El perdón se pide, se da…
Qué fácil es hablar de perdón,
pero qué difícil es darlo.
Algunos han dicho que es un don
el saber que estamos equivocados
y que podemos ser perdonados;
pero ¿qué pasa con los que se equivocan
y nos hacen daño?
Algunas veces deseamos castigar
a dicha persona, pero quienes salimos
más castigados somos nosotros mismos,
y para liberarnos es necesario renunciar
a esos sentimientos dolorosos
que no son nuestros, sino que son
de quien nos hizo daño, y hay que dejarlos ir.
Cuando sucede esto, me pregunto:
¿qué hubiera yo hecho en lugar
de la otra persona que me hizo daño,
si yo hubiera estado en la misma
situación y circunstancias?
Casi siempre concluyo que en ese momento,
lo que hizo esa persona fue su mejor opción
para él, aunque no para mí, y lo que la otra
persona hizo fue sólo protegerse,
no fue su intención hacerme daño.
¿Acaso no hice sentir yo alguna vez
a otra a otra persona de la misma manera?
O ¿estaré pensando que mis sentimientos
valen más que los de la otra persona?
Y de ahí viene la siguiente reflexión:
Me siento herido, pero eso no significa
que la otra persona sea mala,
o en verdad quiera hacerme daño.
Simplemente la otra persona no conoce
toda mi vida ni mi pasado,
igual que yo no conozco el suyo,
y no sabe lo que traigo guardado
en mi historia personal.
El perdón se pide, se da…
Y la razón más importante para darlo
es que me libero de una gran carga.
¿Qué prefieres? ¿Ser feliz o tener la razón?