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EL PROFUNDO TESTIMONIO DE JUAN PABLO II Amar mediante el dolor

San Juan Pablo II

San Juan Pablo II

EL PROFUNDO TESTIMONIO DE JUAN PABLO II – Amar mediante el dolor

«Creo que no nos debe preocupar lo mucho que sufren muchos, sino preocuparnos por los muchos que no saben sufrir…”. Al leer la homilía, con voz inspirada y temblorosa, Juan Pablo II evocó la parábola del buen samaritano: “…El mensaje de esta historia, y de todo el Evangelio, es que el hombre está llamado a amar mediante el dolor”.

No eran palabras vacías, pues el Santo Padre se acercó luego a los leprosos y trató de tocarlos a todos. Con el rostro hinchado y con un rictus de profundo dolor y los movimientos inseguros, casi parecía uno de ellos.

Las lágrimas rodaban por las mejillas de una niña ciega por la enfermedad, cuando el Papa agarró su cabecita entre sus manos y la besó dulce y largamente en la frente, limpiando sus lágrimas. Todas las personas que estábamos presentes esa tarde en el leprosorio, e incluso los encallecidos reporteros que cubríamos el viaje del Papa, terminamos llorando también.

Ese bello Santo Padre siempre abordó el tema del sufrimiento humano de distintas maneras y con diferentes palabras, pero todas son coincidentes con que el sufrimiento fortalece el espíritu del hombre.

Recién entendí su dolor y su angustia que cada día se hacían más grandes y conmovedores, y tan evidentes… Ahora entiendo que cuanta más edad tenía, más fuerte e impactante era su lenguaje de gestos y de expresión divina. Solo deleitaba e inspiraba ver su imagen, caminando ya en el calvario que lo llevaría a la cruz y después a la luz permanente de Dios.

“Vengo a ustedes como un testigo que ha experimentado el sentido y la importancia del sufrimiento”, “Vivimos en un mundo que intenta erradicar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte de la memoria individual y colectiva”, estas fueron las palabras que pronunciara el Papa en una casa de asilo para enfermos desahuciados; posteriormente, sin que se permitiera a la televisión filmar al Sumo Pontífice, este se acercó a la cama de cada uno de ellos.

Se veía a lo lejos la imagen de un hombre de Dios, sentado y encorvado, hablarles al oído a cada uno, nunca se sabrá qué les decía, pero sin duda su presencia y su voz no eran las del consuelo para morir y dejar el mundo físico, eran las del camino a la verdad, ya que morir es parte de la vida y la verdadera vida es Dios.

El plan de salvación de Jesús es difícil de entender, porque el paso hacia la salvación es a través de la muerte; una muerte que es no solo término de la existencia biológica, sino muerte de todo en Él: sus sentimientos quedan triturados, quebrados, rotos, aparentemente todo desemboca en un fracaso, muere su éxito, todos los componentes de su personalidad y de sus deseos mueren, pero para convertirse en fuerza incontenible de fecundidad, de vida eterna.

Como dice San Juan: “…si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si cae en tierra y muere, da mucho fruto”. Jesucristo es consciente de su misión y del modo trágico en que va a realizar esa misión. Y ante esa tragedia nos hace entrever cuáles son sus sentimientos, pero sobre todo quiere revelarnos el sentido de esa tragedia; va a ser elevado como un despojo, pero también como un estandarte. De ahí que la muerte es la mayor verdad de que es la más grande explosión de vida y fecundidad, y este gran misterio lo revelaba Juan Pablo II solo con verlo caminar…

En su encíclica Salvifici Doloris, el Papa concluyó “… el dolor es sobrenatural porque está arraigado en el misterio divino de la Redención, y es también profundamente humano porque en él la persona se conoce a sí misma: su humanidad, su dignidad, y su misión”, el sentido del sufrimiento es el amor. “Cristo enseñó al hombre hacer el bien mediante su sufrimiento, y a hacer el bien a los que sufren”.

Mi esposa y mis hijos me dicen siempre: hay que rezar por los enfermos y por los que sufren de profunda enfermedad, ya que a muchos de ellos los ciega el dolor y no se dan cuenta de su camino a la vida. Es muy cierto, pero también es cierto que hay que rezar por los sanos que están cegados por el rollizo dios de su confort egoísta.

Pidamos en nuestras oraciones por la beatificación de Juan Pablo II y por su pronta llegada a ser santo de la Iglesia, porque fue un Regalo de Dios en la Tierra…

Publicado en DIARIO El Peruano, el 27 denero de 2011

Por: Néstor A. Scamarone M.

Periodista – Docente universitario.

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