El Papa Francisco habla sin tapujos sobre la guerra, el sida, el cambio climático, la pobreza en una entrevista sin desperdicio
En Kenya se reunió con las familias pobres de Kangemi y escuchó sus historias de exclusión de los derechos fundamentales como la falta de acceso al agua potable. ¿Qué sintió cuando escuchó sus historias y qué habría que hacer para poner fin a estas injusticias?
«Sobre este problema he hablado varias veces. No recuerdo bien las estadísticas, pero me parece haber leído que el 80% de la riqueza del mundo está en manos del 17% de la población. No sé si sea cierto. Es un sistema económico que tiene en el centro el dinero, el dios dinero. Recuerdo una vez, un embajador no católico, hablaba francés, y me dijo: «Nous son tombeé dans l’idolatrie dell’argent» (Hemos cardo en la idolatría de la plata). ¿Qué sentí en Kangemi? ¡Sentí dolor, un gran dolor! Ayer fui al hospital pediátrico, el único de Bangui y del país. En terapia intensiva no tienen oxígeno, había muchos niños desnutridos. La doctora me dijo: ‘La mayor parte de ellos morirán porque tienen malaria o porque están desnutridos’. La idolatría es cuando un hombre o una mujer pierde su documento de identidad, es decir ser hijo de Dios, y prefiere buscarse un Dios a su medida. Este es el principio: si la humanidad no cambia, continuarán las miserias, las tragedias, las guerras, los niños que mueren de hambre, la injusticia. ¿Qué piensa este porcentaje que tiene en las manos el ochenta por ciento de la riqueza del mundo? Esto no es comunismo, es verdad. Y no es fácil ver la verdad».
Quisiera saber cuál fue el momento más importante del viaje, si volverá a África y cuya será su próximo viaje…
«Si las cosas salen bien, creo que el próximo viaje será a México; las fechas todavía no son precisas. ¿Volveré a África? No lo sé. ¡Yo soy un anciano, los viajes son pesados! El momento más importante: esa multitud, esa alegría, esa capacidad de festejar, de hacer fiesta a pesar de tener el estómago vacío. Para mí, África fue una sorpresa. Dios siempre nos sorprende, pero también África nos sorprende. Recuerdo muchos momentos, pero sobre todo la multitud… Se sintieron ‘visitados’, tienen un sentido de acogida muy grande, y yo lo vi en las tres naciones.
Después, cada país tiene su identidad: Kenya es un poco más moderno y desarrollado. Uganda tiene la identidad de sus mártires: el pueblo ugandés, tanto los católicos como los anglicanos, venera a los mártires. La República Centroafricana tiene ganas de paz, reconciliación, perdón. Ellos han vivido hasta hace cuatro años, entre católicos, protestantes, musulmanes, como hermanos. Ayer fui a ver a los evangélicos que trabajan tan bien y después vinieron a Misa.
Hoy fui a la mezquita, recé en la mezquita, el imán se subió al papamóvil para dar una vueltecita entre los prófugos. Hay un pequeño grupo muy violento, creo cristiano o que se dice cristiano, pero no es el EI, es otra cosa (los anti-Balaka, ndr.). Ahora se van a hacer las elecciones, han elegido a una presidenta de transición, esta mujer como presidenta, y buscan la paz: nada de odio».
Se habla mucho sobre «vatileaks» en la actualidad, sin entrar en detalles sobre el proceso que se está llevando a cabo, quisiera preguntarle: ¿cuál es la importancia de la prensa libre y laica para arrancar la corrupción?
«La prensa libre, laica y también confesional, pero profesional. La profesionalidad de la prensa puede ser laica o confesional: lo importante es que haya profesionistas y que las noticias no sean manipuladas. Para mí es importante porque la denuncia de las injusticias y de las corrupciones es un buen trabajo. La prensa profesional debe decir todo, pero sin caer en los tres pecados más comunes: la desinformación, es decir decir solo a medias la verdad y no el resto; la calumnia, cuando la prensa no profesional ensucia a las personas; la difamación, que es decir cosas que quitan la fama a una persona.
Estos son los tres defectos que atentan contra la profesionalidad de la prensa. Necesitamos profesionalidad. Y, sobre la corrupción, ver bien los datos y decir las cosas: hay corrupción aquí por esto, esto y esto. Y luego un periodista profesionista verdadero, si se equivoca, pide perdón».
El fundamentalismo religioso amenaza a todo el planeta; lo hemos visto con los atentados de París. Frente a este peligro, usted cree que los líderes religiosos tienen que intervenir más en ámbito político?
«Si intervenir en ámbito político quiere decir hacer política, no. Hagamos el padre, el pastor, el imán, el rabino. Pero se hace política indirectamente predicando los valores, valores verdaderos, y uno de los valores más grandes es la hermandad entre nosotros. Todos somos hijos de Dios, tenemos el mismo Padre. No me gusta la palabra tolerancia, debemos hacer convivencia, amistad. El fundamentalismo es una enfermedad que existe en todas las religiones.
