La «junta pastoral» de la diócesis de Zárate-Campana expresa su acción de gracias a Dios por el aumento, perseverancia y santificación de las vocaciones sacerdotales en la diócesis (en nuestro Seminario «San Pedro y San Pablo»), también de las vocaciones religiosas y consagradas (restablecido el «ordo virginum»), y no menor en el ámbito pastoral, conforme a las normas de la Iglesia católica, el afianzamiento del diaconado permanente en la diócesis, tanto casados (18) y con hijos e incluso nietos, como célibes (2). El mayor compromiso del laicado, la pastoral familiar, la Caritas y la catequesis han hecho profundizar también las vocaciones específicas, y la puesta en valor de la vida consagrada.
Luego de la ordenación de los Rev. Diác. Pedro Bruno y Sergio Pandiani, el día 17 en la iglesia catedral, el domingo 25 ppdo. a las 11 tuvo lugar la celebración de ordenacional diaconal del acólito Darío Arreguy, de la parroquia de Nuestra Señora de las Gracias, del barrio llamado «Peruzzotti» en la ciudad de Pilar. Nuestro hermano Darío Arreguy, casado, con hijos y nietos, habiendo concluido un tiempo atrás la formación de más de 4 años en la Escuela diocesana de Ministerios, fue ordenado diácono permanente por S.E. Mons. Oscar Sarlinga, nuestro Obispo, y adscripto a la jurisdicción parroquial de la misma parroquia mencionada, cuyo cura párroco, Pbro. Lic. Fernando Crevatin, presentara años atrás al Obispo al entonces candidato al sagrado Orden del diaconado.
La familia del Diác. Darío (él mismo un trabajador, y un católico comprometido con la catequesis, con la pastoral parroquial, con los enfermos y la caridad social) es voluntaria en lo concerniente a la pastoral de la Iglesia, en la parroquia y en la diócesis. Su Sra. esposa catequista de alma y coordinadora en lo pastoral («pilar de la catequesis en Pilar», la llamó Mons. Oscar Sarlinga durante su homilía) y sus hijos son católicos y respetadas personas.
La parroquia de Nuestra Señora de las Gracias, que estaba erigida desde el 2000 pero no contaba con templo (para lo cual fungía un salón parroquial) ha visto el progreso de la construcción del mismo, al punto que se halla casi terminado y ya su torrecilla con su cruz se eleva sobre el barrio «Peruzzotti» de clase trabajadora, en el populoso partido de Pilar, uno de los más expresivos de la heterogeneidad social de la Argentina. Dada su próxima conclusión, el Obispo, como suele hacerlo con los nuevos templos, donará el altar y el presbiterio, y asimismo ya envió a dicha iglesia de Nuestra Señora de las Gracias la artística cruz de madera que estaba en su oratorio episcopal y que ahora se halla suspendida sobre el el provisorio altar del templo por concluir, donde se celebra ya el culto de modo ordinario desde algunos meses.
Concelebraron en el sagrado rito numerosos sacerdotes tanto de Pilar como de Campana y Zárate, entre los cuales el vicario general, Mons. Edgardo Galuppo, el provicario y rector del Seminario (y director de la Escuela de ministerios) Mons. Santiago Herrera, el decano de Pilar, Pbro. Oscar Iglesias, Mons. Ariel Pérez, el Pbro. Hugo Acuña (cura párroco de Manzanares) y otros sacerdotes, también del clero religioso, así como asistieron la casi totalidad de los diáconos permanentes actuales. Numerosos seminaristas que realizan su pastoral de fin de semana en las parrroquias de donde asistieron los curas párrocos estuvieron también presentes. El Pbro. Fernando Crevatin presentó al candidato a recibir el sagrado orden del diaconado al inicio de la misa.
El obispo centró su homilía en la vocación consagrada, la importancia de ver las vocaciones específicas, tales como el diaconado permanente, y lo fundamental de promover las vocaciones sacerdotales, lo cual siempre encarga también a los diáconos, que lo han asumido con amor y dedicación. De hecho, en las emotivas palabras al fin de la misa, junto con el agradecimiento al Señor, a la Iglesia, al Sr. Obispo, a su querida familia, el neo-diácono expresó su renovado compromiso ante Dios por los más pobres, los enfermos, la Liturgia, la caridad social y muy especialmente la promoción de las vocaciones sacerdotales.
Recordamos ahora algunos trazos de nuestro Plan pastoral (centrado en la «nueva evangelización») al respecto:
Nuestro Plan Pastoral delinea los trazos más salientes del diaconado permanente en la diócesis. Es un Plan abierto a concreciones, y de hecho ya han comenzado a realizarse las consultas para su revisión en el año 2012, como estaba previsto. A comenzar desde el Espíritu, esto es, en promover entre los ministros ordenados una profunda experiencia de Dios que alimente el seguimiento e imitación de Cristo «Buen Pastor». El diácono permanente ha de fomentar de modo también «permanente» una mayor vivencia de la comunidad católica, e impulsar la Nueva Evangelización como la entiende la Iglesia, viviendo el ministerio ordenado desde la perspectiva de la caridad pastoral, así como reavivar con la gracia de Dios el carisma recibido, a través de una sólida formación permanente.
