El sermón del buen pastor cardenal Juan Luis Cipriani
Ricardo Sánchez Serra
En la Misa Te Deum por Fiestas Patrias, el cardenal Juan Luis Cipriani nos obsequia una homilía hermosa, docente, patriótica, de profunda reflexión, de un padre que aconseja a sus hijos e inspirada por Dios.
En una síntesis meteórica, pero profunda sobre nuestra historia, rescata los ejemplos más sublimes de nuestra peruanidad y el patriotismo, “que es mucho más grande que la suma de ideologías o de situaciones coyunturales”, por lo que es menester, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia “fortalecer la autoestima como un valor nuclear en todo proceso educativo desde la niñez y juventud, especialmente en la familia.”
Al destacar nuestra esencia cristiana y recordando –de acuerdo a la última encuesta de Vox Populi- que somos 80 por ciento de católicos y 14 por ciento más de evangélicos y que los valores religiosos “colaboran y ayudan a realizar una tarea honesta, positivo en el desarrollo del Perú”, como la honradez, veracidad, justicia, dignidad de toda vida humana, respeto a la honra, “valores que iluminan a nuestros pueblos” y por ello defiende lo que más valora: a la familia, el matrimonio y la vida.
Y, en estos temas, los políticos están avisados y algunos medios de comunicación que se encuentran en el lado oscuro, es decir apoyando el asesinato, como lo es el aborto y la depravación como es la unión gay, estarán de espaldas al pueblo peruano.
“No aceptemos el neocolonialismo promovido por algunas instituciones y organismos de países, poderosos materialmente hablando pero enfermos espiritualmente, el Perú tiene su propio camino”, señala el líder de la Iglesia Católica peruana.
Recuérdese que el 88% de los peruanos rechazarían un candidato pro abortista y un 80% se opone a la unión gay.
De otro lado aconseja una campaña electoral respetuosa y que los medios de comunicación sean prudentes y orientadores y no se enfrasquen en una guerra sin cuartel manchando honras e insultando.
¿Lograremos que la civilización llegue a algunos medios? Su accionar responsable es vital para erradicar la violencia.
La homilía del cardenal es una de las más bellas piezas literarias y que ya nos tiene acostumbrados en todas sus celebraciones eucarísticas. Así como la gran mayoría de los cristianos lo aprecian y lo ven como su pastor, otros lo critican sin conocerlo.
Unos pocos lo hostigan e intentan desprestigiarlo, porque lo ven como un enemigo ideológico de polendas y un verdadero escudo contra lo amoral o inmoral y de todo desviacionismo doctrinario social cristiano: saben que jamás podrán derrotarlo en un debate de ideas.
Es duro en sus apreciaciones, pero habla con verdad y se pronuncia con franqueza en una sociedad acostumbrada a las medias tintas del “sí, pero no” o “tal vez” para querer congraciarse con todos.
Los tibios no entrarán al Reino de los Cielos, ni tampoco los católicos nominales o librepensadores. Hay que ser un católico militante, defensor de la vida y de la familia.
El corazón de Cipriani es muy grande y tiene una especial sensibilidad con los más pobres. Sus obras en Ayacucho, en El Agustino y en su engreída Manchay, lo atestiguan.
Es duro con los desviacionistas, pero tierno con los necesitados. Así es el cardenal Cipriani.