Jorge tiene 54 años y vive en un pueblo de Cantabria. Perito agrícola, carpintero, y consultor de desarrollo rural especializado en nuevas tecnologías, es además un ciudadano comprometido con los nuevos modelos sociales, la democracia participativa, la economía social y la sostenibilidad ambiental. Y militante socialista. Y cristiano. O por ser cristiano, pues no concibe su vida sin las raíces del evangelio y la oración. «Fue con los marianistas con quien di mis primeros pasos. Vivimos varios años en comunidad de vida sencilla y contemplativa en el barrio de Tetuán de Madrid. Pasamos por Taizé y acabamos aquí. El trabajo en la Iglesia diocesana fue hasta hace unos pocos años nuestra manera de comprometernos, especialmente con los más necesitados. Hasta que un día comprendí que había que mancharse en la acción política por el bien común, por la justicia, la paz y la igualdad; que el Reino que ya vive entre nosotros hay que traducirlo en estructuras sociales y políticas.» Así es como dió el paso de integrarse en el PSOE, «un partido en el que he descubierto muchos hombres y mujeres que quieren un mundo mejor para todos. Me enorgullezco viendo militantes ateos trabajando con ahínco en barrios y pueblos por conseguir avanzar en el camino de la justicia. Y me lleno de rabia viendo algunos otros a los que el poder y el dinero les ha arrastrado a traicionar sus ideales primeros. Hombres de hoy unos y otros. Acicates para seguir luchando, pues no en vano creo que el socialismo es la utopía laica más cercana al evangelio.»
Tomás tiene 38 años y es afiliado del Partido Popular del País Vasco. Reconoce una vocación política temprana, motivada por la situación de falta de libertad vivida en el País Vasco durante tantos años. «Con apenas 16 años decidí dar un paso al frente y contribuir de alguna manera, humilde pero con firmes convicciones, a mejorar la sociedad en la que me había tocado desarrollarme como persona», nos cuenta este vitoriano, al tiempo que admite que durante el largo camino recorrido hasta la fecha, ha ido serenando sus iniciales ímpetus adolescentes, manteniendo siempre el objetivo de cambiar el mundo mediante el compromiso personal directo. «Casi tanto tiempo como en política, llevo siendo miembro de las Comunidades Laicas Marianistas. Precisamente mi dimensión de creyente ha sido fundamental para abrirme al reconocimiento del otro, como ser con los mismos derechos y anhelos que yo. Creo, sinceramente, que la labor de organizar y desarrollar esta sociedad es obligación de todos, cada uno en el grado de implicación que decida, especialmente los cristianos llamados a hacer presentes en la Tierra el Reino de Dios. Y cada uno desde las opciones y las formas de participación legítimas que más encajen con sus convicciones, siempre desde el respeto al otro». Y concluye: «Es preciso alcanzar nuevos niveles de exigencia política, que reclamen limpieza, transparencia, valentía y responsabilidad histórica a nuestros dirigentes para avanzar con pasos firmes hacia la consecución de un mañana más humano, consecuentemente más cristiano.»
Junto a los partidos más conocidos, otras alternativas políticas llevan tiempo pidiendo un lugar. Antonio, después de haber participado como voluntario en numerosos movimientos sociales, como las acampadas del 0,7% o la Consulta Social para la Abolición de la Deuda Externa, decidió en enero de 2004 fundar un partido político con el objetivo principal de conseguir un mundo sin pobreza. «Por Un Mundo Más Justo llena un espacio ideológico que hasta ese momento estaba vacío. Al igual que el movimiento ecológico ha dado el salto a la política, ya era hora de que el movimiento ciudadano por la justicia global diese el salto a la política». Este partido, que ha llegado a obtener 126.000 votos en las elecciones al Senado de 2008, todavía tiene mucho camino por recorrer. «No recibimos subvenciones, ni las queremos… así es más difícil darnos a conocer, pero somos testarudos». Los 250 afiliados del partido Por Un Mundo Más Justo se empeñan en afirmar que no son de derechas ni de izquierdas. Simplemente creen que la pobreza y la desigualdad son los principales problemas que afectan a la humanidad, y que el fin de la pobreza es una decisión política. «No somos culpables de esta situación, la hemos heredado. Pero todos tenemos una responsabilidad con nuestros hermanos del Sur. En mi casa, todos los días rezamos por los niños pobres al bendecir la mesa. Y cuando mis hijos crezcan y me pregunten por qué hay pobres en el mundo, no les quiero mirar a la cara sin decirles que no he puesto mi granito de arena para cambiarlo», comenta este ingeniero de caminos de 39 años.
