Evangelio de la festividad de los Fieles Difuntos
Conmemoración de los Fieles Difuntos
Morado o negro
Apocalípsis 21, 1-5a. 6b- 7 / 1 Corintios 15, 20-23
/ Lucas 24, 1-8
Salmo responsorial Sal 26, 1. 4. 7. 8b-9a. 13-14
R/. “El Señor es mi luz y mi salvación»
Santoral:
Los Fieles Difuntos
LECTURAS DEL DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
No habrá más muerte
Lectura del libro del Apocalipsis
21, 1-5a. 6b- 7
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.
Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.
Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó».
Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, Yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la Vida. El vencedor heredará estas cosas, y Yo seré su Dios y él será mi hijo».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 26, 1. 4. 7. 8b-9a. 13-14
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo. R.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí. R.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.
Todos revivirán en Cristo
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
15, 20-23
Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.
En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquéllos que estén unidos a Él en el momento de su Venida.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
24, 1-8
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que El les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día»». Y las mujeres recordaron sus palabras.
Palabra del Señor.
Reflexión
EL VERDADERO SENTIMIENTO CRISTIANO DE LA MUERTE
1.- La fiesta cristiana de los difuntos se celebraba en otros tiempos en un ambiente de luto y gran dolor, de rezos y plegarias continuadas por el eterno descanso de las almas que todavía estaban padeciendo en el purgatorio. Era un día en el que uno se levantaba y se acostaba pensando en el cementerio. Hasta tres misas seguidas decíamos en este día casi todos los sacerdotes. Hoy día la fiesta de los difuntos va perdiendo ese carácter lúgubre y penitencial de otros tiempos y se ha ido acercando progresivamente, en su significado, a la fiesta de todos los santos. Ahora, nuestros cementerios se llenan de flores en el día de todos los santos, más que en el día de todos los difuntos. En el fondo de todo esto está, creo yo, un cambio en nuestra sensibilidad cristiana de hoy ante el problema de la muerte. De la fe en un Dios principalmente justiciero hemos pasado a la fe en un Dios principalmente compasivo y misericordioso. Creemos que es la misericordia de Dios la que ha salvado a nuestros seres queridos, más que nuestras obras. Por pura gracia estamos salvados, como nos dice san Pablo. Por eso, tendemos a pensar en nuestras celebraciones de hoy que nuestros fieles y queridos difuntos ya están gozando de la presencia de Dios, y ya son por consiguiente santos. Por eso, como digo, las dos fiestas se han casi identificado y celebramos más solemnemente la fiesta de los santos que la de los difuntos.
2.- El temor, y hasta el pánico, ante la muerte, es un sentimiento primario muy humano, pero nosotros, los cristianos, debemos intentar corregir y modificar este sentimiento primario. Porque hay muchos sentimientos humanos espontáneos y primarios que deben ser corregidos y enriquecidos por la reflexión cristiana. Muchos sentimientos humanos primarios no son beneficiosos siempre para el ser humano: el egoísmo, el odio, la pasión sexual… necesitan ser bien encauzados por la razón y por el sentimiento cristiano. El hombre, a diferencia de los animales, debe saber contradecir a muchos sentimientos primarios y guiarse, en muchísimos momentos, por la fe y la razón. La fe y la razón deben estar continuamente poniendo freno a algunos sentimientos primarios y robusteciendo y enriqueciendo a otros. De lo contrario viviríamos todavía en la selva y en la guerra de todos contra todos. En este sentido, digo que el sentimiento primario de pánico ante la muerte debe ser corregido y enriquecido por la reflexión cristiana.
