Fray Nikolaus Schöch, O.F.M.:
“La parroquia es una comunidad eucarística”
El Promotor de Justicia sustituto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica en la Santa Sede, Fray Nikolaus Schöch, O.F.M. vendrá la semana entrante a Lima para participar en las Jornadas de Formación permanente para el clero de la arquidiócesis que abordarán diversas “Cuestiones de Administración Parroquial”, a llevarse a cabo a partir del lunes 24 de agosto en la sede del Seminario “Santo Toribio de Mogrovejo” en Lima.
En la siguiente entrevista, Fray Nikolaus Schöch, nos ofrece un adelanto de los temas que se abordarán en estas jornadas organizadas con motivo del Año Sacerdotal y que puede ser de interés de los presbíteros y de los fieles en general.
¿Por qué es importante dedicar unas jornadas de formación permanente que aborden temas de administración en una parroquia para el clero?
El curso actual de formación permanente en la Arquidiócesis de Lima se organiza para profundizar el conocimiento intelectual del sacerdocio, de la parroquia y de unas cuestiones pastorales actuales. Como en nuestros tiempos la cultura humana, y también las ciencias sagradas, avanzan con un ritmo nuevo, los presbíteros se ven impulsados a completar convenientemente y sin interrupción su ciencia divina y humana, y a prepararse, de esta forma, para entablar más ventajosamente el diálogo con los hombres de su tiempo. Así podrán cumplir mejor con su deber expreso en el sagrado rito de la Ordenación que recomienda a los presbíteros que “estén maduros en la ciencia” y que su doctrina sea “medicina espiritual para el pueblo de Dios”.
Hoy, ¿Cuál debe ser el principal servicio que un párroco debe ofrecer a sus fieles?
Los sacerdotes que están ya en el ejercicio de su ministerio, parece que hoy sufren una excesiva dispersión en las crecientes actividades pastorales y, frente a la problemática de la sociedad y de la cultura contemporánea, se sienten impulsados a replantearse su estilo de vida y las prioridades de los trabajos pastorales, a la vez que notan, cada vez más, la necesidad de una formación permanente.
A este respecto, ha de tenerse presente que la misma parroquia —y a veces también la diócesis—, aun teniendo autonomía propia, no puede ser una isla, especialmente en nuestro tiempo, en el que abundan los medios de trasporte y de comunicación. Las parroquias son órganos vivos del único Cuerpo de Cristo, la única Iglesia, en la que se acoge y se sirve tanto a los miembros de las comunidades locales, como a todos los que, por cualquier razón, afluyen a ella en un momento, que puede significar la actuación de la gracia de Dios en una conciencia y en una vida. Naturalmente, esto no debe transformarse en motivo de desorden o de irregularidades con respecto a las leyes canónicas, que también están al servicio de la pastoral.
También la función de guiar a la comunidad como pastor, función propia del párroco, deriva de su relación peculiar con Cristo, cabeza y pastor. Es una función que reviste carácter sacramental.
No es la comunidad quien la confía al sacerdote, sino que, por medio del obispo, le viene del Señor.
¿Qué ejes de desarrollo deben existir en una parroquia para que se pueda organizar de manera adecuada y atienda a los fieles convenientemente?
La parroquia con sus celebraciones litúrgicas y en sus servicios debería tener en cuenta la movilidad de la gente, la confluencia de muchas personas a algunos lugares y la nueva asimilación general de tendencias, costumbres, modas y horarios.
El párroco, al establecer en la parroquia los horarios de las Misas y de las confesiones, debe considerar cuáles son los momentos más adecuados para la mayor parte de los fieles, permitiendo también a los que tienen especiales dificultades de horario puedan acercarse fácilmente a los sacramentos. Hay que tener en cuenta no tanto la comodidad del horario para los sacerdotes, sino las necesidades de la gente con los horarios laborales y escolares. No tiene mucho sentido ofrecer el sacramento de la penitencia solamente durante el horario laboral de la gente. De esta manera vendrán solamente ancianos.
Hoy por hoy, los párrocos, ¿Qué criterios vale la pena que tengan en cuenta para administrar una parroquia eficientemente y procurando al mismo tiempo la salvación de las almas?
En cuanto partícipe de la acción directiva de Cristo Cabeza y Pastor sobre su Cuerpo, el sacerdote está específicamente capacitado para ser, en el plano pastoral, el «hombre de la comunión»: «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo» (Novo Millenio ineunte, n. 43).
