El significado de cada parte del Ave María
Cada parte de la oración del Ave María tiene un significado basado en las Sagradas Escrituras y en Tradición
El Ave María es una de las oraciones más queridas del pueblo católico. Es la más antigua oración que conocemos dirigida a la Virgen María, nuestra Madre, Madre de Jesús, Madre de la Iglesia. Ella esta en la propia Biblia, revelación de Dios. En la Anunciación, el Ángel la saludo: “Ave, llena de gracia”. María fue la única que encontró la gracia delante de Dios, porque fue la única “concebida sin el pecado original”. En Sus apariciones a Santa Catalina Labouré, en Francia, en 1830, ella pidió que fuera encuñada lo que quedo siendo llamada de “Medalla milagrosa”. En letras de oro, Catalina vio escrita la bella frase:
“¡Oh María concebida sin pecado, ruega por nosotros que recurrimos a ti!”. –
“El Señor es contigo”, le dijo el Arcángel Gabriel.
María tiene una intimidad profunda con Dios. Nuestro Catecismo dice que “desde toda eternidad, Dios eligió, para ser la Madre de Su Hijo, una hija de Israel, una joven judía de Nazareth en la Galilea, ‘a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María’ (Lc 1, 26)”. Ella es Hija del Padre, es la Madre del Hijo, y es la Esposa delEspíritu Santo. Esta en plena unidad con la Santísima Trinidad. Una sola mujer Dios Madre, Hija y Esposa.
“Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” Lc 1,42). Fue así que Santa Isabel saludo a la Virgen “en alta voz” y “llena del Espíritu Santo”. Y el niño Juan Bautista saltó en su seno. Isabel dejó claro porque María es “bendita entre todas las mujeres”: “¿De donde viene la honra de venir a mí la Madre del Señor?”. Y Isabel completa: “Bienaventurada es tu que crees..”
El bendito fruto de tu vientre es el propio Dios, Hijo de Dios, encarnado en su seno virginal: Jesús. Ella es la Madre de Dios. Cuando el hereje Nestorio, patriarca de Constantinopla, quiso negar esa verdad, el pueblo se rebeló, y el Concilio de Niceia, en 431, confirmo la maternidad divina de María: (Theotókos). “En adelante todas las generaciones me llamarán feliz” (Lc 1,48), por eso la piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es intrínseca al culto cristiano.
Después de saludar a la Virgen María, Madre de Dios, con estas palabras que vinieron del cielo, la oración de la Ave María nos lleva a suplicar las gracias del Señor por la intercesión de aquella a quien Dios nada puede negar.
“Santa María, Madre de Dios”. ¿Lo que no consigue la Madre del Altísimo? ¿Lo que no puede conseguir, ante del trono de la gracia, aquella que es Su Madre, Esposa y Hija? Elmilagros de bodas de Caná (Juan 2) dice todo, muestra el gran poder intercesor de Madre ante del Hijo. Por eso, la Iglesia siempre nos enseña: “¡Pide a la Madre que el Hijo atiende!”. El buen hijo nada niega a Su madre, por eso San Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia, la llamaba de “Omnipotencia suplicante”. Consigue todo, por gracia, lo que Dios puede por naturaleza.
Y nosotros pecadores imploramos: “Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Puede conseguir del Rey los grandes beneficios aquellos que están cerca de Él, aquellos que tienen intimidad con Él. ¿Quien más que María tiene intimidad con Dios? ¡Cuantas personas me piden para mediar un pedido junto con Monseñor Jonas Abib, porque saben que tengo intimidad con él! Lo mismo ocurre con Dios. Ese es el poder de la intercesión.
La Santísima Madre ante Su Hijo ruega por nosotros sin cesar. Dice el Concilio Vaticano II que “En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna […] Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora” ” (696).
“La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres […] brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia” (970).
Nuestra Madre ruega por nosotros a cada momento, incluso si no tenemos consciencia de eso; especialmente protege a los que se consagran con seriedad. ¡De modo especial, nos defiende en la hora de la muerte! Especialmente aquellos que son consagrados. San Bernardo dice que no es posible que se pierda un buen hijo de María. Por eso, pedimos insistentemente que ella ruegue por nosotros, sobre todo en el momento decisivo de nuestra muerte. Cuando rezamos el Santo Rosario, a ella ofrecemos rosas espirituales que ella lleva a Dios por nosotros. Ella no guarda para si, porque el rosario es la meditación de toda la vida de Jesucristo, nuestro Señor.
Traducción: Thaís Rufino de Azevedo
Profeso Felipe Aquino
Master y Doctor en Ingeniería Mecánica. Recibió el título de Caballero de la Orden de San Gregorio Magno por el Papa Benedicto XVI, es autor de varios libros y presentador de programas de televisión y radio de la comunidad Canción Nueva.