3.- En el evangelio de la fiesta de este día Jesús les dice a sus discípulos: esta es la voluntad de mi Padre: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día; que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna. Jesús en el huerto de los olivos, también sintió un sentimiento primario de miedo y pánico ante la muerte, pero su amor y su comunión con el Padre vencieron rápidamente su temor. Con sentimiento primario dijo: que pase de mí este cáliz, pero su amor y su comunión con el Padre le hicieron también rápidamente decir: que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Jesús de Nazaret vivió siempre sabiendo que tenía que morir en esta tierra, antes de ir, definitivamente, a la casa de su Padre. También nosotros debemos tener esta esperanza cierta, esta vivencia, del gozo inmenso que tendremos para siempre en la casa de nuestro Padre. Así podremos vencer, humanamente hablando, el temor y el pánico, que espontáneamente sentimos ante la muerte. Así también nosotros, los cristianos, tenemos la esperanza firme y cierta de que Jesús nos ha preparado ya un sitio en la casa de su Padre donde, después de esta vida, gozaremos con él de la presencia eterna y gozosa de Dios.
4.- Celebremos nosotros también esta fiesta de los difuntos con gozo y esperanza, como celebramos ayer la fiesta de todos los santos y digamos con el salmista: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
LLAMADOS A VIVIR
1.- “Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”. Aunque tengamos muy sabido que la muerte tiene que llegar también a la gente que conocemos y amamos, ante la muerte de los seres querido nos encontramos tristes y desconcertados, pero también esperanzados. Ellos no se encuentran ya entre nosotros, están ahora junto a Dios. Confiamos que la bondad infinita del Padre les abra las puertas de la vida eterna, de la esperanza eterna, del gozo eterno. Por eso nos encontramos aquí, para orar por ellos y para decirnos mutuamente que creemos en la bondad infinita de Dios, y para orar todos juntos por estos hermanos nuestros, para que verdaderamente Dios los acoja para siempre en su Reino. El Libro de las Lamentaciones nos dice que “El Señor es bueno para los que en El esperan y lo buscan”. La muerte es una puerta que se abre a una vida en plenitud. Por eso vivimos con esperanza.
2.- Que nuestra vida merezca la pena. ¡Cómo valdrá la pena que en la hora de la verdad podamos darnos cuenta de que sí, de que hemos vivido la vida profundamente, seriamente, valiosamente! ¡Y qué tristeza, qué lástima, si tuviéramos que darnos cuenta de que solamente nos hemos pasado la vida a base de ir tirando, sin tomarnos en serio nada que valiera la pena, sin haber contribuido a la felicidad de los demás, sin haber procurado amar de veras! Entonces llegaríamos a este momento definitivo con una lámpara apagándose, que apenas serviría de nada. Habríamos perdido la vida muy lamentablemente. Y ante nuestro Padre del cielo, y ante los demás hombres, y ante nosotros mismos, deberíamos reconocer que habíamos defraudado las esperanzas que Dios había puesto en nosotros, y que los demás hombres habían puesto en nosotros. Qué gran dicha es el poder presentar ante el Señor un corazón lleno de nombres, de las personas que hemos amado y nos han amado. La Carta a los Romanos nos recuerda que ahora todavía estamos a tiempo y nos invita a vivir a vivir una vida nueva,
3.- Sintámonos llamados a confiar, a orar, a caminar hacia adelante. Jesús en el evangelio de Juan nos invita a creer en El, porque en la casa del Padre hay muchas estancias. Jesús es el camino, la felicidad que todos buscamos. Él es la verdad que tanto perseguimos. Es la Vida, que todos anhelamos. Nos decía San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Nos quiere junto a Él para gozar su misma vida. Nuestro destino es feliz. Al final de esta vida, nos esperan las manos amorosas de Dios, que nos acoge con sus manos de Padre. Debemos confiar en el amor del Padre que nos quiere a cada uno de nosotros. Sintámonos llamados, también, a orar. A manifestar ante Dios nuestro deseo y nuestra esperanza de que nuestros seres queridos, liberados de toda culpa, puedan entrar en la luz gozosa de Dios, en la casa del Padre. Y sintámonos llamados finalmente, todos nosotros, a trabajar para que nuestra vida sea realmente luminosa, llena de la luz del amor, de la apertura, de la atención a los demás, porque solamente así habrá merecido la pena –ante Dios, ante los demás hombres, ante nosotros mismos– haber vivido.