En un tiempo que abundan los consejos, hay que recordar la responsabilidad personal del párroco en la moderación de la parroquia. De otro lado, esa función de gobierno exige que sea un hombre de la comunión, es decir un hombre que una toda la parroquia y no sea –aisladamente- amigo de algunos fieles o grupos. Tiene que ser un hombre que una a ricos y pobres, intelectuales y gente sencilla, jóvenes y ancianos, madres de familia y solteras, religiosos y seglares, conservadores y progresistas, etc.
Ningún párroco puede cumplir cabalmente su misión aislada o individualmente, sino tan sólo uniendo sus fuerzas con otros presbíteros, bajo la dirección de quienes están al frente de la Iglesia. En el futuro será siempre más importante la colaboración:
Entre los párrocos de varias parroquias;
entre los párrocos y sus vicarios;
entre el clero diocesano y los miembros de los Institutos de vida consagrada;
entre los clérigos y los laicos.
Es de desear y se debe favorecer un especial esfuerzo de comprensión mutua y de ayuda recíproca, incluso las relaciones entre los presbíteros de más edad y los más jóvenes: unos y otros son igualmente necesarios para la comunidad cristiana y son apreciados por los obispos y el Papa.
El Concilio Vaticano II recomienda a los de más edad que tengan comprensión y simpatía con respecto a las iniciativas de los jóvenes; y a los jóvenes, que respeten la experiencia de los mayores y confíen en ellos; a unos y a otros recomienda que se traten con afecto sincero, según el ejemplo que han dado tantos sacerdotes de ayer y de hoy; el párroco y los demás sacerdotes, incluso los religiosos son llamados a testificar en la vida cotidiana la comunión.
En una parroquia, los laicos, ¿De qué manera pueden ayudar a contribuir al desarrollo pastoral de una parroquia?
El párroco no está obligado a realizar personalmente todas actividades en la parroquia, sino a procurar que se realicen de manera oportuna, conforme a la recta doctrina y a la disciplina eclesial, en el seno de la parroquia, según las circunstancias y siempre bajo su propia responsabilidad.
El ideal no es la parroquia donde el sacerdote hace todo. El sacerdote debe ayudar a los laicos a descubrir y a realizar su vocación específica en comunión con los demás fieles. El realizador de esta comunión y de esta pertenencia de comunión del presbítero al pueblo de Dios es el Espíritu Santo. Dado que él impregna y motiva todas las áreas de la existencia, entonces también penetra y configura la vocación específica de cada uno. Así se forma y desarrolla la espiritualidad propia de presbíteros, de religiosos y religiosas, de padres de familia, de empresarios, de catequistas, etc. Cada una de las vocaciones tiene un modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad, que da profundidad y entusiasmo al ejercicio de sus tareas.
El apostolado de los laicos se desarrolla en buena parte en las asociaciones y movimientos que actúan en plena sintonía eclesial y en obediencia a las directrices de los pastores. Hay que promover y sostener las asociaciones de fieles.
Sin embargo, debe evitarse en el tejido parroquial cualquier género de exclusivismo o de aislamiento por parte de grupos individuales. Sin embargo, no faltan, también desde dentro de la parroquia y de las asociaciones, peligros como la burocratización, el funcionalismo, el democratismo, la planificación que atiende más a la gestión que a la pastoral.
¿Cuál es el principal desafío de un párroco en la sociedad contemporánea?
Falta considerar a cada parroquia desde la perspectiva global de la diócesis y no al revés; y falta tener en cuenta en su justa medida al fiel laico, al religioso y otros consagrados en la vida de la Iglesia, tanto en el interior de la misma comunidad cristiana, como en lo que atañe a su presencia en el mundo.
Crece la conciencia que, además de los problemas de la cultura post-moderna, se presentan, ya sea el problema del alto porcentaje de católicos que viven lejanos de la práctica religiosa, el problema de la disminución drástica, por distintas causas, del número de quienes se declaran católicos; existe, mientras tanto, el problema del crecimiento extraordinario de las llamadas “sectas evangélicas pentecostales” y de otras sectas.
