El Papa Francisco preside la Santa Misa en la Plaza de la Revolución de La Habana
(RV).- “También nosotros como los discípulos, tenemos la tentación de huir de las cruces propias y de las cruces de los demás, de alejarnos del que sufre”.
Antes del rezo a la Madre de Dios en el Ángelus del XXV domingo del tiempo ordinario, y luego de agradecer las palabras del Cardenal Arzobispo de La Habana, Jaime Ortega y Alamino, y saludar a los Obispos, sacerdotes, religiosos, fieles laicos presentes en la Plaza de la Revolución, al Señor Presidente y a las autoridades, el Papa Francisco volvió sobre el pasaje del evangelio de Marcos sobre el que había desarrollado su homilía, esta vez centrándose en el miedo de los discípulos al no comprender la idea de la pasión y muerte de Jesús en la Cruz.
“Aprendamos de María a tener el corazón despierto y atento a las necesidades de los demás”. El Papa invitó a volver nuestros ojos a la Madre María, para pedirle que “nos enseñe a estar junto a la cruz del hermano que sufre”; junto a ella podemos comprender quién es verdaderamente «el más importante», y qué significa estar junto al Señor y participar de su gloria.
“No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”. Con su pensamiento dirigido a “la querida tierra de Colombia”, “consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz”, el Papa Francisco rezó para «que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga los esfuerzos para una definitiva reconciliación», y pidió unirse en plegaria a María, de modo especial “por los que han perdido la esperanza, y no encuentran motivos para seguir luchando; por los que sufren la injusticia, el abandono y la soledad; por los ancianos, los enfermos, los niños y los jóvenes, por todas las familias en dificultad”. “Madre santa, te encomiendo a estos hijos tuyos de Cuba: ¡No los abandones nunca!”
(GM – RV)
Texto completo de las palabras del Papa a la hora del Ángelus
Agradezco al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, sus amables palabras, así como a mis hermanos Obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos. Saludo también al Señor Presidente y a todas las autoridades presentes.
Hemos oído en el evangelio cómo los discípulos tenían miedo de preguntar a Jesús cuando les habla de su pasión y muerte. Les asustaba y no podían comprender la idea de ver a Jesús sufriendo en la Cruz. También nosotros tenemos la tentación de huir de las cruces propias y de las cruces de los demás, de alejarnos del que sufre. Al concluir la santa Misa, en la que Jesús se nos ha entregado de nuevo con su cuerpo y su sangre, dirijamos ahora nuestros ojos a la Virgen, Nuestra Madre. Y le pedimos que nos enseñe a estar junto a la cruz del hermano que sufre. Que aprendamos a ver a Jesús en cada hombre postrado en el camino de la vida; en cada hermano que tiene hambre o sed, que está desnudo o en la cárcel o enfermo. Junto a la Madre, en la Cruz, podemos comprender quién es verdaderamente «el más importante», y qué significa estar junto al Señor y participar de su gloria.
Aprendamos de María a tener el corazón despierto y atento a las necesidades de los demás. Como nos enseñó en las Bodas de Caná, seamos solícitos en los pequeños de detalles de la vida, y no cejemos en la oración los unos por los otros, para que a nadie falte el vino del amor nuevo, de la alegría que Jesús nos trae.
En este momento me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la querida tierra de Colombia, «consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz». Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella Isla, para una definitiva reconciliación. Y así la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad y del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación.
Les pido ahora que se unan conmigo en la plegaria a María, para poner todas nuestras preocupaciones y aspiraciones cerca del Corazón de Cristo. Y de modo especial, le pedimos por los que han perdido la esperanza, y no encuentran motivos para seguir luchando; por los que sufren la injusticia, el abandono y la soledad; pedimos por los ancianos, los enfermos, los niños y los jóvenes, por todas las familias en dificultad, para que María les enjugue sus lágrimas, les consuele con su amor de Madre, les devuelva la esperanza y la alegría. Madre santa, te encomiendo a estos hijos tuyos de Cuba: ¡No los abandones nunca