José María Martín OSA
www.betania.es
SEGUNDO TOMO DE NUESTRA VIDA
“El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”.
“Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya”.
“En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio”.
1. Estas tres frases, extraídas de las tres lecturas que hemos proclamado en este día, resumen perfectamente esta conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. Y al decir “todos” hacemos memoria de todos aquellos que, desde tiempos pretéritos hasta el presente, fueron fieles a la fe y murieron con un sólo y firme pensamiento: Cristo resucitó y yo, porque creo, resucitaré.
Desde que el hombre nace anda buscando mil motivos para vivir y otros tantos para ser feliz. Pero siempre, tarde o temprano, en aquella esquina más insospechada, la mala suerte o la misma muerte sale a su encuentro. Llevamos ya muchos años intentando maquillar esa realidad. Preparamos a los niños y a los jóvenes para el éxito pero nadie les habla del fracaso. Les presentamos un mundo idílico, con un escaparate de luz, atracción, sonido y color, pero nadie les recuerda (porque no es políticamente correcto) que también ellos en cualquier instante pueden darse de bruces con el silencio de la muerte.
Qué distinto sería si, como cristianos, intentásemos recordar una realidad: desde el momento en que nacemos comenzamos a morir pero, desde el instante en el que morimos –por Cristo- comenzamos a vivir. Todo ello, por supuesto, exige una nueva evangelización. Los cristianos no nacemos para ser buenos (aunque también) sino para recordar una y otra vez el suceso clave que ha cambiado el devenir de la humanidad: CRISTO MURIÓ Y RESUCITÓ Y CON SU RESURRECCIÓN ROMPIÓ LAS CADENAS DE NUESTRA MUERTE PERPETUA. ¿Tan difícil resulta comunicar esto? ¿Tan difícil es presentar la resurrección de Cristo como el elemento central de nuestra fe?
2.Hoy, a la luz del faro de la Resurrección de Jesús, recordamos aquella mañana, tarde o noche en que un padre, madre, hijo, sobrino, vecino, religioso, sacerdote o allegado a nosotros cerró los ojos a este mundo. En unos casos su muerte era anunciada por una enfermedad. En otros su aparición nos supuso desconcierto, dolor, interrogantes, desazón, soledad, incomodidad y hasta rechazo. ¿Por qué Dios has permitido esto? ¿Ganamos algo echándoselo en cara a Dios?
En esta Fiesta de Todos los Fieles Difuntos pensamos en el segundo tomo de nuestra vida. Sí; porque –el primer tomo- es el que estrenamos, leemos o emborronamos aquí y ahora. Pero después de nuestro paso por esta tierra, que es como una breve marcha con pequeños accidentes que son inscritos en el libro de cada persona, nos queda todavía por firmar la segunda parte: el tomo de la eternidad. Allá, prólogo e índice, lo inicia y finaliza Dios. Por ello mismo, porque ese segundo tomo de nuestra existencia (que es la vida en el cielo) nos queda por trazar, sería bueno que este día de difuntos rezásemos por aquellos que se marcharon.
-Que Dios, si en algo fallaron, utilice la gran misericordia que se nos narra en la parábola del Hijo Pródigo
-Que el Señor, si por algo ensuciaron su vida, levante del suelo a nuestros seres queridos como Cristo lo hizo con el rostro de la mujer arrepentida del Evangelio.
-Que el Padre, si en algo no estuvieron a la altura de las circunstancias, los siente a su mesa como el mismo Jesús acogió en su apostolado a gente que, antes o después, le negaron o le traicionaron.
Que esta fiesta de Todos los Difuntos nos anime a vivir con esperanza y, sobre todo, a saber que estamos llamados como nuestros seres queridos fallecidos a morir también con la misma esperanza de los hijos de Dios. Perder no vamos a perder nada. ¿Y ganar? Ni más ni menos que el segundo tomo eterno de nuestra existencia en Dios. Que descansen en paz
Javier Leoz