Frente a esta realidad, apremia acoger con generosidad la invitación hecha por el Santo Padre Benedicto XVI en Brasil a una verdadera “misión”, dirigida a los que, incluso habiendo sido bautizados, por distintas circunstancias históricas, no han sido suficientemente evangelizados por nosotros.
En esta tarea ha que aprovechar de los medios de comunicación, para evitar la expansión de una cultura que trata de rechazar a Dios y está profundamente marcada por el secularismo, el relativismo, el cientificismo, el indiferentismo religioso, el agnosticismo y por un laicismo, a menudo militante y anti-religioso.
La pastoral que se lleva a cabo en una parroquia –no pocas veces- es muy amplia y diversa, de acuerdo a la realidad concreta de cada una, como por ejemplo la pastoral familiar, de la salud, entre otras. ¿A qué aspectos de la pastoral hay que darle prioridad en el mundo de hoy y de cara al futuro de la Iglesia?
Pienso que las siete prioridades pastorales que el Siervo de Dios Juan Pablo II ha individuado en la Novo Millenio ineunte son todavía actuales:
la santidad
la oración
la Santísima Eucaristía dominical
el sacramento de la Reconciliación
el primado de la gracia
la escucha de la Palabra y el anuncio de la Palabra.
Según el ejemplo ofrecido por el Santo párroco de Ars y otros sacerdotes ejemplares que ejercitaron su ministerio pastoral está al centro de la actividad de la cura pastoral del párroco la administración de los sacramentos, en particular modo, de la eucaristía y de la penitencia.
Entre las numerosas actividades que desarrolla una parroquia ninguna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración dominical del día del Señor y de su Eucaristía. Cada parroquia, en definitiva, está fundada sobre una realidad teológica, porque ella es una comunidad eucarística.
Por esta razón, el Concilio Vaticano II recomienda que “los párrocos han de procurar que la celebración de la Eucaristía sea el centro y la cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana” (Christus Dominus, n. 30). Esto significa que la parroquia es una comunidad idónea para celebrar la Eucaristía, en la que se encuentran la raíz viva de su edificación y el vínculo sacramental de su existir en plena comunión con toda la Iglesia.
Una atención particular deberán reservar los párrocos a las confesiones individuales, en el espíritu y en la forma establecida por la Iglesia y a la dirección espiritual a quienes la piden. No se puede evangelizar a largo plazo sin dar el primado a Dios y sin vida interior. Se podría decir que la crisis moral y social de nuestro tiempo, con los problemas que plantea tanto a las personas como a las familias, hace sentir con más fuerza esta necesidad de ayuda sacerdotal en la vida espiritual. Hay que recomendar vivamente a los presbíteros un nuevo reconocimiento y una nueva entrega al ministerio del confesionario y de la dirección espiritual, también a causa de las nuevas exigencias de los laicos, que tienen más deseos de seguir el camino de la perfección cristiana que presenta el Evangelio.
En el contexto del Año sacerdotal -recién iniciado- la atención a las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada constituye una de las prioridades pastorales.
¿Cómo ayudar a prevenir los matrimonios nulos en una parroquia?
Aconseja la experiencia que las investigaciones y expediente se hagan -siempre que sea posible- con la suficiente antelación y holgura de tiempo, porque, en su desarrollo, pueden surgir algunos elementos que requieran más amplia y profunda investigación. Así se evitarán precipitaciones y premuras de última hora, que originan nerviosismo y angustia en los contrayentes y sus familias; y, sobre todo, en el mismo párroco a quien corresponde asistir al matrimonio.
Esta holgura de tiempo (varios meses) resulta especialmente aconsejable cuando los contrayentes son de diócesis distintas, para permitir a las curias respectivas la tramitación necesaria.
En la atención pastoral, en la catequesis y en la celebración se han de ver reflejadas las situaciones especiales, como son los matrimonios precipitados para salvaguardar la buena fama y los realizados para legalizar una situación. En situaciones de previo embarazo ha de quedar claro que la legitimación de la futura prole no es causa que justifique un matrimonio que, por otros aspectos, sea desaconsejable.
Estos puntos son de singular importancia en el examen de contrayentes y testigos, dada la «mentalidad divorcista» que se va contagiando en los jóvenes y la creciente actitud antinatalista. La indisolubilidad y la ordenación a la prole deben quedar claramente no excluidas en la voluntad consensual. Ahí tiene el párroco una gran tarea de discernimiento y de investigación.
