El discípulo nunca ocupará el lugar de Jesús por Faustino Armendáriz
No fue fácil para los discípulos seguir a su maestro; tampoco para Pedro que había sido elegido por su maestro para “confirmar a sus hermanos en la fe”.
Ahora el reto es a seguirlo en los momentos críticos de la prueba, cuando Jesús se dispone a afrontar la experiencia de Jerusalén y entrar en la ciudad “y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día”.
Humanamente Pedro quiere hacerle un favor al Señor, desviándolo del camino y disuadiéndolo de no entrar al camino del calvario.
Para el creyente posiblemente exista también la tentación de minimizar o aun de desaparecer esta pagina del evangelio y llegar a disuadirse, y quizás de disuadir a otros, de tal manera que no hay que “entrar en exageraciones”.
Sin embargo el pensamiento de Dios es muy diferente; por ello el reclamo severo de Jesús a Pedro: “tú piensas como los hombres, no como Dios”.
Pedro en crisis ante el misterio de la muerte y resurrección del Hijo de Dios. El misterio pascual se identifica con la existencia cristiana.
El hecho de seguir al Señor incluye el realismo de la cruz. La vida hay que entregarla para poder participar de la resurrección. Hablar del misterio pascual es bonito, pero su realidad llega a ser cruda. El dolor conduce al hombre a la rebelión y es difícil de asimilar.
Para Pedro no fue fácil, de tal manera que con el afán de ayudar, obstaculizaba los planes de Dios, de tal modo que quería ocupar el lugar de Jesús, ponerse al frente, decir lo que se tenía que hacer.
Olvido que el discípulo debe caminar detrás del maestro, por ello la expresión de Jesús es: “Quítate de mi vista, Satanás”, es decir ocupa el lugar que te corresponde y no te conviertas en mi adversario.
Sólo se detecta el lugar que nos corresponde cuando se discierne a la luz del evangelio. Quien decide sin consultar la voluntad de Dios fácilmente toma decisiones que ayudan o convienen a los intereses personales y no los de la comunidad; así, fácilmente se decide en un marco de desesperación y enojo.
El Espíritu nos da paz y la Palabra Dios nos ayuda a caminar con serenidad, aun cuando el camino implica la cruz.
El proyecto de Dios es necesario asimilarlo, y ello conlleva la propuesta del Señor: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.
El discípulo no puede devaluar la fuerza del evangelio. Hoy como ayer la propuesta de Jesús está vigente.
Por ello, la invitación a la reflexión reposada que nos lleve a asimilar esta página, que no hay que pasar de largo sino asumir el reto del estar con Jesús para realizar la misión que él nos pide, más aun, nos ordena.
El Documento de Aparecida, retomando el reto del evangelio señala con valentía, a quienes nos consideramos discípulos misioneros de Cristo, lo siguiente: “La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo.
Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza.
Por eso se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonio de unidad “para que el mundo crea” (Jn 17, 21) (DA 362).
† Faustino Armendáriz Jiménez