En los perseguidos y en las víctimas inocentes de los intereses de los traficantes de muerte, Jesús mismo nos mira pidiendo esa caridad que nos hace cristianos
(RV).- Al recibir a los participantes en la 88 plenaria de la Reunión de las Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales – ROACO – con su dolor y preocupación, ante los eventos dramáticos que sacuden Oriente Medio, el Papa Francisco recordó su peregrinación a Tierra Santa y la sucesiva súplica por la paz en Tierra Santa, en Oriente Medio y en todo el mundo, convocada por él mismo y celebrada en el Vaticano, el 8 de junio de 2014.
¡Todos hubiéramos deseado que la semilla de la reconciliación hubiera producido más frutos!, exclamó el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que la tierra de Oriente Medio, marcada desde hace años por conflictos, «está surcada por los pasos de los que buscan refugio e irrigada por la sangre de tantos hombres y mujeres, entre los cuales son numerosos los cristianos perseguidos a causa de su fe».
«Es la experiencia cotidiana de los hijos e hijas de las Iglesias de Oriente y de sus Pastores, que comparten los sufrimientos con tantas otras personas. Y ustedes, también en esta Sesión, llevan adelante la obra de escucha y de servicio, que caracteriza el estatuto de las agencias que representan», señaló el Papa Bergoglio, para luego recordar a todos los cristianos y a todos los inocentes, víctimas de la violencia y de los intereses de los traficantes de muerte, con un llamamiento a perseverar en la caridad cristiana y a denunciar lo que pisotea la dignidad humana:
«En el drama de estos meses, parece que el mundo haya tenido un sobresalto de conciencia y haya abierto los ojos, dándose cuenta de la presencia milenaria de los cristianos en Oriente Medio. Se han multiplicado iniciativas de sensibilización y de ayuda para ellos y para todos los demás inocentes, golpeados injustamente por la violencia. Sin embargo, se debería cumplir un esfuerzo ulterior para eliminar los que aparecen como tácitos acuerdos, para los cuales, en la balanza de los intereses, la vida de miles y miles de familias – mujeres, hombres, niños, ancianos – parece pesar menos que el petróleo y las armas. Y, al tiempo que se proclama la paz y la justicia, se tolera que los traficantes de muerte actúen en esas tierras. ¡Los aliento, por lo tanto, a que, mientras prosigan su servicio de caridad cristiana, denuncien lo que pisotea la dignidad del hombre!»
El Papa destacó asimismo el reciente viaje a Irak de una delegación de la ROACO, en el que mantuvieron encuentros con los numerosos desplazados de la llanura de Nínive y con grupos provenientes de Siria. Y animó la atención de la Reunión de las Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales hacia Etiopía, Eritrea y Armenia:
«Ustedes pueden ayudar a estas antiquísimas comunidades cristianas a sentirse partícipes de la misión evangelizadora y a ofrecer, sobre todo a los jóvenes, un horizonte de esperanza y de crecimiento. Sin ello, nunca se podrá detener el flujo que ve a tantos hijos e hijas de esa región ponerse en camino para llegar a las costas del Mediterráneo, con el riesgo de sus vidas».
«Toda obra de ayuda, para no caer en el eficientismo y en el asistencialismo – que no promueven a las personas y a los pueblos – debe renacer siempre de la bendición de Señor, que nos alcanza cuando tenemos la valentía de mirar la realidad y a los hermanos que tenemos ante nosotros», – destacó el Santo Padre para luego añadir la exhortación que escribió en la Bula de convocación del Jubileo de la Misericordia: «Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia, que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo» (n.15).
(CdM – RV)