El libro de las revelaciones celestiales a Santa Brígida de Suecia
Instruye la Virgen María a santa Brígida acerca de tres condiciones que hacen meritorio el ayuno.
Capítulo 12
Todo cuanto hagas, dice la Virgen a la Santa, debes hacerlo con obediencia y
discreción; porque más grato es a mi Hijo el que se coma, que ayunar contra la
obediencia.
Por consiguiente, debes observar en el ayuno tres requisitos.
Primero, no ayunes en vano, como los que ayunan con intención de ser semejantes e iguales a otros en los ayunos y mortificaciones; lo cual es falta de razón, porque el ayuno debe adaptarse a la robustez del cuerpo y según pueda sobrellevarlo la naturaleza, para reprimir los deseos de los movimientos ilícitos.
Segundo, no ayunes imprudentemente, como aquellos que cuando están enfermos
quieren hacer contra la fuerza de la naturaleza lo mismo que cuando están sanos: éstos
desconfían de la misericordia de mi Hijo, como si este no quisiera recibir de ello la
enfermedad de ellos como obra hecha con buena voluntad.
Ayuna, pues, hija con prudencia, y siempre que llegare la enfermedad, sé algo más benigna con tu cuerpo, compadeciéndote de él como de una bestiezuela irracional, a fin de que no sucumba con el trabajo.
Tercero, guárdate de ayunar sin fundamento, como los que ayunan más bien con la
intención de alcanzar mayor recompensa y honra que los otros. Estos son como los que
ellos mismos se señalan la paga de su trabajo.
Por lo demás, ayuna, hija mía, para agradar a mi Hijo, y según pueda sobrellevarlo
tu naturaleza: calcula tus fuerzas, confiando siempre en la misericordia de mi Hijo; créete
indigna para todo, y no pienses que ninguna penitencia tuya sea condigna para
perdonarte tus pecados, ni mucho menos para la recompensa perpetua, sino que debes
atribuirlo a la gran misericordia de mi divino Hijo.