Nosotros los católicos tenemos algunos (muchos), que creen que tienen la verdad absoluta y siguen adelante ensuciando a los demás con la calumnia, la difamación, y hacen daño. Esto lo digo porque es mi Iglesia. Hay que combatir el fundamentalismo religioso. No es religioso, ofende a Dios, es idólatra. Convencer a esta gente que tiene esta tendencia, esto es lo que deben hacer los líderes religiosos. El fundamentalismo que acaba en tragedia, o que comete delitos, es algo malo, pero sucede en todas las religiones».
¿Cómo fue posible el nombramiento de monseñor Lucio Ángel Vallejo Balda y de Francesca Choauqui en la comisión Cosea? ¿Cree haber cometido un error?
«Fue un error. Vallejo entró por el cargo que tenía y que ha tenido hasta ahora: era el Secretario de la Prefectura de los Asuntos Económicos. ¿Como entró ella? No estoy seguro, pero creo que no me equivoco si digo que fue él el que la presentó como una mujer que conocía el mundo de las relaciones comerciales. Trabajaron y cuando terminó el trabajo, los miembros de la Cosea se quedaron en algunos puestos en el Vaticano La señora Chaouqui no permaneció en el Vaticano; algunos dicen que se enojó por esto.
Los jueces nos dirán la verdad sobre las intenciones, cómo lo hicieron. Para mí no fue una sorpresa, no me quitó el sueño, porque hicieron ver el trabajo que comenzó con la comisión de los nueve cardenales, de buscar la corrupción y las cosas que no funcionan. Quiero decir una cosa, no sobre Vallejo y Chaouqui. Trece días antes de la muerte de Juan Pablo II, durante el Vía Crucis, el entonces cardenal Ratzinger habló de suciedad de la Iglesia.
Él fue el primero que lo denunció. Después muere Juan Pablo, y Ratzinger, que era decano en la misa ‘pro-eligendo Pontifice’, habló de la misma cosa. Nosotros lo elegimos por esta libertad al decir las cosas. Desde ese tiempo está en el aire en el Vaticano que allí hay corrupción. Sobre el proceso: no he leído las acusaciones concretas. Me habría gustado que acabara antes del Jubileo, pero creo que no se va a poder porque yo quisiera que todos los abogados de la defensa tengan tiempo para su trabajo y que haya libertad para defenderse».
¿Cómo hay que proceder para que estos hechos no vuelvan a verificarse?
«¡Yo agradezco a Dios que ya no esté Lucrecia Borgia! Pero debemos continuar con los cardenales y las comisiones la obra de limpieza».
El SIDA golpea duramente África, la epidemia continúa. Sabemos que la prevención es la clave y que los condones no son el único medio para detener la epidemia, pero son una parte importante de la respuesta. ¿No es acaso tiempo de cambiar la posición de la Iglesia para permitir el uso de preservativos con tal de evitar infecciones?
«La pregunta me parece parcial. Sí, es uno de los métodos; la moral de la Iglesia se encuentra en este punto ante una perplejidad. O el quinto o el sexto mandamiento: defender la vida o la relación sexual abierta a la vida. Pero este no es el problema. El problema es más grande: esta pregunta me has pensar en esa que una vez le hicieron a Jesús: ‘Dime, Maestro, ¿es lícito curar de sábado?’
¡Es obligatorio curar! La desnutrición,la explotación, el trabajo esclavo, la falta de agua potable, estos son los problemas. No hablamos sobre si se puede usar tal curita para tal herida. La gran injusticia es una injusticia social, la gran injusticia es la desnutrición. No me gusta ir a reflexiones tan casuísticas cuando la gente muere por falta de agua o por hambre.
Pensemos en el tráfico de armas. Cuando no existan estos problemas, creo que se podrá hacer la pregunta: ¿es lícito curar de sábado? ¿Por qué se siguen fabricando armas? Las guerras son el motivo de la mortandad más grande. No hay que pensar si es lícito o no es lícito curar de sábado. Hagan justicia y, cuando todos estén curados, cuando no haya injusticia en este mundo, podremos hablar sobre el sábado».
¿Cuál es la posición del Vaticano sobre la crisis que viven Rusia y Turquía? ¿Usted pensaba ir a Armenia por los 101 años de la masacre de los armenios?
«El año pasado le prometí a tres patriarcas que habría ido. La promesa sigue. Luego, las guerras: vienen por ambición. No hablo de las que se hacen para defenderse justamente de una injusta agresión. Las guerras son una industria, en la historia hemos visto tantas veces que un país con balances que no van bien deciden hacer una guerra y se ajusta el balance. La guerra es un negocio. Los terroristas, ¿fabrican ellos las armas? ¿Quién les da las armas?