El Obispo como Sucesor de los Apóstoles ordena diáconos permanentes, después de un previo discernimiento vocacional, principalmente a través de la Escuela del Diaconado Permanente, una vez comprobadas tanto la idoneidad y formación para este ministerio como la vinculación con la comunidad (que es esencial), y en razón de las necesidades de las diócesis. Es la diócesis la que está llamada a crear concretamente los espacios necesarios para que los diáconos colaboren en la animación de servicios pastorales, detectando y promoviendo líderes, y estimulando la corresponsabilidad de todos, en la comunión jerárquica y orgánica, para una cultura de reconciliación y solidaridad. No podríamos olvidar la dimensión misionera de los diáconos permanentes, pues ha sido uno de los ejes fundamentales de nuestra organicidad pastoral. Estos ejes son la comunión y la misionariedad, y han dado tanto fruto tanto en las misiones diocesanas como en las misiones populares en las parroquias, y aquéllas emprendidas por asociaciones de fieles y movimientos. Lamisionariedad fructifica cuando hay comunión, por ello, el Obispo y los sacerdotes, en este aspecto que estamos considerando, han de acompañar a los diáconos permanentes en su proceso formativo y de santificación y en el ejercicio de su ministerio, integrándolos activamente en la vida pastoral y fraterna, esto es, en una «fraternidad del Orden Sagrado», en un espacio de verdadera fraternidad, que es obra del Espíritu Santo. Nuestro Obispo solicita a menudo a los diáconos permanentes casados el mantener siempre un gran equilibrio con respecto al tiempo que le dedican a su familia, a su trabajo y a su ministerio, y que sean ejemplos vivos de la unidad y amor familiar en sus hogares.
¿Qué es el diaconado permanente?
El sacramento del ministerio apostólico comporta tres grados. De hecho «el ministerio eclesiástico de institución divina es ejercido en diversas categorías por aquellos que ya desde antiguo se llaman obispos, presbíteros, diáconos»(Conc. Ecum. Vat. II, Const. Dogm. Lumen Gentium, 28) Junto a los presbíteros y a los diáconos, que prestan su ayuda, los obispos han recibido el ministerio pastoral en la comunidad y presiden en lugar de Dios a la grey de la que son los pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno.(Cf. ibidem, 20; C.I.C., can. 375, § 1.)La institución diaconal floreció, en la Iglesia de Occidente, hasta el siglo V; después, por varias razones conoció una lenta decadencia, terminando por permanecer sólo como etapa intermedia para los candidatos a la ordenación sacerdotal.El Concilio de Trento dispuso que el diaconado permanente fuese restablecido, como era antiguamente, según su propia naturaleza, como función originaria en la Iglesia.(Cf. Concilio de Trento, Sesión XIII, Decreto De reformatione, c. 17: ConciliorumOecumenicorum Decreta, ed. biligue cit., p. 750.) Pero tal prescripción no encontró una actuación concreta.El Concilio Vaticano II determinó que «se podrá restablecer el diaconado en adelante como grado propio y permanente de la Jerarquía… (y) podrá ser conferido a los varones de edad madura, aunn casados, y también a jóvenes idóneos, para quienes debe mantenerse firme la ley del celibato», según la constante tradición.( LG 29) Las razones que han determinado esta elección fueron sustancialmente tres: a) el deseo de enriquecer a la Iglesia con las funciones del ministerio diaconal que de otro modo, en muchas regiones, difícilmente hubieran podido ser llevadas a cabo; b) la intención de reforzar con la gracia de la ordenación diaconal a aquellos que ya ejercían de hecho funciones diaconales; c) la preocupación de aportar ministros sagrados a aquellas regiones que sufrían la escasez de clero. Estas razones ponen de manifiesto que la restauración del diaconado permanente no pretendía de ningún modo comprometer el significado, la función y el florecimiento del sacerdocio ministerial que siempre debe ser generosamente promovido por ser insustituible.Pablo VI, para actuar las indicaciones conciliares, estableció, con la carta apostólica «Sacrumdiaconatusordinem» (18 de junio de 1967),(AAS 59 (1967), 697-704) las reglas generales para la restauración del diaconado permanente en la Iglesia latina. El año sucesivo, con la constitución apostólica «Pontificalisromanirecognitio» (18 de junio de 1968),(AAS 60 (1968), 369-373) aprobó el nuevo rito para conferir las sagradas órdenes del episcopado, del presbiterado y del diaconado, definiendo del mismo modo la materia y la forma de las mismas ordenaciones, y, finalmente, con la carta apostólica «Ad pascendum» (15 de agosto de 1972),(AAS 64 (1972), 534-540) precisó las condiciones para la admisión y la ordenación de los candidatos al diaconado. Los elementos esenciales de esta normativa fueron recogidos entre las normas del Código de derecho canónico, promulgado por el papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1983.(Los cánones que hablan explícitamente de los diáconos son una decena: 236, 276, § 2, 3o; 281, § 3; 288; 1031, §§ 2-3; 1032, § 3; 1035, § 1; 1037; 1042, 1o; 1050, 3o.)