor, los riesgos que nos acechan:
falta de fe y ausencia de temor de Dios,
el “no” a la vida del no nacido,
que nuestra sociedad proclama,
defiende, legisla e impone como derecho
o la ley del más fuerte que actúa humillando al más débil.
¡Bendícenos, Señor¡
Nos consagramos a tu Corazón Divino.
No permitas que nos apartemos de tu mensaje:
Aquí nos tienes, queremos ser heraldos de tu Palabra.
Aquí estamos, somos de los tuyos.
Dispón de nosotros, permaneceremos fieles para siempre.
Nos consagramos a tu Corazón Santo,
porque en tu Corazón, Señor,
encontramos descanso ante tanto desasosiego,
luz frente a tanta incertidumbre y oscuridad,
ilusión cuando el pesimismo nos invade,
valor y coraje… ante la deserción o el abandono.
Nos consagramos a tu Corazón Sagrado:
Que tus proyectos, Señor, sean los nuestros.
Que tus sentimientos, Señor, broten de nuestros corazones.
Que tus manos, Señor, se prolonguen en las nuestras.
Que tus ojos, iluminen nuestras miradas.
Que tus labios, se abran en nuestras palabras.
Que tu Corazón, ame y comprenda por nuestro amor.
Bendice a nuestros sacerdotes, infúndeles ánimo.
Protege a nuestras familias, que sean escuela cristiana.
Dirige a nuestros gobernantes, que no vivan de espaldas a Ti.
Orienta los confundidos, que se encuentren en Ti.
Consuela a los afligidos, se levanten por Ti y en Ti.
Acompaña al triste, alégralos por tu presencia.
Y que, un día, todos podamos alcanzar
lo que tu Corazón nos dicta y nos enseña:
el Amor de Dios que nos espera en su Gloria.
Amén.
P. Javier Leoz
TODO EL AMOR DE DIOS, EN UN CORAZÓN
1.- Celebramos, en el viernes siguiente a la festividad del Corpus Christi, una de las fiestas más populares de nuestro calendario cristiano: EL CORAZÓN DE JESUS.
En El, y por eso lo honramos y lo queremos, percibimos visible e invisiblemente, el amor inmenso que Dios nos tiene.
Mirar al corazón de Cristo es contemplar todo el plan que Dios tenía trazado desde antiguo.
2.- Acercarnos al Corazón de Jesús, es beber a manos llenas, del torrente de la vida y de la alegría, del amor y de la paz que, a través de su corazón, desciende en riadas desde el cielo hasta la tierra.
Existe un conocido refrán que dice lo siguiente: “allá donde está tu corazón, está tu tesoro”. Observemos detenidamente el Corazón de Jesús; ¿dónde lo tiene puesto? ¿Hacia dónde lo tiene inclinado? ¿Qué nos señala?
El Corazón de Jesús, y esa es su esencia, está puesto en Dios. Sólo se mueve por El, desde El y para El. Forman una unidad.
El Corazón de Jesús, está inclinado hacia los hombres. Es un amor que no se queda cómodamente instalado en las alturas. Adentrarse en el Corazón de Cristo es tomar una escalera rápida y segura para alcanzar el mismo corazón de Dios.
-Como la Samaritana, también nosotros, tenemos que asomarnos a ese profundo pozo de agua viva que es Jesús.
-Como el enfermo, también nosotros, podemos acercarnos a ese gran mar de salud que es el corazón de Jesús.
-Como el paralítico, también nosotros, podemos zambullirnos de lleno y nadar en las corrientes de un corazón que revitaliza la vida de los que creen y confían en Jesús.
3.- Hoy, en los tiempos que corren, encontramos muchos corazones a la deriva. Corazones que palpitan pero que no sienten una felicidad íntegra, pletórica y duradera. Corazones ansiosos, no por amar, sino por tener. Corazones, por los que vibra la sangre, pero hace tiempo que se detuvo la energía del vivir, la sensación de paz y de serenidad.
Hoy, y no pasa nada por reconocerlo, el corazón del ser humano está enfermo. Nunca tantas posibilidades para llenarlo de satisfacciones y, nunca, tanta medicina para calmarlo, para que siga funcionando, para que no se detenga, para que no esté triste. ¡Volvamos, nuestros ojos, al Corazón de Jesús!
El es la fuente de la eterna salud. No es palabrería barata. No es frase que viene a los labios porque si. Jesús, cuando copa el centro de nuestras miradas, cuando dejamos que mueva los dos impulsos de nuestro corazón, cuando dejamos que se siente a nuestra derecha, cuando lo hacemos nuestro confidente…..se convierte en un surtidor de vida, de alegría, de esperanza, de ilusión y de fe.
4.- El es la fuente, y hay que recordarlo, de consuelo. El hombre anda mendigando amor. Nunca como hoy tan próximos (en la calle, en el metro, en los hospitales, en las fiestas) y nunca, como hoy, tan solitarios.
El Corazón de Jesús es el confidente. El compañero que más kilómetros nos acompaña. El inspirador de muchas de nuestras acciones. El que abre su puerta, cuando estamos bien, y el que la vuelve abrir cuando nos encontramos mal.
Este, ni mas ni menos, es el Corazón de Cristo. Un Corazón que, por estar orientado y conectado al cielo, es un maná de salvación, de perdón, de acogida, de misericordia y de amor.
¿Qué y quién es el Corazón de Jesús? Ni más ni menos que, el mismo Corazón de Dios (con los mismos sentimientos e impulsos de Jesús) latiendo en la tierra. Y, por cierto, también nuestros corazones necesitan, de vez en cuando, una gran transfusión de luz divina; de fuerza divina; de ilusión divina; de fortaleza divina.
Es el mejor donante…Jesús de Nazaret. Tiene corazón para dar y regalar.
Y, también, el mejor cardiólogo es Jesús (que sabe lo que ocurre en el corazón de cada uno, porque sufre, porque se acelera, porque se detiene, porque odia, porque ama, porque se revela, etc.)
Javier Leoz
Evangelio del día 12 de Junio con el Padre Guillermo Serra
Evangelio según San Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran.
Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros?
Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia». El les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?» Ellos no entendieron la respuesta que les dio.
Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.