Nuestra forma de organizarnos como sociedad abarca muchos más niveles, más allá de la política de partidos. En Villaverde Bajo (Madrid), la familia de Laura y Fernando, con sus hijas María, Silvia y Marta, participan desde su creación en el movimiento 15M. «Todo empezó en Mayo de 2011. Personas que no nos conocíamos de nada, pero que compartíamos una profunda indignación por las injusticias sociales, decidimos reunirnos los sábados para dialogar sobre aquellos problemas que más nos acucian, como son el paro, los desahucios, la privatización de servicios públicos, la falta y escasez de alimentos en muchas familias, etc. Así se formó la asamblea 15M del barrio.» Siendo importante el diálogo, no se limitan a hablar: «Una de las acciones que a mí más me ha impactado de estas asambleas –comenta Laura– es la paralización de los desahucios. Es un orgullo poder decir que la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) junto con el apoyo vecinal ha evitado que más de 500 familias queden en situación de desamparo. Esta acción me parece tan hermosa y digna que me emociona, y al mismo tiempo me indigna cuando leo que por cada persona que hay en la calle sin casa le corresponderían 100 casas (haciendo el cálculo de todas las que están vacías).» precioso testimonio de quienes no pueden quedarse tranquilos ante las injusticias sociales. «El día de mañana no podría sentarme frente a mis hijos y decirles que ellos viven así porque yo no me animé a luchar», concluye Laura.
No lejos de allí, hace un año, un grupo de vecinos del distrito de Carabanchel (Madrid) se sumaban en un sueño común: la recuperación y mantenimiento de un espacio baldío y deteriorado del barrio, transformándolo en un entorno saludable y agradable. Marisa, una de las integrantes en el proyecto, nos escribe que «desde sus orígenes se pretendía que el espacio fomentase la convivencia, la conciencia de barrio y la participación ciudadana. Por eso desde el arranque se contempló como un espacio asambleario, en donde la toma de decisiones dependiera por igual de todos los que quisieran sumarse.» De esa misma manera orgánica fue creciendo el espacio, con la aportación de la sensibilidad y posibilidades de todos los implicados en el proyecto. «Estoy convencida –continúa Marisa– de que la creatividad puesta en común es lo que más está aportando al espacio. En los pocos meses que llevamos de trayectoria se han sucedido talleres, primero de acondicionamiento del solar (muralismo, cerramiento, mobiliario con materiales de reciclaje, realización de bancales, composteras y zonas de recreo…) y otros de tipo educativo, en los que han participado alumnos de colegios de la zona». Para esta profesora de Secundaria, el alcance de este huerto urbano va mucho más allá de la mera producción. «Lo más visible de nuestro huerto son nuestras plantas y sus frutos ecológicos, pero lo más esencial, lo más auténtico y por lo que verdaderamente merece la pena implicarse en generar espacios de este tipo es, sin duda, por cuestiones más intangibles. Me refiero a la dimensión de fraternidad y encuentro que se genera en él, así como la posibilidad que se nos da a todos de seguir creciendo en capacidad crítica y de análisis y reflexión de nuestra forma de vida», concluye Marisa.
Para quienes piensan que a sus años ya no pueden participar en la sociedad, el ejemplo deCarmentxo es estimulante: «Con 80 años hay cantidad de cosas que ya no puedes ni debes hacer. ¡Cuántas limitaciones! Mi deseo es seguir ‘ejerciendo’ de persona humana y cristiana. Quiero ser feliz y hacer felices a los demás ¿cómo?» Carmentxo ha tenido la suerte de, por diversas circunstancias, hacerse usuaria de Internet. «Una de las actividades que ejerzo seriamente es la de apoyar las causas que creo que lo necesitan, a través de organizaciones y grupos que actúan con solicitudes, manifiestos y otras acciones a las que no puedo físicamente unirme, pero sí con mi firma desde mi ordenador». Por ejemplo, forma parte del grupo deacciones urgentes de Amnistía Internacional. «No puedo expresar la alegría que se siente cuando la Organización que solicitó la acción comunica que gracias a las cartas de muchas personas se ha conseguido que tal injusticia no tuviera lugar ¡cuando un condenado a muerte no es ejecutado! Y así, día a día, sientes que aunque ‘vieja’ sigues siendo útil.»
¡Gracias, Señor! Gracias por tantos hermanos nuestros que participan con verdadera libertad en la vida pública, aunque a veces sufran críticas e incomprensiones. Que su ejemplo de fe y compromiso público contribuya al bien común y al desarrollo de un mundo justo y fraterno. Gracias porque por medio de ellos tu Reino se va haciendo posible y cercano.