Eric Ramírez tiene 32 años, es jesuita, de Texas y actualmente estudia Teología en Roma. Descubrió su vocación durante sus años universitarios cuando conoció a los jesuitas. También en las Jornadas Mundiales de la Juventud de Denver y Toronto donde cobró fuerza su decisión de ser religioso y sacerdote. Aunque su familia acogió la noticia con alegría, su madre se preocupó un poco: «La mayoría de ellos se emocionaron y estaban felices. Yo me alegré mucho. Mi madre es muy clara y quería estar segura de que no hacía esto por ella. Pero eso no fue nunca problema: lo elegí yo. Mis amigos en general se alegraron. Decían que querían que yo les casase cuando contrajeran matrimonio. Fue un gran apoyo».
Ahora Eric tiene la oportunidad en Roma de rezar en la misma habitación donde por tanto tiempo trabajó San Ignacio, el fundador de los jesuitas, hace más de 450 años. De él aprendió la importancia de los ejercicios espirituales que le ayudaron a tener una relación personal con Dios: «En todo ser humano, existe un hambre, un deseo de buscar a Dios. Y creo que los ejercicios espirituales de San Ignacio y su espiritualidad son un verdadero camino para saciar esa hambre. Ayudan a reconocer la razón por la que existe esa necesidad y hacernos capaces de descubrir cómo Dios responde a ese deseo».
Eric Ramírez niega que falten vocaciones a la vida religiosa, pero subraya que en Occidente desciende el número porque hay muchas distracciones: «La capacidad de comunicarnos tan rápido con otras personas o acceder a la información, todo eso es muy bueno pero en ocasiones distrae. Distrae de algo que es primordial en toda vocación: el silencio. Ser capaces de estar en silencio y escuchar al Espíritu Santo que desde dentro nos habla de nuestra vocación».
Eric será ordenado diácono y después sacerdote el próximo año en Estados Unidos. No sabe cuál será su país de destino cuando sea sacerdote, pero está tranquilo: trabaja en una causa por la que ha entregado su vida.
Rome Reports