EL CULTO QUE AGRADA A DIOS NACE DEL CORAZÓN, NO DE LOS LABIOS
Un grupo de fariseos de Galilea, acompañados de algunos escribas, se acercan a Jesús en actitud crítica, porque han observado que, en algunos aspectos, sus discípulos no siguen la tradición de los mayores.
Aunque hablan del comportamiento de los discípulos, su pregunta se dirige a Jesús quien les responde con unas palabras del profeta Isaías que iluminan muy bien su mensaje y su actuación. La queja de Dios, según el profeta, es que su pueblo le honra con los labios, pero su corazón está lejos de Él.
Este es siempre el riesgo de toda religión: dar culto a Dios con los labios, repitiendo fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras hermosas, mientras el corazón «está lejos de Él». El culto que agrada a Dios nace del corazón, de la adhesión interior.
Cuando nuestro corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido, porque le falta vida, que no es otra cosa que la escucha sincera de la Palabra de Dios y el amor al hermano.
Las tradiciones que son «humanas»: normas, costumbres, devociones que han nacido para vivir la religiosidad en una determinada cultura, pueden hacer mucho bien, pero hacen mucho daño cuando nos distraen y alejan de la Palabra de Dios.
Cuando nos aferramos ciegamente a ellas corremos el riesgo de olvidar el mandato del amor y de desviarnos del seguimiento a Jesús que es lo fundamental.