No siempre se puede dar por supuesta la madurez psicológica de los contrayentes. La percepción de un defecto en este sentido debe conducir a un examen por parte de un experto.
En una sociedad global, ¿Cómo pueden los sacerdotes imitar al Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney en su ministerio sacerdotal?
En un mundo en el que la visión común de la vida comprende cada vez menos lo sagrado, en cuyo lugar lo “funcional” se convierte en la única categoría decisiva, la concepción católica del sacerdocio podría correr el riesgo de perder su consideración natural, a veces incluso dentro de la conciencia eclesial.
La parroquia de Ars era una parroquia de campesinos y muy pequeña con solamente 230 fieles. Sin embargo, se recuerda que San Juan María Vianney no solo ayudaba los sacerdotes enfermos en las parroquias vecinas sino ofreció su constante servicio de confesor y de director de almas a miles de fieles que llegaban en siempre mayor número de todas las partes de Francia.
Con frecuencia, tanto en los ambientes teológicos como también en la práctica pastoral concreta y de formación del clero, se confrontan, y a veces se oponen, dos concepciones distintas del sacerdocio descritas recientemente por el Papa Benedicto XVI:
a) La concepción social-funcional que define la esencia del sacerdocio con el concepto de “servicio”: el servicio a la comunidad, en la realización de una función. La concepción de servicio corresponde al primado de la Palabra y del servicio del anuncio.
b) La concepción sacramental-ontológica, que naturalmente no niega el carácter de servicio del sacerdocio, pero “.. lo ve anclado en el ser del ministro y considera que este ser está determinado por un don concedido por el Señor a través de la mediación de la Iglesia, cuyo nombre es sacramento” (J. Ratzinger, Ministerio y vida del sacerdote, en Elementi di Teologia fondamentale. Saggio su fede e ministero, Brescia 2005, p. 165).
La concepción ontológico-sacramental está vinculada al primado de la Eucaristía, en el binomio “sacerdocio-sacrificio”.
Sobre la Parroquia, ¿Qué rol está llamado a jugar en el mundo actual o ya es una institución superada en la actualidad?
La parroquia es una concreta communitas christifidelium, constituida establemente en el ámbito de una Iglesia particular, y cuya cura pastoral es confiada a un párroco como pastor propio, bajo la autoridad del Obispo diocesano. La parroquia, por eso, será siempre actual, tendrá siempre un futuro. La parroquia no está destinada a desaparecer.
Eso no quiere decir que no haya necesidad de cambios. En varias partes de Europa hay parroquias con más de mil años de historia, con las mismas fronteras desde hace siglos. Es de no causar asombro que serán uniones de parroquias porqué algunas de esas parroquias son despobladas por las migraciones o habitadas hoy en mayor parte por no católicos. En otras partes, falta el número suficiente de clero para proveer a todos los oficios vacantes de párroco.
En muchas diócesis de África y América Latina todavía está pendiente dividir parroquias muy pobladas para permitir un servicio pastoral más cercano a los fieles.
Las parroquias ciudadanas son demasiado pobladas. Es imposible que el párroco de una parroquia con 100 mil habitantes conozca todavía a sus fieles. Habrá que dividirlas en unidades más pequeñas y más accesibles. Un sacerdote de mi país trabajó como párroco de una parroquia rural de Bolivia que es más extensa de una diócesis en Europa y cuenta con 50 comunidades. Allí también habrá que proveer a una nueva configuración de los límites entre las parroquias para facilitar un ejercicio de la pastoral que sea más cercano a los fieles.
La parroquia tiene seguramente futuro. La cuestión es solamente cuantas reestructuraciones serán necesarias en algunas regiones para que pueda cumplir con sus funciones. Gracias a los medios de transporte y de comunicación será muy importante en el futuro, mejorar la colaboración entre las parroquias.
En varios países de Europa están naciendo las “unidades pastorales” reguladas por el derecho particular diocesano. Están formadas (las unidades pastorales), por varias parroquias, están llamadas por el Obispo a constituir juntas una “comunidad misionera” eficaz, que trabaja en un determinado territorio, en armonía con el plan pastoral diocesano. Se trata, en resumen, de una forma de colaboración y de coordinación interparroquial (entre dos o más parroquias limítrofes). No se suprimen las parroquias, pero se organiza una colaboración mutua.