En El Sufrimiento, ¿Dónde Está Dios? [Reflexión]
Escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, www.cem.org.mx
HECHOS
El poeta Javier Sicilia, en el Encuentro Fe y Cultura que promovimos hace poco, dijo: “Quisiera hablar desde mi condición de víctima de un sufrimiento que tiene que ver con un asunto de orden espiritual cuya expresión más clara y contundente es la ausencia de Dios, su profundo y aterrador silencio frente al mal y al sufrimiento de las víctimas.
¿Por qué, después de más de dos mil años de redención y cristianismo, el mal, lejos de disminuir se ha complicado, al grado de que asistimos a una destrucción de los seres humanos que no ha tenido precedente en la historia?
¿Dónde en toda esta historia de horror y sufrimiento está Dios? Un Dios que elige o permite el mal, un Dios que está del lado del crimen no me interesa, le doy la espalda”, y usó una grosera expresión contra ese dios (lo pongo con minúscula, porque ese no es el verdadero Dios, ni para nosotros, ni para el poeta, como él mismo lo dice adelante).
Lo escuchamos con empatía, porque es un padre cuyo hijo fue asesinado en circunstancias dolorosas, y se ha solidarizado con muchas víctimas en el país. Y aunque algunas expresiones parecen ofensivas a nuestra fe, su reflexión sobre un Dios que se manifiesta en el amor fraterno, es muy acorde con lo que creemos.
En efecto, afirma que en el mal no está Dios: “La verdad, la única y real verdad, es que allí Dios no está. Si hay algo de él es, al igual que sucedió en Getsemaní y en la cruz, su silencio, su terrible y abismal silencio. ¿Cómo interpretarlo? De la única manera posible: Porque Dios es amor y el amor es pura impotencia, una impotencia cuyo rostro es el sufrimiento mismo de las víctimas.
A Dios debe dolerle mucho el corazón, al igual que un padre que amando tanto a su hijo, no pudo evitar que el mal del crimen se cerniera sobre él.
Si Dios tiene un rostro -es el único que he podido visualizar en medio de mi dolor y que mantiene viva mi fe- , ese rostro es el de la impotencia del amor frente al poder, el de la ternura con la que impotente y silencioso uno abraza su propio dolor y abraza el dolor de otros.
Pese a esa oscuridad que arrastramos con nosotros no hemos dejado de amar. Si lo hubiéramos hecho, las tinieblas del mal se habrían hecho absolutas y habitaríamos el infierno. El amor es, en este sentido, un misterioso vínculo con el amor dolido e impotente de Dios y de nuestros seres amados.
Hemos triunfado de la desdicha y hemos hecho de nuestro dolor una esperanza que nos permite hacer presente, en el consuelo a los otros, la dulce, redentora y silenciosa impotencia del amor de Dios.
El amor que guarda el silencio de Dios sólo se hace presente en la ternura del amor que tenemos frente a nuestro sufrimiento y al de los otros. Esa ternura, tan amorosa como exigente, ha vuelto a poner en el centro del sufrimiento al ser humano”.
CRITERIOS
Dios se nos manifestó en Cristo, al dar la vida por nosotros. El es el rostro verdadero de Dios, que es puro amor.
Dice el Papa Benedicto XVI: “En la crisis actual, la Encarnación del Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser. Es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre.
Con Dios no desaparece el horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles de crisis. La Encarnación nos dice que nunca estamos solos. Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña. Donde Dios habita, reconocemos que todos estamos en casa. Donde Cristo habita, sus hermanos y sus hermanas jamás son extraños.
Es la fe la que nos reúne en una única familia y nos hace a todos hermanos y hermanas. Es Dios precisamente quien libera nuestra libertad, la libera de su cerrarse en sí misma, de la sed de poder, de poseer, de dominar, y la hace capaz de abrirse a la dimensión que la realiza en sentido pleno: la del don de sí, del amor, que se hace servicio y colaboración” (4-X-2012).
PROPUESTAS
Demos muestras de amor a las víctimas, a los enfermos, presos, migrantes, indígenas, ancianos y marginados, y así les haremos visible y palpable a Dios, que es amor.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
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