Escrito por Mons. Enrique Sánchez Martínez, www.cem.org.mx
Debemos identificar cuáles son los rasgos más preocupantes de la “emergencia educativa” y que deben ser asumidos y atendidos por los mexicanos. Son factores que nos retratan el escenario mexicano actual, son cuestionamientos que nos interpelan y que nos invitan a descubrir nuestra responsabilidad como personas y como instituciones. Veamos algunos:
México es uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza en el mundo. La riqueza de nuestra nación se concentra en las manos de unas pocas personas mientras que las inmensas mayorías viven en situación de pobreza y de miseria. Este hecho impacta directamente en el desarrollo educativo ya que los niños y jóvenes insertos en zonas marginadas aún cuando estudien en diversos niveles escolares no obtienen la misma educación que los niños y jóvenes insertos en ambientes socio-económicamente más favorecidos.
Millones de mexicanos viven en situación de pobreza sea por empleos en condiciones precarias o por desempleo, esto los dejan excluidos del desarrollo y sin posibilidades reales de ingresar a él.
En los últimos años México ha conseguido una estabilidad macroeconómica que le ha permitido aumentar las reservas internacionales y soportar las crisis recurrentes del capitalismo global, con un crecimiento moderado y con niveles bajos de inflación. Pero esto no es suficiente, hace falta generar condiciones de justicia social para producir mayores empleos de calidad, que permitan un salario justo y una vida digna como personas, familias y sociedad. Los avances son insuficientes, pues se generan menos empleos de los requeridos cada año.
La situación de la pobreza y de la inequidad en México es sumamente preocupante: El 35.8 % (40.3 mill.) de la población vive en condiciones de pobreza, mientras que el 10.4 % (7 mill.) vive en pobreza extrema. El 51.2 % de la población ocupada tiene un nivel de ingreso mensual menor a los 3 salarios mínimos. México es un país en el que existe una enorme desigualdad entre ricos y pobres: al 10 % más pobre de los mexicanos le corresponde el 1.2 por ciento del ingreso nacional total; en el otro extremo, el 10 % más rico de la población concentra el 41.3 % de la renta nacional total. Esto quiere decir que en México la inequidad es muy alta.
Los jóvenes mexicanos se encuentran en una encrucijada. Por un lado, desean acceder a la educación media y media-superior; por el otro, tienen que aportar recursos a sus hogares o tienen que mantenerse por su cuenta. Casi siete millones de jóvenes entre 15 y 29 años de edad, no están atendidos por las instituciones educativas y tampoco se les ofrecen oportunidades de trabajo formal.
Este difícil escenario de los jóvenes forma parte del telón de fondo que enmarca fenómenos más particulares. Señalamos algunos: Migración. La inequidad y la incapacidad institucional para formar a todos los niños y jóvenes mexicanos con una educación de calidad, genera que los educandos muchas veces no cuenten con las aptitudes y capacidades necesarias para integrarse en la vida productiva del país. Ello propicia que surjan flujos migratorios hacia el extranjero, son grupos de trabajadores “mano de obra barata”, prescindibles y sin derechos ciudadanos ni laborales. Más de la mitad de los migrantes hacia los Estados Unidos son jóvenes que no cuentan con una preparación educativa o técnica y se encuentran sin opciones reales de trabajo. La separación del grupo familiar por la migración produce en algunos jóvenes la pérdida de valores morales y de tradiciones familiares y religiosas.
La falta de educación y oportunidades para los jóvenes los convierte en presa fácil de las actividades de reclutamiento por parte del crimen organizado. Son víctimas de una sociedad que no les ha dado un espacio para su realización y también víctimas de las mafias criminales que suelen prometer dinero fácil y metas falsas.
También se da otro fenómeno en los hogares mexicanos: un importante número de menores de edad entre 5 y 17 años se ven obligados a trabajar. Más de la mitad deben combinar el trabajo con el estudio, mientras que el resto no puede continuar estudiando, circunstancia que se agrava en las zonas rurales.
Las condiciones sociales en las que se encuentran muchos niños no permiten que estudien adecuadamente y que tengan tiempo de recreación y esparcimiento. En los últimos años se han creado políticas y programas sociales nacionales e internacionales con el propósito de eliminar progresivamente el trabajo infantil. No ha sido suficiente.
La principal causa de deserción escolar en adolescentes de entre 15 y 17 años de edad se debe a que tienen que trabajar. Estos jóvenes con frecuencia deciden su trabajo no según su vocación, sino según sus necesidades y la oferta de trabajos, lo cual les causa desánimo, una percepción de frustración y de pesimismo hacia el futuro.
También existen jóvenes que gozan de oportunidades de estudio y de recursos suficientes, pero debido a la desintegración familiar y otros factores asociados a la sociedad fracturada, optan por desertar de la escuela y caen en la desesperanza al carecer de los valores y de los ideales que los impulsen a un protagonismo positivo en nuestra sociedad.
Durango, Dgo., 21 de Octubre del 2012
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango