El valor de la Hora Santa
El Papa Juan Pablo II beatificó a Dina Belanger, una mujer canadiense muy devota del Santísimo Sacramento. Cuando ella iba a su adoración, Jesús le mostraba multitudes de almas al borde del precipicio del infierno.
Y después de su hora santa, ella veía a esas almas en las manos de Dios. Jesús le hacía entender que el valor de una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas del borde del Infierno a las puertas del Cielo.
EJEMPLOS
Cuenta Monseñor Josefino:
«Una noche, Nonette Silla se encontraba en la capilla rezando desde las 2 a.m. hasta las 3 a.m., una hora antes que mi hora de adoración. Hacía tres semanas que ella le había encomendado al Corazón de Jesús a un hombre que estaba destruyendo la vida moral de algunas de sus amigas.
Ella incluía a este hombre en su oración y le pedía a Jesús que trajera a este hombre a la capilla para tener la certeza de su conversión. Tres semanas después, mientras ella rezaba en ese mismo lugar, oyó que alguien sollozaba. Al darse vuelta, vio que era el mismo hombre por el que estaba orando. Él le explicó que, durante tres semanas, su mente había estado muy confundida. No podía dormir y empezó a pensar que estaba mal lo que hacía.
Esa noche estuvo conduciendo por toda la ciudad de Makati donde vivía. Cuando pasó por la iglesia de san Miguel, vio la luz de la capilla encendida. La luz le pareció atrayente y decidió entrar. Y allí encontró la misericordia de Jesús en el Santísimo Sacramento. Por eso, sollozaba. Cuando yo llegué a las 3 a.m., él me contó su historia, se confesó y, desde entonces, viene diariamente a la misa y comunión».
En otra ocasión relató lo siguiente:
«Una noche, en la iglesia de san Miguel, acababa de terminar mi hora santa a las 4 a.m., cuando llegó una mujer en taxi. Ella quería que hablase con su hijo. Vivían en Parañaque.
Me dijo que una voz la había despertado, diciéndole que fuera a la iglesia de san Miguel. Se levantó justo a tiempo, pues su hijo estaba a punto de suicidarse. Y me lo trajo para hablar con él. A partir de ese día, el joven comenzó a mejorar y ahora está muy bien».
Monseñor Josefino nos dice:
«En una ocasión, estaba predicando en una parroquia, cuando aparecieron tres hombres que habían recorrido varios kilómetros para que uno de ellos se confesara. Los tres eran amigos y tenían el mismo horario de adoración.
El que quería confesarse, después de cuarenta años de estar alejado de Dios, lo hacía, porque, al haber comenzado su hora de adoración, había sentido la necesidad de reconciliarse con Dios. Era un fruto de la adoración».
Bendito, alabado y adorado sea Jesús en Santísimo Sacramento del altar.
Sea para siempre bendito alabado y adorado.✝