Hay toda una red de intereses, y detrás está el dinero, o el poder. Nosotros, desde hace años, estamos en una guerra mundial en pedazos, y cada vez los pedazos son de menos pedazos y más grandes. No sé qué piense el Vaticano. ¿Qué pienso yo? Que las guerras son un pecado, destruyen a la humanidad, son causa de explotación, de tráfico de personas.
Hay que detenerlas. En las Naciones Unidas usé esta palabra en dos ocasiones, tanto en Nueva York como en Kenya: que su trabajo no sea un nominalismo declamatorio. Aquí en África vi cómo trabajan los Cascos Azules, pero esto no es suficiente. Y después leemos en la Biblia que el hermano mata a otro hermano: la primera guerra mundial. Y lo digo con dolor».
Comienza hoy en París la COP21, sobre el cambio climático. Nosotros esperamos que pueda ser el principio de la solución. ¿Usted cree que se den pasos importantes?
«Yo no estoy seguro, pero puedo decirle que ahora o nunca más. La primera conferencia, creo que fue en Tokyo… y se hizo poco. Cada año los problemas son más graves. Hablando en una reunión de universitarios sobre cuál mundo queremos dejar a nuestros hijos, uno dijo: ‘Pero, ¿usted está seguro de que habrá hijos de esta generación?’.
Estamos al borde de un suicidio, por usar una palabra fuerte, pero yo estoy seguro de que casi la totalidad de los que están en París tienen esta consciencia y quieren hacer algo. El otro día leí que en Groenlandia los glaciares han perdido miles de millones de toneladas. En el Pacífico hay un país que está comprando otro país para mudarse, porque dentro de 20 años va a desaparecer (debido al aumento del nivel del mar, ndr.). Confío en esta gente, que hará algo. Espero que sea así y rezo por ello».
Usted tuvo muchos gestos de amistad hacia los musulmanes. ¿Qué es lo que dicen los imanes y las enseñanzas de Mahoma el mundo de hoy?
«Se puede dialogar, ellos tienen muchos valores, y estos valores son constructivos. También yo tengo la experiencia de amistad con un musulmán, un dirigente mundial. Podemos hablar. Él tiene sus valores y yo los míos, él reza y yo rezo.
Muchos valores: la oración, el ayuno. No se puede cancelar una religión porque hay algunos o muchos grupos de fundamentalistas en cierto momento de la historia. Es cierto, las guerras entre religiones siempre han existido, también nosotros debemos pedir perdón: Catalina de Médici, que no era una santa, y esa guerra de los treinta años, esa noche de San Bartolomé…
Debemos pedir perdón también nosotros. Pero ellos tienen valores, se puede dialogar. Hoy estuve en una mezquita, el imán quiso venir conmigo, en el papamóvil estaban el Papa y el Imán. ¿Cuántas guerras hemos hecho nosotros los cristianos? El saqueo de Roma no lo hicieron los musulmanes».
Sabemos que va a visitar México. Pero, ¿piensa ir a Colombia o a Perú?
«Los viajes, a mi edad, no hacen bien. Dejan huella, Voy a México y lo primero será ir a visitar a la Señora, a la Madre de América; si no hubiera sido por ella, no habría ido a la Ciudad de México por el criterio del viaje: visitar tres ciudades o cuatro que nunca hayan sido visitadas por los Papas. Después iré a Chiapas, luego a Morelia y, casi seguramente, en el camino para regresar a Roma, habrá una jornada en Ciudad Juárez. Sobre otros países latinoamericanos: en 2017 me invitaron a ir a Aparecida, la otra Patrona de América de lengua portuguesa, y desde ahí se podría visitar algún otro país, pero no sé, no hay planes».
Este fue su primer viaje a África y todos estaban preocupados por la seguridad. ¿Qué diría al mundo que cree que África es solamente víctima de guerras y destrucción?
«África es víctima, África siempre ha sido explotada por otras potencias, los esclavos de África eran vendidos en América. Hay potencias que solo buscan adueñarse de las grandes riquezas de África, acaso el continente más rico, pero no piensan en ayudar a que crezcan los países, a que todos puedan trabajar. África es mártir de la explotación. Esos que dicen que de África vienen todas las calamidades y todas las guerras no conocen bien el daño que hacen a la humanidad ciertas formas de desarrollo. Y por eso yo amo a África, porque ha sido víctima de otras potencias».
Al final, el Pontífice, después de haber agradecido nuevamente a los periodistas por el trabajo que hicieron durante el viaje africano, concluyó con estas palabras sobre la entrevista que acababa de terminar: «Respondo lo que sé, y lo que no sé no lo digo, no invento»